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Reportaje:EXPOLIO DE OBRAS DE ARTE

El ladrón de los 97 mapas

El reputado cartógrafo Edgar Forbes Smiley III desvalijaba los más prestigiosos archivos

Los mapas antiguos cuentan que más allá del estrecho de Magallanes no había mar sino dragones, que el nuevo mundo de Cristóbal Colón estaba unido al continente por el que se paseó Marco Polo y que California era una isla. De cómo el mundo fue tomando forma queda constancia en la cartografía, y para Edgar Forbes Smiley III el dominio de esa ciencia le llevó a convertirse en uno de los marchantes de mapas antiguos más respetados de Estados Unidos.

Ese mismo hombre, que colaboró durante dos décadas con la Biblioteca Pública de Nueva York y que ayudó a construir algunas de las colecciones privadas más importantes de su país, ha admitido haber robado 97 mapas de las principales instituciones estadounidenses y británicas por valor de tres millones de dólares.

Una cuchilla en el suelo fue la causa de la detención de Edgar Forbes Smiley III, cuyos robos alimentaron algunas de las colecciones privadas más importantes

Cuatro de esos mapas los sustrajo de la Beinecke Rare Book and Manuscript Library, de la Universidad de Yale, el 8 de junio de 2005, minutos antes de que una bibliotecaria suspicaz se encontrara en el suelo una cuchilla sospechosa que provocaría que Smiley saliera de allí esposado.

Con mimo y guante blanco

Con 50 años y el cuerpo debilitado por una operación a corazón abierto y un año escondiendo la vergüenza de haber sido atrapado con siete mapas robados en el bolsillo -los cuatro de Yale y otros tres de diferentes instituciones-, Smiley, en libertad bajo fianza, ha confesado sus pecados en New Haven frente a un juez federal. En realidad se enfrentaba a un solo cargo: el robo de Vninersi Orbis, svterreni glo, un mapa valorado en 150.000 dólares y arrancado -con mimo y guante blanco- del libro Speculum Orbis Terrarum (El espejo del mundo), una rareza de 1578 firmada por el belga Gerard de Jode. El valor de ese mapa lo convertía en crimen federal.

Pero también había tres cargos contra él en un tribunal estatal por la desaparición de los otros tres mapas de Yale, de menor valor. Además, el FBI podía probar su culpabilidad en, al menos, otros 18 robos cometidos en otras bibliotecas.

Smiley corría el riesgo de ser condenado a 60 años de cárcel, así que llegó a un acuerdo con el fiscal y confesó 97 delitos cometidos desde 1998. Hasta el 21 de septiembre no se conocerá su sentencia, y, aunque no se librará de la cárcel, la máxima pena que se le puede imponer es de seis años, puesto que su colaboración en la recuperación de 92 de las piezas robadas reduce drásticamente la condena, pues sólo cinco mapas se han dado por perdidos.

Los 97 robos de los que se ha autoinculpado afectan a bibliotecas tan prestigiosas como la British Library de Londres, la Haughton Library de la Universidad de Harvard, la Chicago Newberry Library y la New York Public Library, de donde se llevó 32 mapas.

"Es muy triste. Ha sido un shock. No se corresponde con la imagen que teníamos de él", declaró Alice Hudson, la directora del departamento cartográfico, al conocer la noticia.

Uno de los efectos inmediatos que ha tenido el caso es que las instituciones que poseen atlas y libros antiguos han aumentado sus controles de seguridad. "Hasta ahora, cuando consultabas una obra, a ningún bibliotecario se le ocurría mirarla al ser devuelta. Ahora sí. En la Universidad de Harvard, desde que se supo lo de Smiley el verano pasado, siempre hay una persona acompañándote mientras trabajas", cuenta Jeremy Pool, responsable del Antique Map Price Record, una base de datos de publicación anual con más de 100.000 registros de mapas, precios y propietarios.

En los siglos XVI o XVII apenas había mapas sueltos como los que se despliegan en las películas de piratas. Todos formaban parte de atlas o libros. Pero cuando se pusieron de moda como decoración en el siglo XIX, no hubo pudor en arrancarlos para vestir un salón, y así se fue llenando el mercado.

"Ahora hacer algo así es un delito y un sacrilegio, pero es difícil perseguirlo si las bibliotecas no saben lo que tienen en sus archivos y si ni siquiera se enteran de que han sido asaltadas, que es lo más común en el caso de instituciones con miles de libros antiguos como la Biblioteca Pública de Nueva York", se queja Pool en conversación telefónica, algo que es admitido entre los bibliotecarios.

