La última oportunidad
Las esperanzas suscitadas por la llegada de Josep Pons como director titular a la Orquesta Nacional de España han sido lo suficientemente poderosas como para pensar que su frustración supondría algo más que un suma y sigue para una formación que llevaba hasta entonces demasiado tiempo zozobrando, en un viaje a ninguna parte que al fin se corrigió de la mano del tándem formado por Pons y el hasta hace unos días gerente de la orquesta, Félix Palomero.
La ONE fue en su momento una excelente orquesta, regida por un talento de la dirección como fue Ataúlfo Argenta y prácticamente sin competencia en el panorama nacional. Los años fueron cambiando esa realidad. La llegada de Frühbeck de Burgos -más preocupado por su propia carrera internacional-, los desencuentros con Ros Marbà y López Cobos, la ausencia de invitados de categoría y el conflicto laboral permanente hicieron que la orquesta se ganara una mala fama que no le benefició en absoluto. Por otra parte, la creación de nuevas orquestas españolas pusieron en evidencia algo que la ONE jamás hubiera pensado en llegar a oír: ya no era la mejor. Y esa evidencia actuó como catalizador de un proceso crítico que llegó hasta a hacer pensar en si realmente valía la pena mantener en funcionamiento algo tan problemático.
Con Josep Pons las cosas han cambiado sustancialmente. La programación posee un interés evidente y es comparable en sus contenidos a los de cualquier orquesta europea con afanes de servir a la sociedad en la que se inserta, de combinar con criterio lo tradicional y lo nuevo. Paralelamente a eso, la orquesta ha renovado parte de su plantilla, y los buenos resultados comienzan a verse en cada concierto, sobre todo en esos especialmente comprometidos que han enfrentado a muchos de esos nuevos atriles con músicas del barroco dirigidas por expertos cuya presencia al frente de la ONE hubiera sido impensable hace nada. Ningún problema administrativo debería interponerse en este camino emprendido por la ONE, ya sin el peso de un pasado demasiado lejano ni la hipoteca de nombres sin los cuales parecía imposible la salvación.
Un camino que está ya en punto de no retorno. Si las cosas salieran mal se habría perdido la última oportunidad. Nadie, ni músicos, ni público ni crítica estaría dispuesto a volver a empezar.
Babelia
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