De niña a mujer

En principio, la estadounidense Lindsay Lohan tiene el encanto, y sobre todo el morbo de las estrellas infantiles que han logrado cumplir la mayoría de edad ganándose el pan en el mismo oficio en el que se dieron a conocer poco después de dejar el tacataca.

Féminas tan diversas como Elizabeth Taylor, Natalie Portman, Jennifer Connelly, Marisol o Ana Belén dejaron un buen día de ser las hijas de América o España para convertirse en las mujeres con las que todo hombre soñaba, según las encuestas anuales sobre sexualidad.

Sin embargo, después de unos cuantos taquillazos juveniles (Ponte en mi lugar, Chicas malas, Herbie a tope), Lohan, de 20 años, parece haberse quedado a medio camino entre el ostracismo en el que cae la mayoría de niños prodigio cuando crecen y se les pone cara de bicho raro, y la actriz verdadera que apuesta más por su trabajo que por las exclusivas en la prensa.

En Devuélveme mi suerte, mentecata comedia romántica con aire de fábula infantil, se calza un papel de moderna discográfica que le viene enorme, como cuando las niñas se disfrazan de mujer y les sobra abrigo y zapato por todos lados.

Donald Petrie, realizador de boñigas de color rosa como Miss agente especial o Cómo perder a un chico en 10 días, dirige el asunto con la habitual fachada de una parte del nuevo Hollywood, supuestamente fresca, amable y divertida pero en realidad plana, ñoña y trasnochada.

Mientras que el guión, un cuentito para aspirantes a barbies narrado en clave naturalista pero con trucos que no se tragaría ni un niño lejos del prodigio, parece escrito por el autor de la sección de horóscopos de una revista femenina de ínfima categoría. Así que habrá que esperar al estreno de A prairie home companion, lo último de Robert Altman, donde Lohan tiene un importante papel, para comprobar si la chica acaba o no de salir de su casita de muñecas.