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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Estatut de Miravet

De Núria a Sau, los estatutos de autonomía de Cataluña han tenido tradicionalmente denominación de origen. ¿De dónde es el estatuto que el pueblo soberano aprobó ayer? Bueno, el texto se ha elaborado básicamente en Barcelona, pero hay que convenir que Estatut de Barcelona viste más bien poco. Si se recuerda, el 12 de noviembre de 2004 hubo una reunión en Miravet, a orillas del Ebro, que ha medio consolidado el nombre de Estatut de Miravet. Suena bien: tres sílabas a lado y lado, las centrales con idéntica vocal luminosa, las finales acabadas con la misma te oclusiva. De aquella reunión, habida en un viejo molino restaurado, salió un comunicado de buenas intenciones firmado por los cinco líderes políticos -Saura, Carod, De Madre, Mas, Piqué-, presididos por Pasqual Maragall. Fue papel mojado: el comunicado sancionaba el compromiso de todos los grupos políticos y del propio presidente para "superar las diferencias que puedan plantearse en el transcurso del debate estatutario", y ya se ha visto que no ha habido forma humana de superar esas diferencias. De aquella reunión salió también una amable foto de familia, con el suave meandro del río por fondo.

Miravet era el sábado un buen lugar donde reflexionar sobre el voto, visto el alto valor simbólico que el lugar había tenido en todo el proceso. En el pueblo no había más propaganda electoral que un cartel de Esquerra Republicana invitando al voto negativo. Vaya. En cambio, muchos carteles advertían de que no se aparcara en la plaza junto al Ebro desde las 22.00 horas del sábado hasta la misma hora del domingo, pues allí iba a celebrarse la Festa de la Cirera. Una marca en una pared indicaba el nivel que alcanzaron las aguas en una crecida de principios del siglo pasado: a ojo de buen cubero, por encima de los cinco metros. El río siempre inspira paz y buen rollete hasta que se desborda. Como el Estatut. La subida al castillo se efectúa por rampas de hasta el 10% de pendiente. El recinto está en fase de restauración, las entradas se expenden en un barracón de obra (2,40 euros la tarifa adulta sin descuentos). Se accede al patio de armas a través de un grueso muro a un lado del cual se encuentran las dependencias del cuerpo de guardia y al otro una gran cisterna para almacenar agua, imprescindible para hacer frente a los asedios. La sensación que produce el conjunto es de una imponente y sólida estructura... vacía de contenido. Como metáfora del Estatut da pavor, sí.

Hay restos ibéricos y andalusíes preexistentes, pero las dependencias hoy visitables datan fundamentalmente de la segunda mitad del siglo XII y del XIII, cuando el conde Ramon Berenguer IV conquista la plaza a los sarracenos y la cede a la orden de los Templarios -mitad monjes, mitad soldados- en el verano de 1153. A los historiadores no les consta cuánto tiempo duró el asedio, junto con Siurana el último reducto musulmán tomado por los señores feudales catalanes, pero debieron de ser varios meses, como sugiere la expresión cum magno labore ('con mucho esfuerzo'), consignada en el acta de cesión del castillo y sus propiedades a Pere de Roera, maestro templario de Provenza y España (el documento está conservado en el Archivo de la Corona de Aragón). Desde luego, el Estatut también se ha eleborado cum magno labore, hasta dejar a la población exhausta, de eso no cabe ninguna duda.

A partir del siglo XIV empiezan unas luchas fratricidas que me guardaré mucho de equiparar con las del tripartito. En 1307 Jaime II de Cataluña y Aragón ordena la expropiación de todos los bienes y la detención de todos los templarios. De nuevo, un largo asedio desemboca en 1308 en la capitulación de Berenguer de Sant Just y en la entrega de la plaza a la orden enemiga de los Hospitalarios. Posteriormente, esa alternancia se consolidará como el sino de la fortaleza de Miravet. Durante la guerra de Sucesión será expugnada por el ejército borbónico, y a lo largo del siglo XIX caerá diversas veces en manos ora carlistas, ora liberales. Por no hablar de la Guerra Civil: en abril de 1938 fue ocupada por fuerzas franquistas; en julio, tras un largo asedio, la tomaban los republicanos y el 7 de noviembre, al final de la batalla del Ebro, volvía a manos nacionales por la intervención de las fuerzas de la 74ª División, según consigna Artur Bladé (El castell de Miravet, Rafael Dalmau Editor, 2001).

Una sangría. Pero los políticos sonreían a cámara en aquella foto de familia del 12 de noviembre. Yo diría que se colocaron en la llamada terrassa jussà, la inferior, del siglo XVII. La vista es más espectacular desde la superior, situada encima de la iglesia románica, pero a ella se accede por una escalera de caracol de 44 escalones de piedra, no apta para quien sufra vértigo. En fin, Miravet, un pasado duro y tenso, como la vida misma. El Estatut también ha provocado el asedio y rendición de un gobierno, lo cual no es ninguna broma. Ambos, en cualquier caso, forman ya parte de la historia.

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