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COLUMNISTAS

Otras formas de vida

Acabo de recibir una noticia aterradora. Parece que está aumentando la audiencia de los programas de televisión que simplemente consisten en que un periodista inteligente entreviste a una persona inteligente que se dedique a una actividad interesante.

Me he quedado helada. ¿Adónde vamos a ir a parar? ¿Es posible que pierdan su empleo los esforzados seguidores de informaciones muchísimo más impactantes -e importantes-, tales como las décimas de fiebre que tiene hoy el enfermo agonizante o el número de veces que la amiga lesbiana de un trabajador del sexo importado de Cuba se vio en secreto con la esposa lesbiana del portero de la finca? ¿Vamos a perder, por culpa de las entrevistas sensatas, la oportunidad de seguir las tremebundas sagas?

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Si, en este país, la gente empieza a aficionarse a esa cosa tan básica del periodismo televisivo que es la entrevista pura y dura -Larry King lleva décadas haciéndolo, y con éxito: se me ponen los campanarios de punta-, ¿qué será de nosotros? Si abandonamos a todo correr los programas de gritos, chillidos e insultos, y nos arrojamos a los pies de Jesús Quintero, de Antonio San José, del barcelonés dúo de La Contra (Amela y Amiguet) en TD8 y de Mònica Terribas en TV3, de todos los buenos profesionales… Si ello ocurre, ¿nos pasaremos también en masa a programas, Dios, no me atrevo a pronunciar la palabra, culturales? Sí, ya saben, esos en donde aparecen escritores, poetas, pintores y otros pájaros. Programas de infiltrados, como es natural, y que tienen un éxito que no merecen, pues en ellos no salen descerebradas operadas de los morros, ni morrazos que donaron su cerebro en los programas de sobremesa, entre mesa y mesa, durante la mesa y después de la mesa.

¿Puede ser verdad que los telespectadores y las telespectadoras estén empezando a sentir un hartazgo y una náusea de ese Sindicato del Hígado Rosa y, lo que es peor, les ocurra lo que a mí, que ya no distingo a un dicho informador de Ello de otro dicho informador de Ello, ni a una depredadora de otra? Sería muy de lamentar que la especie se extinguiera -aunque no creo yo que eso suceda-, pues cubren un papel en nuestra sociedad, un papel que antiguamente y de forma popular se llamaba el tigre, que era el trapo con que todo trasero se limpiaba la propia mierda. Sin ese recogedor de heces, ¿cómo vamos a oler lo que nuestra sociedad caga?

Pero perdónenme por las palabras soeces, bien sabe el cielo que no pretendo en este momento entrar a competir con quienes mejor manejan la inmundicia innecesaria convertida en necesidad informativa. Ya se hace, y bastante bien, desde los medios serios y las televisiones públicas, aunque, por mucho que se esfuercen, nunca alcanzarán la bajura del investigador privado, y sí, puede que consigan más clientes, aunque dudo mucho de que obtengan más lectores y seguidores.

Es aterrador que, finalmente, la cultura no repugne tanto como dicen, y que Cheque en blanco vaya bien; y que Jesús Vigorra renueve año tras año su compromiso con el programa El público de la 2 de Canal Sur; y que sigan dando la cara los responsables de Forum de ETB2 y de Miraxes, de TVG. No me cabe en la cabeza. Mas ¿es comprensible que haya seres que, viendo estos programas de las diferentes autonomías y hasta de alcance nacional -y La mandrágora, y Saló de Lectura-, lleguen a pensar que la televisión, y hasta la vida, podría ser de otra manera, y que se entreguen al pernicioso vicio de mejorar lo suyo, y lo de alrededor, con un poco de educación y más conocimientos?

Hay una investigación que establece que las mujeres que ven los programas de cotilleos y las telenovelas de sobremesa y los espacios de concursos son 7,3 veces más propensas a tener problemas de memoria a largo plazo. Las que sólo ven telenovelas lo son en un porcentaje de 13,5. Es decir, que lo estábamos consiguiendo. Tanto investigar en los cubos de la basura había dado como fruto la memez inmediata y la senilidad anticipada. Y ahora, este mazazo, esta revalorización de lo inteligente. ¡Madonna!

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