El desafío mexicano
El recinto está repleto de un público entusiasta que conoce de memoria las letras de los narcocorridos de Los Tigres del Norte. El tequila y el whisky corren generosamente, los hombres lanzan sus sombreros al centro del palenque y bellas mujeres agradecen con besos y flores el derroche de los músicos. No falta en la fiesta ningún ingrediente, incluidas las peleas de gallos. Todo es genuinamente mexicano. Cuando suenan los temas más populares, como La jaula de oro, es el delirio. "Mis hijos no hablan conmigo, otro idioma han aprendido y olvidado el español; piensan como americanos, niegan que son mexicanos aunque tengan mi color".
Como en todo el norte de México, Los Tigres son verdaderos ídolos en Hermosillo, la capital de Sonora. Tierra árida, desértica, por la que transitan diariamente cientos de emigrantes mexicanos y centroamericanos que pretenden cruzar la frontera. En Estados Unidos ganarán en una hora lo que en sus países les costaría un mes. Llegan a California, Arizona, Nuevo México o Tejas, donde quizá tienen un amigo o pariente. Son indocumentados, pero eso poco les importa a los empresarios que les contratan para trabajar en el campo, la construcción, bares de carretera, gasolineras o en cualquier empleo que desprecian los nativos. De sus ahorros dependen miles de familias en México. Los primeros cuatro meses de 2006, las remesas enviadas por los emigrantes desde EE UU superaron los 7.000 millones de dólares, un 24% más que en el mismo periodo de 2005, según el Banco de México. Esta cifra es la segunda fuente de ingresos después del petróleo y por delante del turismo.
"Lamentablemente, en Estados Unidos no se inscribieron muchos paisanos para votar en las elecciones del 2 de julio. Creyeron que era una trampa para obtener información sobre los inmigrantes ilegales", dice Jorge Hernández, voz y líder de Los Tigres del Norte. "Lo que más les importa es salir adelante, y se sienten bastante alejados de lo que ocurre en México". Los 32 millones de discos vendidos y los 150 millones de dólares en ingresos anuales resumen el éxito de la banda que ha renovado el corrido. Nombrados embajadores de la cultura mexicana en el Fórum Barcelona 2004, cuentan historias reales del mexicano común, que hablan de espaldas mojadas (emigrantes indocumentados), narcotraficantes y cuatreros, y también de religión, familia y amor.
"Cuando muere un traficante o a la cárcel va a parar, las novias no se preocupan, sabían que eso iba a pasar, porque el que juega con lumbre, con ella se ha de quemar", cantan Los Tigres. Nuevo Laredo (Tamaulipas), en el otro extremo de la divisoria con Estados Unidos, es el paso fronterizo más importante del continente americano, por el que cruzan diariamente entre 8.000 y 10.000 camiones de gran tonelaje. Esta ciudad de medio millón de habitantes es un punto estratégico para el comercio legal y el tráfico ilegal hacia todos los puntos de Estados Unidos. La guerra que libran dos carteles de narcotraficantes ha convertido Nuevo Laredo en uno de los rincones más violentos de México. En 2004 se contabilizaron 63 homicidios. Un año después, la cifra ascendió a 183 crímenes. En los primeros cinco meses de este año ha habido 111 muertes.
"Quien gane las elecciones, sea Felipe Calderón, Andrés Manuel López Obrador o Roberto Madrazo, tiene que entrarle necesariamente al tema de la seguridad pública. De lo contrario, no podrá gobernar seis años", opina Raymundo Ramos, que hasta fecha reciente tenía una de las profesiones más peligrosas. Era uno de los principales reporteros de nota roja del diario El Mañana, de Nuevo Laredo. En febrero pasado, el narcotráfico amenazó de muerte a tres periodistas, entre ellos a Ramos, y a los propietarios del rotativo. Una semana después, un comando de sicarios irrumpió en las instalaciones del periódico, disparó varias ráfagas y lanzó una granada que estalló en la redacción. Varias esquirlas se incrustaron en la columna vertebral del reportero Jaime Orozco, que está en una silla de ruedas.
