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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apasionante retrato de ciudad

Hombre entre dos mundos, el de la cultura tradicional turca de su familia y la alemana en la que se crió y se mueve, Fatih Akin no ha dudado, en buena parte de su filmografía, en dar cuenta de qué significa criarse a caballo entre dos mundos diferentes. Lo hizo ya en Solino, en la que lo turco era sustituido por lo italiano, aunque con resultados similares a los que logró imprimir en la película que puso su nombre en todas las pantallas del mundo, la impactante Contra la pared. Ahora, de la mano del músico que compuso la banda sonora de ésta, el alemán Alexander Hacke, Akin vuelve a la ciudad de sus ancestros. Y el resultado es sencillamente impresionante, el retrato esclarecedor no de dos mundos, sino de las infinitas realidades que se agolpan en Estambul, probablemente la ciudad más apasionante del universo musulmán.

CRUZANDO EL PUENTE

Dirección: Fatih Akin. Intérpretes: Alexander Hacke, Baba Zula, Orhan Gencebay, Aynur, Replikas, Sezen Aksu. Género: musical, Alemania, 2005. Duración: 92 minutos.

Metrópolis cambiante, cosmopolita como pocas, pero también abiertamente integrista en algunos de sus barrios, la vieja Constantinopla se abre a todas las influencias. Y por la película se desbordan los ritmos más inimaginables, desde el pop vanguardista de Baba Zula hasta los ritmos tradicionales de Orhan Gencebay; desde la calidez de la voz de la gran Sezen Aksu hasta la belleza del tono y del decir de la cantante kurda Aynur (de estos tres intérpretes, por cierto, hay grabaciones disponibles en España). Pero también hay cantantes de boda, y ritmos turcos de la antigua Bulgaria, y hip-hoperos, y cantantes de rock, e improvisadores de acera...

La habilidad de Akin consiste en dejarse llevar por Hacke (que toca, además, con sus amigos de Baba Zula), por supuesto, pero también en algo más sutil, más infinitamente complicado: en un montaje que, al tiempo que acumula una valiosísima información sobre la sociología (musical o a secas, tanto da) de la ciudad, va dotando al filme de un ritmo endiablado, en el que se solapan, sin molestarse jamás, los ritmos más diferentes entre sí que imaginar se pueda.

Así, Cruzando el puente se erige, como ocurría también en otro olvidado retrato musical de ciudad, Budapest muszika, de Miklós Jancsó, en un homenaje a esa música de encrucijada, a la fecunda capacidad del más abstracto de los lenguajes para abrirse a todas las influencias. E indirectamente, por qué no, también en la reivindicación de un mundo sin fronteras, en el que un alemán se puede entusiasmar por el sonido de un músico de bodas turco, o en el que una vieja cantante de cabaré revive, en un instante y ante los asombrados ojos del espectador occidental, todo un mundo de cosmopolitismo que ojalá no se haya perdido ya para siempre.

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