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Juegos artísticos de artificio

Fundación La Caixa muestra obras de Muntadas, Muñoz, Buren y otros diez creadores de su colección en San Sebastián

Maribel Marín Yarza

Daniel Buren, Juan Muñoz, Katharina Fritsch, Roni Horn o Antoni Muntadas, han seguido sendas artísticas distintas. Cada uno tiene su propio estilo, pero todos son, aunque sea lateralmente, deudores del minimalismo. También todos han trabajado sobre el concepto de artificio, desde distintas perspectivas. La Fundación La Caixa los presenta ahora con ese pretexto junto a otros ocho artistas consagrados de su colección en el Museo San Telmo de San Sebastián.

"En un mundo donde el concepto de originalidad ha perdido valor y ha sido desplazado por la copia y la simulación, el arte se ha alejado de las nociones de pureza, autonomía y autenticidad y ha reafirmado su condición con otra vuelta de tuerca en el juego del artificio, escenificando su propio espacio de representación", manifiesta Nimfa Bisbe, responsable de la colección de la Fundación La Caixa y comisaria de La espiral del artificio, que permanecerá abierta hasta el 3 de septiembre.

Se introduce al visitante en un escenario de réplicas, símbolos de nuestra cultura

Durante la década de los ochenta los artistas reflexionaron sobre esta idea, sobre los códigos que determinan la producción, la exposición y la apreciación del arte. Unos lo hicieron utilizando la producción seriada; otros, a través de la repetición, la retícula, o la descontextualización de objetos cotidianos. Asta Gröting optó, por ejemplo, en algunos de sus trabajos por esta vía. Basta con detenerse a observar la pieza que presenta, una escultura hecha de una pila de platos gigantes. "Por un lado, la función de un plato se anula al reproducirlo en grandes dimensiones y, por otro, su producción seriada confirma que se trata de réplicas", comenta la comisaria.

La escultura dorada de Gröting destaca en una sala colorista con obras para todos los gustos. Allí, en mitad del espacio, se alza una columna que Fritsch ha construido utilizando un único motivo repetido: el molde de yeso de un souvenir que representa la Virgen de Lourdes y que la artista ha pintado sistemáticamente de amarillo. Junto a ella puede verse la propuesta de Rosemarie Trockel, una obra en punto de lana tejida a máquina, que enfrenta los logotipos comerciales de Playboy -un conejo- y el de la lana pura virgen -una madeja-, pero también una obra de Perejaume.

El catalán exhibe una pieza compuesta por un lado de un marco dorado que forma un ángulo con un raíl. "Escenifica la presencia misma del lugar de representación del objeto de arte, aunque lo ha silenciado como un no lugar y como forma de reconsiderar las condiciones de arte encasillado por los códigos de representación", apuntan la responsable de la muestra.

La espiral del artificio introduce al espectador en un escenario de réplicas o, como dice Bisbe, de "símbolos de nuestra cultura, de recodificaciones de modelos y convenciones del arte, de identidades enmascaradas y de espacios de efectos ilusorios". En la primera sala se han agrupado los artistas que cuestionan el aura del objeto de arte con ironía; en la segunda, el espectador se encontrará con una serie de 32 fotografías de Antoni Muntadas sobre las clasificaciones bibliográficas que se hacen en las librerías y con La Cabaña, de Daniel Buren, una instalación que simula el espacio aséptico de un museo. La muestra se completa, en una tercera sala, con una obra de Roni Horn y su serie de fotografías de un payaso difuminado, y La tierra baldía, de Juan Muñoz.

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