Diseño urbano y prostitución
¿Puede favorecer el diseño de un espacio urbano su propia degradación? ¿Contribuyen las prostitutas a la espiral de decadencia que sufren algunas zonas de Centro o son también sus víctimas? En el debate que asola en las últimas semanas la plaza de Soledad Torres Acosta también subyacen estas dos preguntas, de difícil respuesta.
El Ayuntamiento y también los vecinos han declarado que la plaza, con sus recovecos y niveles a distinta altura, favorece el establecimiento de indigentes y las actividades ilícitas, como la venta de drogas. Por ello, la reforma de la plaza es una petición vecinal que el Ayuntamiento ha dicho que está dispuesto a atender.
Los expertos, sin embargo, dudan de la efectividad de la medida. "Es iluso decir que el espacio y su degradación están en su propio diseño. Un espacio se degrada por las actividades y usos que se dan en él", afirma el Catedrático de Urbanismo Fernando Roig. "Aquí el deterioro ha venido porque se ha dejado que ciertas actividades económicas, legales como la potenciación de la vida nocturna o ilegales como las drogas, se impongan a la vida vecinal. Mientras eso no se corrija, cualquier reforma será en balde", añade.
El sociólogo Carlos Llés cree que la presencia de la prostitución "es un síntoma de cierta permisividad policial" que también atrae otros fenómenos como la indigencia o el comercio de drogas. Roig considera que "estas zonas de mayor permisividad son inherentes a toda gran ciudad". "Las autoridades tienden a permitir que se concentren en unos puntos para evitar que se extiendan por toda la ciudad", explica.
El colectivo Hetaira, que lucha por desestigmatizar el ejercicio de la prostitución, considera que las prostitutas son las primeras víctimas de la degradación urbana. Hetaira propone la creación de zonas de tolerancia para que las prostitutas puedan liberarse de esos "otros fenómenos" que con los que ahora conviven en la calle.
El objetivo: que puedan ejercer con todas las garantías y alejarse de todo atisbo de marginalidad.
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