Europa, en pausa
Antes que profundizar en la reflexión, el Consejo Europeo ha alargado la pausa para pensar qué hacer con el Tratado Constitucional, ratificado por 15 Estados miembros, pero rechazado en referéndum por Francia y Holanda. El propio texto se dio dos años, hasta noviembre de 2006, para sopesar qué camino tomar si para entonces "uno o varios" miembros hubieran "encontrado dificultades para proceder a dicha ratificación
", cláusula pensada para el más que posible fracaso en Dinamarca y Reino Unido. Tras la bofetada franco-holandesa, los Veinticinco se dieron otro año de plazo. Y ahora, aunque Merkel impulse la reflexión durante la presidencia alemana en el primer semestre de 2007, los Veinticinco se han dado hasta 2009 para resolver el embrollo. La Unión Europea quedará hasta entonces en una pausa institucional que no tapa sus grandes dudas sobre su ser y alcance.
Esta pausa empieza a tener graves consecuencias externas. Ayer, el Consejo Europeo decidió que no habría nuevas ampliaciones, más allá de la ya firmada a Rumania y a Bulgaria, hasta que la Unión tenga la suficiente "capacidad de absorción" de nuevos miembros. Es algo que la UE tenía que haberse planteado hace años, antes de dar falsas esperanzas a un país clave en Eurasia como es Turquía, con quien abrió finalmente negociaciones de adhesión el pasado lunes, pero en cuyo seno se están produciendo graves retrocesos y un pulso nada disimulado entre partidarios del Estado laico e islamistas moderados en el Gobierno, mientras aparecen síntomas de agitación militar. Erdogan, a su vez, se niega a flexibilizar su actitud hacia Chipre mientras no se aclare un horizonte europeo, hasta ahora decisivo para la democratización política y modernización económica de Turquía.
La pausa institucional y de la ampliación no significa que la Unión esté varada. Un avance manifiesto -"salto cualitativo", según Zapatero- fue el apoyo del Consejo Europeo a una acción, si no común, al menos por parte de nueve Estados miembros, para frenar la llegada de inmigrantes ilegales, con la creación de equipos de intervención fronteriza de urgencia, vigilancia marítima y ayuda a África. Pero falta una auténtica política común y con presupuesto a la medida del desafío.
La decisión de los Veinticinco de financiar programas en Palestina sin pasar por el Gobierno de Hamás, y el viaje del alto representante, Javier Solana, a Teherán indican que la política exterior europea no se ha parado. El anuncio de la entrada de Eslovenia en el euro en 2007 refuerza la moneda única. Aún a falta de liderazgo político, de perspectiva institucional e incluso de ambición, cabe decir de la UE que, paralizada, sigue avanzando.
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