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Una corriente de aire mortal

La instalación de molinos de viento diezma una población de águilas marinas en Noruega

Dejarse llevar por el viento ya no es una actividad recomendable para las águilas de Noruega. La instalación de una serie de molinos de viento frente a la costa ha cortado el paso de una de las colonias más importantes de pigargo europeo (Haliaeetus albicilla), un ave rapaz amenazada. La denuncia ha sido realizada por ecologistas de Reino Unido, que han hecho un seguimiento intensivo del efecto de los molinos en la vida salvaje de las islas Smola, en la costa de Noruega, como parte de una campaña contra la instalación de estructuras similares en Escocia.

El resultado del trabajo es desolador: de las 20 parejas de este tipo de ave rapaz que anidaban en las islas, sólo queda una. Todas las crías de la última puesta se han perdido, atrapadas en el giro de las aspas. Los animales jóvenes, con un vuelo más inseguro y menos experiencia, son las principales víctimas de esta tecnología, afirma la Real Sociedad para la Protección de las Aves (RSPB en sus siglas en inglés).

Las islas Smola, un pequeño archipiélago a unos 10 kilómetros de la costa noroeste de Noruega, fueron declaradas una reserva natural de aves por la organización Birdlife International en 1989. Pero en esta ocasión las turbinas han sido colocadas justo en el paso obligado de las aves.

Estas grandes rapaces necesitan utilizar las corrientes ascendentes de aire para remontar el vuelo cuando se lanzan desde los acantilados en los que anidan. Pero esas corrientes de aire son precisamente las que los ingenieros que plantaron los molinos estaban buscando como una fuente limpia de energía.

La Real Sociedad para la Protección de las Aves no quiere plantear su denuncia como un ataque a las energías renovables, una alternativa que es beneficiosa para el medio ambiente porque ayuda a reducir el calentamiento global. "Simplemente, no pueden plantarse los molinos en sitios estúpidos", ha dicho a la BBC su director, Mark Avery.

Los conservacionistas temen que la situación se repita en los futuros parques eólicos planeados por el Gobierno noruego, que quiere aprovechar el potencial de los vientos árticos para diversificar sus fuentes de energía, que depende actualmente casi en exclusiva del petróleo y el gas del Mar del Norte. De momento, el Instituto Noruego para la Conservación de la Naturaleza y la empresa Statkraft, dueña de los molinos, van a iniciar un estudio para medir los efectos de los molinos y buscar alternativas.

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