30.000 jubilados y sólo dos centros de día
Uno de cada cinco vecinos de Chamartín es mayor de 65 años. La Junta admite que faltan dotaciones
La estadística, a veces, puede ser fatal. "Ah, ¿que somos los más ricos? Pues qué bien. ¿Y dónde está lo mío?", pregunta al otro lado del mostrador el dueño de la mantequería La Gloria, en la plaza de Prosperidad. Una clienta que tampoco quiere dar su nombre pide un poco de embutido e insiste en lo mismo: "Mire, yo hace un año que espero a que me den una plaza en un centro de día para mi suegra. Eso es lo que sé".
Chamartín es la cabeza de Madrid en renta per cápita y está a la cola en tasa de paro, pero sus seis barrios albergan notables diferencias -la renta de El Viso duplica la de Prosperidad-, y todos comparten lastres comunes: un exceso de oficinas que conlleva escasez de aparcamientos, y la falta de dotaciones públicas para afrontar nuevos problemas, como el envejecimiento y la inmigración.
Es uno de los distritos más envejecidos, y uno de los que tienen menos centros para mayores
La apatía vecinal se ha desperezado con motivo de la reforma de una plaza y un parque
Hay, sobre todo, una cuestión sin resolver: de los 145.000 habitantes del distrito, el 20,4% (casi 30.000 personas) tiene más de 65 años y, de éstos, 9.200 ya han cumplido 80 o más. No todos viven solos -IU calcula que un 30% sí-, no todos son dependientes, pero el Ayuntamiento es consciente de que faltan equipamientos. No hay un solo centro de día municipal -el primero, con 45 plazas, será inaugurado en julio-, aunque sí dos centros de titularidad privada (85 plazas) subvencionados con dinero público. Chamartín es uno de los distritos más envejecidos y uno de los que menos dotaciones para mayores tiene.
"Necesitaríamos un centro de día en cada barrio. Y otro de especialidades médicas, que llevamos años pidiéndolo y no nos hacen ni caso", protesta Gloria Cavanna, presidenta de la Asociación de Vecinos Valle-Inclán. "Lo del centro médico no es competencia nuestra sino de la Comunidad. Otra cosa son los centros de día: es cierto que hay una demanda creciente y tenemos que ponerle solución. Inauguramos ahora el de la calle del Palmito, y seguiremos con más en cuanto encontremos suelo disponible", replica el concejal-presidente del distrito, Luis Miguel Boto (PP).
La estadística vuelve a volatilizarse cuando se habla del estado de algunos equipamientos. En el distrito más rico, los nueve colegios públicos están enclavados en edificios tan viejos que requieren obras de reforma cada verano. "Francamente, es increíble que todos los años tengamos que estar peleándonos para que las persianas de un colegio estén en condiciones, a otro le cambien la pintura o en otro arreglen los baños y la cocina. Sí, pueden parecer problemas menores, pero es que estar con problemas menores a estas alturas es inadmisible", afirma José María Quixal, representante de IU en el distrito.
Cándido Fernández, concejal del PSOE, busca una explicación para ese aparente abandono: "Este distrito es desde hace tiempo un granero de votos del PP. Las protestas vecinales son puramente simbólicas, no hay conflictividad social. Por eso está dejado en cuanto a dotaciones: colegios obsoletos, menos centros de día que nadie... Es verdad que ahora han empezado a arreglarse cosas, pero es una política de parcheo".
A las seis de la tarde, la plaza de Prosperidad está a rebosar de vecinos. Grupos de jubilados, madrileños de toda la vida, toman el sol sentados en bancos, fuman y dan de comer a las palomas. Alejados unos metros, en bancos distintos, los inmigrantes, dominicanos en su mayoría. Sólo en un caso comparten espacio: hay varias mujeres ancianas que pasean acompañadas por mujeres inmigrantes. "Esto es una inundación. Entran y salen de ahí muchos más extranjeros que españoles", dice Darío, de 80 años, mientras señala sonriente pero extrañado la boca de metro. La tasa de inmigrantes en Chamartín (12%) está aún por debajo de la media de la ciudad (16%), pero crece en progresión geométrica.
