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Reportaje:

Más vivienda pública para superar el estigma

La rehabilitación de miles de viviendas y el desmantelamiento de poblados chabolistas, asignaturas pendientes de Villaverde

Hace cuatro meses, unos veinteañeros que se habían peleado la víspera con el dueño de un bar del centro de Villaverde Alto regresaron al local por la noche y se vengaron "dándole con un sable en la cabeza". El herido sobrevivió, pero sigue convaleciente, los agresores fueron detenidos "y están en libertad a la espera de juicio", según cuenta otro de los socios del local, que no quiere dar su nombre ni el de la cafetería. A este hombre no hay quien le convenza de que la delincuencia en Villaverde es un tópico a superar. La ha sufrido en sus carnes. Pero otros vecinos del distrito se esfuerzan por explicar a quien quiera oírles que en este barrio del sur, el más pobre junto a Puente de Vallecas, según las estadísticas municipales, hay mucha gente que vive feliz y tranquila.

"La gente joven no ha podido esperar: se han ido a Leganés, a Parla", cuenta un comerciante
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Y eso que su historia ha sido todo menos tranquila. La fuga de empresas en los años ochenta y noventa provocó la pérdida de miles de puestos de trabajo (asociaciones de vecinos y sindicatos la cifran en más de 30.000 empleos). "La economía de todo el distrito se resintió; el paro sigue siendo el doble que en el resto de Madrid. Y las bolsas de desempleo siempre generan marginalidad", dice José Manuel Feito, secretario de Acción Sindical de CC OO.

Al mismo tiempo, Villaverde se convirtió en lugar de realojo de familias de otras zonas de Madrid que vivían en poblados chabolistas o en infraviviendas. "Éste ha sido el distrito-recogedor de toda España. Y durante años no nos hicieron ni caso. Denunciamos el problema del Salobral cuando había cuatro chabolas. Hoy son 400, el poblado más grande del país", se lamenta Francisco Pascual, presidente de la Asociación de Comerciantes de Villaverde Alto. Comunidad y Ayuntamiento de Madrid acordaron hace seis meses afrontar el desmantelamiento del Salobral, que durará dos años.

"Villaverde no habría llegado a este punto si las administraciones hubieran invertido en vivienda pública. Pero no ahora, que es cuando se están poniendo a hacerlo, sino hace 20 años. La gente joven no ha podido esperar: se han ido a Fuenlabrada, Leganés, Parla...", continúa Pascual.

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El alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, asistió el pasado noviembre al inicio del desmantelamiento del poblado de Plata y Castañar, donde malvivían 600 personas, y prometió que en ese suelo se construirán 2.000 pisos (el 70% de ellos, a precio barato). Otras 2.000 viviendas quiere levantar el Ministerio de Defensa en el antiguo cuartel del Capitán Arenas, en el barrio de Los Ángeles. "Está bien, pero llega tarde", insiste el presidente de los comerciantes.

En Villaverde hay barrios enteros por rehabilitar. Las administraciones pusieron sus ojos primero en San Cristóbal de los Ángeles, levantado por el Estado en los años cincuenta con viviendas de protección oficial sobre unos terrenos endebles. Ayuntamiento, Comunidad y Ministerio de Fomento acordaron en 1999 declarar área de rehabilitación integrada todo el barrio, lo que implicaba subvencionar las obras de reforma de 4.313 viviendas. Pero a principios de este año sólo estaban terminadas o en proceso de reforma 482 casas (el 11%). La asociación de vecinos La Unidad asegura que hasta hace un par de años las instituciones no hicieron nada para impulsar las obras, aunque admite que buena parte del retraso es culpa de los propios residentes, algunos de los cuales son reacios a rehabilitar porque deben pagar parte del coste.

"Es verdad, se ha tardado en arrancar. Pero ahora vamos a velocidad de crucero. Esto no hay quien lo pare", afirma seguro Carlos Izquierdo, concejal-presidente del distrito (PP). Y adelanta el próximo capítulo: la rehabilitación de Ciudad de los Ángeles, "la mayor operación de inversión en un barrio para reconstruirlo". "Hay que cambiar la idea que se tiene de Villaverde cambiando su fisonomía", insiste Izquierdo.

