Los islamistas ganan fuerza
La crisis desencadenada por el secuestro del cabo Shalit permite a Hamás recuperar prestigio en Gaza
El primer ministro palestino, Ismail Haniya, acudió el domingo a una mezquita de Yabalia, en el norte de Gaza, para ofrecer sus condolencias a la familia de un miliciano muerto durante un ataque israelí. Los deudos mostraron su apoyo incondicional al dirigente, aunque le exigieron que no diera un paso atrás. Es decir, que Hamás rechace -como desea la inmensa mayoría de los palestinos- la liberación del soldado judío cautivo de la milicia islamista si no se obtiene el retorno a casa de buen número de presos encarcelados en Israel.
Rara vez son capaces los palestinos de mostrarse como una piña. "El asunto de los prisioneros sí le otorga fuerza y apoyo popular a Hamás. Los palestinos sabemos unirnos siempre que afrontamos, como ocurre ahora, un grave choque con los israelíes. El problema es que esa unidad se resquebraja en cuanto concluye la crisis. Inmediatamente, reaparecen los problemas de siempre", asegura el escritor Hasan al Kashef.
Por el momento, Hamás, asediada por la comunidad internacional, sin excluir a países árabes como Egipto y Jordania, ha recibido un balón de oxígeno y casi nadie osa criticar a sus líderes en Gaza.
Tres semanas atrás afloraban las divergencias internas en Hamás, como no puede ser de otro modo en una organización que llegó al Gobierno palestino en marzo, pero que, a su vez, cuenta con una potente rama militar.
El Movimiento de Resistencia Islámica se ha granjeado el respaldo en las urnas por su buen hacer a través de sus redes sociales, aunque también por la resistencia a la ocupación y por la ejecución de 60 atentados terroristas en Israel hasta finales de 2004.
El lanzamiento de cohetes artesanales sobre suelo del Estado judío provocó fuertes disputas. Haniya trataba de frenar a mediados de junio esos disparos que desatan tremendas represalias israelíes. El líder de las Brigadas Ezzedin el Kassam, Ahmed Yebari, se opuso tajantemente a frenar el acoso al Estado sionista, y llegó a decir al jefe del Ejecutivo: "Obedezco órdenes de Jaled Meshal [líder de Hamás en el exilio], no las tuyas".
La crisis por la captura del cabo israelí Shalit ha cortado en seco las diferencias. No sólo entre los dirigentes políticos y su brazo armado. También entre el grupo islamista y sus enconados rivales de Fatah.
Hamás ha salido, al menos temporalmente, reforzada. Pocos hablan ya de que la Administración palestina es incapaz de pagar los salarios; el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, se presenta solidario en las oficinas bombardeadas de Haniya y habla de "sucio crimen israelí", y el resto de dirigentes de Fatah, que provocaron hace semanas los enfrentamientos a tiros con los militantes de Hamás, hacen mutis.
"No pueden jugar ahora ningún papel", asegura Al Kashef. De nuevo en la clandestinidad, Hamás recobra prestigio.
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