"En El Viso la inmigración no genera roces: los vecinos españoles tienen personal de servicio más barato que nunca. Pero en Prosperidad sí: aquí hay muchos extranjeros que viven hacinados en pisos, y eso crea problemas de convivencia, es inevitable", reflexiona el vocal de IU. Luis Miguel Boto lo niega: "Yo vivo en Prosperidad desde hace 35 años. Convivimos todos perfectamente".
La apatía vecinal que parece acompañar a los distritos ricos se ha desperezado en las últimas semanas: la reforma de la plaza de Prosperidad -los residentes temen que se convierta en un bloque de cemento sin árboles- y el proyecto para construir un aparcamiento con 800 plazas bajo el parque de Berlín han provocado quejas e incluso protestas sonadas. "¡Convocamos una manifestación y vinieron mil personas! Insólito", cuenta triunfante Quixal.
Valentín San Millán: "Cuando yo llegué, esto era campo"
Valentín San Millán se ha sentado al sol en un banco de la plaza del Sagrado Corazón de Jesús y desde allí mira jugar a niños de varias nacionalidades. Luce unos increíbles 85 años, vestido con un traje impecable a pesar del sofoco. Es de Chamartín "de toda la vida", aunque nació en Santander. Su mujer murió hace un año y vive solo desde entonces. Cuenta que fue inspector de tributos del Ayuntamiento y que hoy disfruta de la jubilación en un barrio que "tiene de todo". Luego recapacita y admite que no hay centro de día municipal, ni un centro médico de especialidades. "Es verdad, tenemos que irnos hasta Doctor Esquerdo... Pero bueno, se va".
Cuando él llegó Chamartín "era todo campo". Ahora no sólo ha cambiado su paisaje, sino su acento. "Lo de los inmigrantes ya es un poco demasiado, ¿no? Estamos infectados", susurra con media sonrisa. Pero vuelve a recapacitar: sus nietas, de las que se siente tan orgulloso, han viajado por medio mundo con proyectos de ONG y le han explicado que "esta gente viene porque lo necesita". "No, si es verdad que traen cosas buenas: aquí hay muchas mujeres inmigrantes que cuidan a personas mayores. Yo tengo dos rumanas que me ayudan en casa... Soy solidario con ellas: les voy a arreglar los papeles".
Wanda, Patricia y estefanía: "¡Una fuente en la plaza, por favor!"
"Echo de menos todo", responde Wanda cuando se le pregunta si añora su país, Santo Domingo, del que salió con sus padres para aterrizar en Madrid hace ocho años. Hoy cuenta 16, y como buena adolescente es capaz de pasarse horas en un banco de la plaza de Prosperidad, "chismorreando" con sus amigas una tarde de junio ya sin clases.
Sus amigas son Patricia y Estefanía. La primera, española de madre dominicana; la segunda, española a secas. En realidad, son las dos igual de españolas, y nacieron las dos aquí, pero en la plaza hay "señoras mayores" que miran mal a Patricia "por ser morena".
Ella se lo toma un poco a guasa, Wanda es más combativa. "Viene la policía, por ejemplo. Y si ve a dos ecuatorianos o a dos dominicanos borrachos, con los botes de cerveza en los bancos, les pide el DNI. A los españoles, que hacen lo mismo, nunca se lo piden", protesta frunciendo el ceño. Después, gira la cabeza y de nuevo sonríe mientras señala un banco en el que hay al menos diez mujeres con niños: "Mira, ésa es mi familia. Sí, sí, todos son familiares. Y aún faltan mi padre y mis tíos. ¡Abuelaaaaaaa!".
A las tres chicas les gusta vivir en la Prospe. Sólo piden "¡una fuente en la plaza, por favor!", y menos rechazo por parte de los habitantes más castizos del barrio. "La gente joven se mezcla con nosotras normalmente. Los señores mayores, no tanto". Estefanía asiente: "Son mis amigas. Nos gustan las mismas cosas. Si es que son iguales que yo".
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