La fisonomía la están cambiando también los inmigrantes, que ya superan el 40% de la población en barrios como San Cristóbal. Manuel, peón de la construcción, y Teresa, camarera, ambos ecuatorianos, comían un bocadillo con su hijo Darieth el pasado jueves en el parque del Tío Basilio. "Cuando vinimos, hace cinco años, éramos casi los únicos de nuestro país. Ahora somos miles". A los dos les gusta Villaverde porque "está todo a mano: Renfe, los bancos, las tiendas...". "¿Inseguridad?", Manuel se encoge de hombros. "Pues no la hemos notado. Lo importante es que pongan el metro".

Charo Martín: "Tienda que cierra, tienda que reabren los inmigrantes"

No pasa un día sin que Charo Martín se acerque -una vez por la mañana y otra por la tarde- a ver cómo va la construcción de su casa. "Me sé hasta los ladrillos que han puesto hoy", sonríe. En marzo de 2004, a sus 66 años, fue desalojada junto a su marido y otro centenar de vecinos de un bloque ruinoso de la calle de Godella, en San Cristóbal de los Ángeles, uno de los cientos de edificios que Ayuntamiento y Comunidad acordaron rehabilitar en 1999. Ella y sus vecinos fueron realojados en pisos del Ayuntamiento, y el próximo octubre, si se cumplen los plazos, volverán a sus casas, que más que rehabilitadas han sido reconstruidas de nuevo.

"Estas viviendas estaban fatal, se caían a trozos. En 1982 ya tuvimos que ser desalojados; vivimos tres meses en tiendas de campaña y luego tres años en prefabricados. Hacían arreglos, pero eran auténticas chapuzas. Hasta que las administraciones se decidieron a rehabilitar de verdad", cuenta Charo.

En esa casa ruinosa tuvo ella a sus dos hijos y entre esas paredes ha pasado media vida, desde que llegó a Villaverde en 1959 procedente de otro barrio desalojado del centro de Madrid. Defiende Villaverde a ultranza, y por encima de él, a San Cristóbal. "Es posible que seamos los más pobres de Madrid, porque aquí todo el mundo es currito. Pero no se vive tan mal como dicen. Eso sí, lo que se está notando últimamente es que tienda que cierra, tienda que reabren los inmigrantes. A mí no me importa, tenemos que convivir", dice Charo. Y se despide igual que se presentó: "¡Por favor, escribe las cosas bonitas de mi barrio!"

María Esther Díaz: "Mi sobrina siempre quiere volver a Villaverde"

Nació en el barrio de Salamanca y ha acabado viviendo en Villaverde Alto. Contra lo que pudiera dictar el tópico, María Esther Díaz, de 39 años, se siente más a gusto en el segundo. "¡Pero si es que mi barrio es muy bonito! Es verdad que a veces hay atracos. Donde yo vivo, en Puebla de Sanabria, junto a las torres [pisos de realojo], ha llegado a entrar la policía hasta con helicópteros. Hacen redadas y cierran el barrio. La última vez, hace dos años. Pero tampoco es la norma. A mí me han atracado sólo dos veces en cinco años. Y, fuera de eso, Villaverde tiene otras cosas. Yo traigo de compras a mi sobrina, que vive en Móstoles, y siempre me dice: '¡Tengo que volver!'. Hay muchos parques, la gente es majísima... Villaverde es un gran distrito", sentencia Esther con entusiasmo mientras apura el aperitivo en la cafetería El Siglo, a unos metros de la plaza de Ágata.

Trabajó durante años: cuidando niños, ayudando a su padre, organizando eventos en una empresa... Después se casó, nació su hijo y ahora es ama de casa. Se conoce el distrito como la palma de su mano. Ha vivido en Villaverde Bajo, en El Espinillo, y hace cinco años se pasó a Villaverde Alto.

"Villaverde Bajo se ha quedado más estancado. Aquí hay más vida, parejas jóvenes...". Y cada día más inmigrantes. "No me molestan nada", asegura. "Tengo una amiga casada con un marroquí, Jani [señala a la camarera] es ecuatoriana y fabulosa, y a mi abuela la cuidó una mujer también ecuatoriana. Claro, hay de todo, pero como en todas partes".

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