"El atentado era un aviso para todos", recuerda Ramos. Sabía que no era ninguna broma y que los criminales suelen cumplir sus amenazas. Roberto Mora, director de El Mañana, murió acribillado en marzo de 2003. En abril del año pasado, 10 disparos por la espalda mataron a la reportera de radio Guadalupe García.
Estar en el lugar equivocado en el momento inoportuno puede tener consecuencias fatales en Nuevo Laredo. "Imagínate que llevas a tus hijos al colegio y de repente hay una balacera, porque aquí ha habido balaceras en todos los sectores de la ciudad y a cualquier hora del día". Ramos ha vivido la experiencia: "Están unos policías municipales comiendo en un restaurante. Entran unos tipos y sacan las armas. Empieza el tiroteo. Hieren a dos civiles. Mi esposa pasaba en aquel instante a una cuadra del lugar". Cuando hay una refriega, los radioteléfonos se saturan. "Cunde la alarma, y durante tres horas se crea la zozobra hasta que se sabe lo que pasó: a quiénes hirieron, si hay víctimas civiles o no". Los ciudadanos viven en medio de una guerra entre dos bandas y la policía casi siempre llega tarde.
Durante cinco años, Raymundo Ramos escribió diariamente de asesinatos, secuestros y tiroteos de película. Después de las amenazas y el atentado contra el periódico, la presión familiar para que dejara el trabajo se hizo insostenible. "Aquí ya bajamos la guardia. No somos tan extremistas como los periodistas de Colombia, que siguieron y siguieron hasta que acabaron con ellos. Somos prudentes. Eso es cuestión de tiempo. Si vemos que el año próximo no cambia la situación nos tendremos que ir definitivamente de aquí". Raymundo Ramos piensa escribir un libro sobre los últimos cinco años de historia roja o negra de Nuevo Laredo. "Es increíble cómo uno tiene que frenarse. Hay tantas cosas que no puedo contar. Tal vez el año próximo, si esto se enfría".
La violencia golpea en otros rincones de México. Acapulco y Monterrey se han añadido últimamente a nombres asociados desde hace tiempo al crimen organizado, como Tijuana, Sinaloa o Ciudad Juárez. Esta última ciudad del Estado de Chihuahua se convirtió a principios del siglo XX en lugar de tránsito para las primeras oleadas de emigrantes a Estados Unidos. Al otro lado de la frontera, El Paso fue en la misma época un importante centro de contratación de trabajadores baratos para la economía estadounidense.
Los motores que manejan hoy la economía en Ciudad Juárez son las maquiladoras (plantas de ensamblaje) y el tráfico de drogas. Más de 400 mujeres han sido asesinadas en Ciudad Juárez desde 1993, en el capítulo de violencia misógina más oscuro de México. En su mayoría llegaron del interior del país en busca de trabajo o con la esperanza de cruzar la frontera. "Humillante y abusiva, la intocable impunidad, los huesos en el desierto cuentan la cruda verdad, las muertas de Ciudad Juárez son vergüenza nacional", dice el corrido Las mujeres de Juárez, que Los Tigres del Norte compusieron en memoria de las víctimas. El Gobierno de Chihuahua prohibió a la radio su difusión.
La periodista y escritora Lydia Cacho describe la violencia contra las mujeres en México como una combinación de miedo e incapacidad "de entender la otredad". Ahí está "la particularidad del machismo mexicano", y el gran secreto de la violencia masculina y la violencia de hombres contra mujeres, desde Ciudad Juárez hasta las 73 asesinadas en Cancún el año pasado por sus parejas. "Las asesinan porque se van, porque quieren ser libres. Es un binomio 'te deseo y te amo', pero también 'me quiero apropiar de ti, de lo que tú eres, de lo que yo no puedo ser". Lydia Cacho dirige en Cancún, en el sur del país, un centro de atención a mujeres víctimas de violencia, pero su nombre adquirió notoriedad a raíz de la publicación el año pasado del libro Los demonios del edén, donde muestra la cara más sórdida de México. La denuncia de una red de pornografía infantil y lavado de dinero que involucra a empresarios influyentes y políticos le ha supuesto a la periodista amenazas de palabra y obra. Cacho estuvo desaparecida durante 20 horas en diciembre pasado después de ser detenida con la connivencia de los gobernadores de los Estados de Quintana Roo y Puebla.
