Segolismo
Una palabra nueva acaba de entrar en el lenguaje político. ¿Qué nombre hay que darle al acontecimiento político de la temporada, significado por la irrupción de la nueva figura señera del socialismo francés, esa Ségolène Royal dispuesta a pelear por la presidencia de la República en las elecciones de 2007? Se lo planteaba un diario parisino el pasado 18 de mayo al preguntar a la interesada si existe un método "royalista". La cosa tenía su retranca, porque el derivado del apellido Royal es "realista", equivalente al español "monárquico" y de connotaciones no muy positivas en el país republicano que es Francia. La respuesta acotó el territorio semántico: "El royalismo, francamente, no es un eslogan que yo reivindique. Prefiero hablar de segolismo".
No sabemos todavía cómo llamar a lo que hay enfrente. Lo más probable es que Nicolas Sarkozy sea el candidato de la derecha que se enfrente a la presumible candidata de la izquierda: Sarko frente a Ségo. El nombre del brioso ministro del Interior y presidente del gran partido de la derecha gaullista, la UMP (Unión para la Mayoría Presidencial), sugiere la posibilidad de un "sarkozysmo", que suena francamente mal, como una ideología que se dedica a promover la sarcosis, vocablo cancerígeno inviable. Sarko es un biznieto político del fundador de la V República, el general De Gaulle, cuya saga ha dado dos presidentes más y aspira a dar un tercero. Al gaullismo tecnócrata del presidente Pompidou le sucedió el lábil y pragmático neogaullismo de los nietos -el actual presidente Jacques Chirac y el pompidoliano ex primer ministro Édouard Balladur-, y ahora aspira a sustituirle el posgaullismo liberal, populista y atlantista del biznieto Nicolas Sarkozy. No hay sarkozysmo, por tanto, sino un posgaullismo en el que si algo se conserva del impulso original es el bonapartismo temperamental del joven candidato. Y enfrente, el segolismo, en el que resurge sutilmente el nombre del general.
La prueba del buscador Google da para sarkozysme unos pocos millares de ocurrencias, mientras que ségolisme da más de 200.000, cuando hace apenas un mes no llegaba a la veintena. No es una cuestión marginal la relación entre Ségo e Internet. En la Red digital se desarrolla una de sus actividades predilectas como candidata a las elecciones primarias del Partido Socialista de las que saldrá el candidato a la presidencia de la República. Se trata de un portal que se llama Désirs d'avenir, deseos de futuro en español (www.desirsdavenir.org), en el que la señora Royal y sus seguidores están inventando un programa, que se publicará como libro el próximo septiembre. La iniciativa ha suscitado risitas nerviosas de los grandes popes socialistas, hombres maduros con muchos libros y programas de gobierno a sus espaldas y que volverán a escribirlos con motivo de las elecciones presidenciales. Aunque Ségo no es una desconocida, pues fue consejera de Mitterrand y desarrolló una buena labor como ministra de enseñanza escolar y luego de la familia desde 1997 hasta 2002, hasta hace unos pocos meses era, fundamentalmente, "la mujer del jefe", el primer secretario del PS, François Hollande. Tiene muchas y buenas ideas sobre cuestiones de sociedad y de igualdad como las que han ocupado al Gobierno de Zapatero, pero quienes la critican consideran que no tiene idea alguna respecto a los grandes temas políticos, y que su actitud política es la propia de una madre de familia. Laurent Fabius, uno de los elefantes socialistas, dijo en una frase lapidaria y desafortunada: ¿Si gana quién cuidará de los niños?
Désirs d'avenir alude a lo que le sobra a Francia: miedo al futuro y deseos de permanecer en el pasado. Nicolas Sarkozy, el lobo liberal, y Ségolène Royal, la gacela socialdemócrata, aspiran a ocupar un mismo espacio, abandonado por los políticos tradicionales y entregado a la extrema derecha, en el que la seguridad, la creación de empleo y la integración de los hijos de inmigrantes son las cuentas pendientes. Ambos quieren hincar el diente a las grandes reformas que necesita la deprimida y anquilosada a Francia. Ella es una socialista conservadora, que busca inspiración a veces en Blair y a veces en Zapatero, pero quiere encontrar un estilo propio, el segolismo. Y que jugará con ventaja si al final lo que se ofrece a elegir, por primera vez, es el sexo del presidente de la República.
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