Temblores orientales

A estas alturas, el rico filón que propició en Occidente el descubrimiento de Ringu / The Ring, de Hideo Nakata, y todas las continuaciones que catapultó, parece sencillamente inagotable. Véase: también en esta humilde, pero no desdeñable peripecia tailandesa, la cosa va de accidentes fortuitos, de fantasmas que regresan para cobrar lo que creen que se les debe, de culpas sobre las espaldas de los atribulados, temblorosos protagonistas.

También aquí se propicia un tratamiento de la imagen en tonos de choque, la creación de una atmósfera de insana efectividad; y también aquí no se escatiman los golpes de efecto para dejar helado al respetable. Pero, como las películas de Nakata y de sus continuadores, y pese a la humildad de la propuesta, no cabe duda de que los amantes del género están de parabienes: no es el colmo de la novedad, pero sus golpes escondidos, la pesadez de su atmósfera y un atinado control de las apariciones llevan las cosas justamente a ese terreno que tanto gusta a los amantes del género: el de los gozosos, tormentosos temblores.