Del sur al norte, éste es el trayecto que recorrió el obispo Raúl Vera cuando el papa Juan Pablo II le ordenó trasladarse en 2000 desde Chiapas hasta la diócesis de Saltillo, en el Estado fronterizo de Coahuila. "Había interés en apartarme porque yo había hecho el mismo proyecto que don Samuel [Ruiz]", explica. Como obispo coadjutor de Chiapas, Raúl Vera conoció el mundo indígena, se implicó en su lucha junto al obispo Ruiz y vivió el levantamiento zapatista de 1994, que dio a conocer al mundo la figura encapuchada del subcomandante Marcos. Doce años después, el líder rebelde ha vuelto a escena con la caravana La Otra Campaña, que ha recorrido el país durante los meses previos a las elecciones, pero que no ha conseguido atraer la atención de los mexicanos, pese a algún golpe de efecto. ¿Marcos es hoy sólo una caricatura? "Es un muchacho que ha sabido evolucionar dentro de sus propias ideas. Protagonizó un momento fundamental para entender la historia de finales del siglo XX de este México", dice el obispo de Saltillo. "Ahora que anda en La Otra Campaña quiere un país mucho más estructurado desde la base".
El discurso de Raúl Vera suele incomodar a las autoridades. La defensa de la cultura indígena y la reivindicación de una ley que les reconozca como pueblo mexicano contrastan con su ácida crítica a la evangelización de las Américas. "Quedó muy por encima de lo que habría sido un diálogo intercultural. Por eso nosotros somos tan incoherentes, porque realmente es impresionante la injusticia que hay no sólo en México, sino en este continente, siendo el que tiene más cristianos y bautizados de todos los Estados de los demás continentes. La desigualdad social que hay aquí desdice mucho de ello".
En los pueblos de Coahuila, en Nuevo Laredo, en Cancún (el polo turístico más renombrado) o en Chiapas se percibe la desigualdad reinante. Pero en ningún lugar es más ostensible que en el Distrito Federal, la gigantesca capital, donde conviven ostentación y miseria. "A mí me enseñaron que el pecado no tiene nada que ver con la moral ni con el sexo, sino con la pobreza. Ése sí es el verdadero pecado de este país", sentencia el escritor Guillermo Arriaga, guionista de éxitos cinematográficos como Amores perros, Los tres entierros de Melquiades Estrada y Babel.
"Veo cada vez una separación más grande de la identidad de este país. Mientras un grupo de imbéciles con dinero cree que ir a una fiesta con Paris Hilton es lo máximo, 50 millones de mexicanos están en condiciones precarias". En una deliciosa casa del barrio de Coyoacán (al sur del Distrito Federal) está la productora donde Arriaga edita su última película. La conversación está salpicada de críticas feroces a los sectores dominantes, descripciones pesimistas y reflexiones esperanzadoras. "Mandamos a nuestros mejores hombres a Harvard, regresan con doctorados para gobernar este país y se dedican a robar y saquear. ¿No era la educación la base de todo? No, no es un problema de educación".
Pese a "la falta de confianza" de los mexicanos en sí mismos, a lacras paralizantes como violencia, impunidad y corrupción, Guillermo Arriaga está convencido de que hay otro México de gran vitalidad, con ganas de hacer cosas y que se rompe el alma trabajando. Le gusta el ejemplo de la familia Estrada, protagonista de la película. "Viven en una situación económica muy difícil y siempre están de buen humor. Es una familia que está construida para salir adelante. No me imagino cómo podrían ser derrotados". Afortunadamente, opina el guionista, hay más Lucios Estrada, ejidatario de Tamaulipas que vive de la pesca, que corruptos.
