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Columna
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¿Se parecen Allianz y Deutsche Bank?

Joaquín Estefanía

Allianz, la mayor aseguradora europea y una de las primeras del mundo, acaba de anunciar el despido del 10% de su plantilla, 7.500 personas; casi al mismo tiempo hacía públicos los beneficios del primer trimestre del año, 1.800 millones de euros, un 38,5% más que en el mismo periodo de 2005. No son números casuales: en 2005, la aseguradora tuvo 4.380 millones de euros de beneficio neto, un 30,7% más que en 2004. En febrero de 2005, la más importante institución financiera alemana, el Deutsche Bank, hacía dos anuncios simultáneos: el banco había obtenido en 2004 un 87% más de beneficios que el año anterior y despediría a 5.000 trabajadores para seguir siendo competitivo.

En ambos casos, las reacciones manifestaban el estupor ante lo que parece que va a ocurrir: el sindicato del sector de servicios Verdi ha comentado, ante la previsión de Allianz de otros resultados récord para 2006, que "los empleados esperan con razón que la reestructuración se lleve a cabo con ellos y no contra ellos". En relación con el Deutsche Bank, un dirigente de la CDU-CSU (democracia cristiana) declaró: "Es una señal de que la ética en la economía amenaza con desaparecer. Orientarse sólo a los beneficios es una muestra de pensamiento cortoplacista. Hay que pensar en el ser humano y hacer una economía para el ser humano". ¡Qué pensamiento más demodé!...

En la presentación de la revista Claves de la economía mundial, correspondiente a 2006 -que edita el Instituto Español de Comercio Exterior y elabora el Instituto Complutense de Estudios Internacionales- se habló la pasada semana de la inseguridad económica que generan fenómenos como los despidos colectivos y deslocalizaciones, que pertenecen ya al medio ambiente de hoy. Cuando suceden acontecimientos empresariales como los descritos antes, muchos ciudadanos dudan de los beneficios de una globalización -causante de los mismos- que no responde a los perfiles hagiográficos que durante bastantes años se ha estado haciendo de ella. En muchas circunstancias, la globalización realmente existente no es inclusiva, sino exclusiva y genera una amplia sensación de inseguridad económica. Hace unos meses, el ex ministro de Economía francés con Lionel Jospin, Dominique Strauss-Kahn escribía un artículo en Le Monde, titulado expresivamente Nos preparan para la inseguridad económica, en el que advertía de la subestimación del problema: se comete con la inseguridad económica la misma equivocación política que con la inseguridad ciudadana. Hay un incremento de la sensación de inseguridad, independientemente de que sea real o no. Los despidos masivos, las deslocalizaciones y de servicios, la fragmentación del mercado laboral, etcétera, son problemas sistémicos que afectan a la calidad de la democracia porque el ciudadano desconfía de la misma, siempre que le genere más inseguridad.

Además, esta inseguridad ya no perjudica sólo a los trabajadores poco cualificados o de las industrias de chimenea, sino a los asalariados del sector de los servicios, en muchos casos muy cualificados, y que tienen más acceso que los primeros a la opinión pública. De la noche a la mañana hay profesiones que se creían protegidas de los efectos nocivos de la globalización por su formación, y que ahora también se encuentran expuestas a los vaivenes del mercado mundial. Dice el economista Daniel Cohen: "Siempre hará falta un médico que ponga el oído sobre el pecho de un paciente, pero ya no necesariamente para examinar sus radiografías. Un radiólogo indio puede ofrecer un análisis útil y más barato o, al revés, si el caso es difícil, la opinión del mayor especialista internacional podrá solicitarse en la red... El médico de cabecera sale ganando con la globalización. Su colega radiólogo deberá luchar duro para hacerse un hueco en el segmento más elevado del mercado".

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