Para Tony Campbell, ex responsable cartográfico de las British Library, es imprescindible concienciar a su colectivo. "Si alguien roba la primera página de un Shakespeare no se lleva nada de valor económico. Si alguien arranca un mapa del continente americano de un libro antiguo, puede revenderlo con muchos ceros, ya que nadie sabrá su procedencia", clama en un ensayo publicado a raíz del caso.

El zarpazo no llegó a España

Según los documentos de la fiscalía, las bibliotecas españolas no sufrieron el zarpazo de Smiley. "Seguramente porque los mejores mapas españoles ya no están en España, sino en las bibliotecas británicas y americanas", asegura a este diario Bruce F. DeVine, un especialista de California que se enteró por esta periodista de que Smiley había confesado 97 robos. "Es increíble. Desde que lo arrestaron el pasado año era el principal tema de conversación en nuestro ambiente y se especulaba con que podría haber robado mucho más de lo que llevaba encima cuando lo arrestaron, pero nunca pensé que fuera capaz de tanto", afirma DeVine con sorpresa.

Para Susan Benjamin, con 21 años de experiencia en el negocio, el caso de Smiley ha mermado la confianza entre marchante y coleccionista, según comentó a este diario. "Somos una comunidad pequeña, unos pocos miles, y si se pierde la confianza se daña el negocio. Lo único bueno que se puede esperar es que ahora los coleccionistas exijan conocer la procedencia de las obras, algo que antes nadie hacía".

Cuando a Smiley alguien le preguntaba de dónde sacaba los mapas que vendía, solía contestar: "De un antiguo cliente", según circula entre los anticuarios. Él nunca llegó a coleccionarlos. "Eso es la ruina de un marchante", dijo una vez. En su lugar, Smiley coleccionaba discos de blues de 78 revoluciones, que, según sus conocidos, llenaban las estanterías de una de sus casas en Sebec (Maine).

Casado y con un hijo, propietario de un café y un comercio en ese pueblo y de otra casa en la exclusiva isla Martha's Vineyard, donde veranean los multimillonarios de la Costa Este, su tendencia a gastar y a defraudar al fisco -que le cazó al menos dos veces- podrían haber sido las causas que le incitaron al delito. "El problema no es encontrar compradores, sino encontrar piezas realmente buenas para vender", declaró en 1990 en una entrevista en The Times. Smiley optó por robarlas para seguir alimentando el mito de ser el mejor. Al final fue víctima de su mejor aliada: la cuchilla que cayó de su bolsillo en la biblioteca de Yale tras años de fructíferas colaboraciones.

Edgar Forbes Smiley III.
Edgar Forbes Smiley III.AP

El erudito pecador y Hernán Cortés

LOS ESPECIALISTAS en mapas antiguos suelen ser eruditos, amantes de la historia y la geografía, con pasión por los viajes y la cultura. Como Smiley. "Tenía muy buena reputación y sabía mucho más que otros. Por eso supo elegir tan bien lo que robaba", explica la marchante Susan Benjamin. Smiley era especialista en mapas de la época de los descubrimientos y de Nueva Inglaterra. El más antiguo que sustrajo era una imagen del Nuevo Mundo tal y como lo describió Hernán Cortés en 1524. "Son algunos de los más caros. Nadie quiere mapas de Francia, pero sí de América, y sobre todo del área de Boston", explica Joel Kavarsky, de la International Antiquarian Mapsellers Association. Smiley, originario de esa zona, nunca perteneció a esa organización y tampoco a la de vendedores de libros antiguos. "Iba por libre", confirma Jeremy Pool.

Nacido en Manchester (New Haven), acarició la idea de hacerse cura. Pero se graduó en Historia y se sumergió en la cartografía al conseguir un trabajo en una tienda de antigüedades de un centro comercial. Allí fue construyendo su cartera de clientes. El principal, Lawrence H. Slaughter, acumuló una colección tan selecta que la donó a la Biblioteca Pública de Nueva York, donde Smiley era recibido con alfombra roja. Pero según anticuarios como Bill Reese y Graham Arader III, Smiley "apestaba". Le acusan de vender mapas imposibles de encontrar legalmente. Curiosamente, su página web está activa. Y su correo también. Pero no contesta. Su única declaración pública desde su arresto hace un año la hizo ante el juez: "Estoy muy arrepentido y quiero disculparme

ante las instituciones a las que he dañado". ¿Robó más de lo que dijo?

Nadie lo sabe. Los únicos testigos de sus crímenes son los libros y el silencio de las bibliotecas.

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