La falta de confianza tiene que ver, en buena medida, con un Estado autoritario que se mantuvo durante décadas y fomentó el clientelismo a base de subsidios y dádivas. La política mexicana del siglo pasado no puede comprenderse sin el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó sin interrupción durante 72 años. Tan sólo lleva seis fuera del Gobierno federal y su paso por la oposición no le ha sentado nada bien. Las diversas corrientes que históricamente convivieron sin problemas están hoy en pie de guerra. Las elecciones pueden definir un nuevo mapa político de México en el que no está nada claro cómo quedarán los principales partidos. Beatriz Paredes, candidata del PRI a la alcaldía de Ciudad de México, es una de las dirigentes más heterodoxas del priismo, capaz de hacer el análisis más lúcido, pero que se resiste a abandonar el barco. No tiene ningún empacho en señalar que es deseable la refundación de algunos partidos, que "en el caso del PRI es indispensable". En su opinión, están mirando para atrás y muy poco hacia adelante. "Se les movió la fotografía y todavía no encuentran su acomodo".
El proceso de transición del sistema político mexicano y el nuevo papel de los partidos no acaba de dibujarse. El país afronta los retos de la contemporaneidad con una dinámica económica que lo acercó a América del Norte, pero sigue teniendo problemas gravísimos de mala distribución del ingreso, grandes aglomeraciones de pobres y una necesidad de multiplicar sus relaciones en una visión multipolar y no sólo anclada en una región del mundo.
"Los mexicanos tenemos una relación muy compleja con la modernidad", estima Beatriz Paredes. "Nos fascina la modernidad. Segmentos de la población se lanzan con entusiasmo, a veces ciego, en torno de la modernidad. Y al mismo tiempo tenemos una vinculación entrañable, muy raigal, con la tradición".
En este México contradictorio, los tres principales candidatos a la presidencia de la República -López Obrador (PRD, izquierda), Calderón (PAN, conservador) y Madrazo (PRI, centro-derecha)- han exhibido durante la campaña electoral personalidades polarizantes que no auguran la articulación de un gran acuerdo nacional.
El proyecto de ciudad que Beatriz Paredes tiene en la cabeza contempla un gran proyecto cultural, a imagen y semejanza de Barcelona. "Ustedes han logrado que sea el candente de la imaginación, lo que les permite tener unos espacios maravillosos, a partir del respeto a la creación humana. Nosotros tenemos la capacidad, existen los artistas y el talento; están los edificios históricos, los templos prehispánicos, los templos coloniales de la más alta presencia. Hay que querer a la ciudad. No la han tratado con mucho cariño".
El cineasta Juan Carlos Rulfo, hijo del escritor Juan Rulfo, ha mostrado la cara menos conocida de la capital mexicana en el documental En el hoyo, premiado en varios festivales, que retrata la labor de los obreros en la construcción del segundo piso del cinturón periférico. La cinta da el protagonismo a una representación de la gente mexicana, de la vida cotidiana del ciudadano común, sea un albañil, sea un burócrata saliendo de su trabajo, o del ambiente que se vive en un pesero, los microbuses que pueblan las calles del Distrito Federal. "Conocemos más la vida de los gringos a través de su cine, podemos representar más ese tipo de vida que la nuestra. Creo que nosotros reproducimos más la vida extranjera que la nuestra".
Algunos le llaman el Michael Moore mexicano. "No tengo las dimensiones de él, pero trato de hacer lo que se pueda", puntualiza Juan Carlos Rulfo. "Una solución para la cinematografía nacional es, ahora que todo el mundo puede tener una cámara de vídeo en su casa, una computadora y puedes editar todo, sales a la calle y construyes una historia. Puedes construir un universo que representa cosas poderosísimas, mucho más fuertes que lo que puedes hacer con toda esta faramalla del cine de ficción".
El obispo Raúl Vera reivindica el anhelo de cambio de muchos y echa en falta un liderazgo que encauce el descontento. En su opinión, "no es López Obrador", pero reconoce que tampoco en las filas eclesiásticas están a la altura. "A los obispos nos está faltando sabiduría para tomar nuestro lugar. El evangelio es el que tiene una respuesta a que todas las personas tienen que ser sujetos, pero nosotros estamos contaminados por una mentalidad de poder".
Nación de naciones, México llega a unas elecciones trascendentales que, más allá de los insultos y descalificaciones de la campaña, están marcadas por el signo de la esperanza. La vitalidad de la que habla Guillermo Arriaga puede demostrar que, a pesar de las dificultades, los mexicanos son capaces de sobreponerse a los peores escenarios y mirar hacia el futuro. Hoy tienen una gran oportunidad.
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