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Un final trágico

La vida de Kenneth Lay acabó en tragedia. En un drama real que venía arrastrando desde antes de conocerse el veredicto del jurado que le consideró culpable de la trama que llevó al colapso de Enron.

Durante el proceso, Lay dijo que el derrumbe de la eléctrica le dolió tanto como perder a un ser querido en un intento a la desesperada por conseguir la simpatía del jurado.

La modestia y la religiosidad que caracterizaron los primeros años de vida de Kenneth Lay, junto a su trabajo y habilidad para hacer negocios, no fueron suficientes para salvarle de la quema. Ni sus importantes donaciones. Y fue el tono combativo que utilizó para defenderse y su arrogancia lo que llevó al jurado a considerarle culpable. Tras escuchar el veredicto, Lay dijo que Dios le salvaría, lo que ayer hizo pensar que se habría suicidado.

La autopsia desvelará la causa de su muerte, que se produce tres meses antes de que se conozca la sentencia.

Otra de las cuestiones que quedan en el aire es lo que sucederá con su legado. El Departamento de Justicia trataba de recuperar 182 millones de dólares de Lay y de su ex consejero delegado Skilling, porque consideró que sus casas y otros activos fueron adquiridos gracias a la trama que llevó al colapso de la eléctrica, para repartirlo entre los afectados. Lay deja a su mujer, Linda, cinco hijos y 12 nietos.

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