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Metáforas estatutarias y relatos políticos

Joan Subirats

Dicen los expertos que el frecuente uso de metáforas en nuestro lenguaje común proviene de la facilidad con que podemos llegar a pensamientos abstractos desde nuestra propia experiencia corporal y sensorial. Estos días tenemos buena prueba de ello. Duran llama a desconfiar de Zapatero, y para ello califica de "bobos a quienes les cae la baba", aludiendo quizás a su propio colega de coalición. Saura reivindica el para no "hipotecar" el futuro de los jóvenes. La retórica de los trenes es también un clásico: el nuevo Estatuto como "locomotora del Estado federal", "no perder el tren" de esta oportunidad histórica, no seguir con la lógica del "choque de trenes". Toda la campaña de CiU se ha basado en la gran metáfora de relacionar el pasado obsoleto (el estatuto de 1979, el seiscientos, el billete de 20 duros...) con la modernidad del presente (el nuevo Estatuto). La salud también es un argumento frecuente: el como instrumento para "sanar las heridas abiertas por el PP", el no como "la medicina adecuada para frenar el intento de romper España". Los elementos espaciales son otra de las frecuentes metáforas utilizadas: estar "dentro" o estar "fuera", "detrás del no sólo está el desierto", "el deja fuera la oportunidad de cambiar de verdad". La propia campaña publicitaria de la Generalitat es un gran ejercicio de metaforismo político con Laporta hablando del "partido decisivo" o Judith Mascó refiriéndose al "futuro de su familia" para apoyar la participación el próximo domingo.

Uno de los teóricos más significativos del análisis de las metáforas es George Lakoff, quien, junto con Mark Johnson, hizo hace ya años un magnífico libro sobre el tema: Metáforas de la vida cotidiana. Recientemente ha publicado un librito que se ha convertido rápidamente en un éxito: No pensar en un elefante. En ese trabajo, Lakoff advertía de que si a alguien se le pide que no piense en un elefante es inevitable que eso ocurra. Cualquier imagen o frame que se mencione, aunque sea para evitar su evocación, acaba siendo recuperada y eso "enmarca" lo que se quiera comunicar. En una sociedad tan llena de imágenes como la nuestra, la fuerza conceptualizadora de las evocaciones o metáforas acaba condicionando los relatos que se quieren trasmitir. Cada vez más, los políticos tratan de usar un framing que refleje la visión del mundo que quieren trasmitir. Detrás del lenguaje están las ideas (suponemos), y esas metáforas, esos marcos conceptuales, sirven para evocar esas ideas, y todo ello configura los diversos relatos políticos. Pensemos por ejemplo en el actual debate sobre el proceso de paz en Euskadi. El Partido Popular trata de evitar la palabra paz en su argumentario (o compendio de imágenes que se quiere trasmitir para formatear la percepción de la audiencia). Prefiere la expresión "acabar con el terrorismo". Estamos también viendo la importante batalla que se libra en torno al concepto precio político o al término negociación. Desde cada rincón del escenario político esas expresiones se llenan de contenidos distintos. Lakoff afirma que el Partido Republicano, en su actual configuración neocon, trabaja mucho con la asimilación entre nación y familia. Se habla de "nuestros jóvenes" o "nuestros muertos" en el frente. Y su modelo de familia se traslada a su modelo de nación. La imagen del padre severo preocupado por los peligros que acechan a su prole, y su enorme determinación para defender la unidad y la seguridad de esa familia son referentes conservadores que probablemente nos resultarán cercanos, por no decir "familiares". El padre severo distingue con claridad bien y mal. Lo correcto y lo incorrecto. Y sabe cómo castigar y disciplinar a quienes se aparten del recto proceder. Lo importante es entender que si cada uno hace lo que tiene que hacer, si sigue su propio interés, todos acabaremos beneficiándonos. Los padres excesivamente blandos, los benefactores ingenuos, sólo lograrán malograr a los hijos, convertirlos en dependientes, arruinar su futuro. Si el padre lo hace bien, si el niño se disciplina y asume el esfuerzo que ha de desplegar, se convertirá en autónomo, habrá aprendido a vivir por su cuenta, el padre (Estado) ya no será necesario. Los países menos desarrollados son metafóricamente "niños que no crecen". Dependientes. Y las Naciones Unidas son su expresión más clara.

Los conservadores expresan con fuerza su mensaje moralizante, y eso cala en un escenario dubitativo, incierto, atravesado de mensajes contradictorios y de problemas sin respuesta. Los progresistas no despliegan con igual claridad su perspectiva moral. Sus valores guía. Cuando lo hacen pecan de "buenistas", de blandos y condescendientes, frente a los que expresan seguridad y determinación. Se enfrentan dos frames o dos retóricas distintas: los buenos, pero débiles, intereses de la izquierda con los malos pero fuertes intereses de la derecha: colectivo-individual; difuso-concentrado; amplio-estrecho; largo plazo-corto plazo; social-económico; público-privado; trabajadores-empresarios.

En este proceso estatutario que desembocará sin solución de continuidad en la campaña electoral autonómica, se han ido desplegando esas metáforas y caracterizaciones retóricas. En el campo del nacionalismo puro la batalla se juega entre "leales" y "traidores", entre "auténticos" y "posibilistas", entre "inmaduros" y "experimentados", entre "limpios" y "encharcados". En el otro eje de antagonismo, izquierda-derecha, la rigidez del marco económico europeo, la falta de ideas sobre cómo afrontar los efectos del cambio provocado por la mundialización y la oportunidad de pacificar el conflicto en Euskadi, nos ha hecho retroceder a los viejos esquemas o frames de los la década de 1930: "federalistas" y "unitaristas", "laicos" e "integristas", "abiertos a nuevas formas de sexualidad y unión" frente a "tradicionalistas y familiaristas". La derecha se va atrincherando (otra metáfora) en sus posiciones más explícitamente morales, mientras que la izquierda busca nuevas salidas a fórmulas de intervención que ya no funcionan como antes. La habilidad de Zapatero ha consistido en plantear la batalla en ese terreno de los valores, dejando el ámbito más concreto de las políticas y la gestión en un segundo plano. Nos falta en Cataluña conectar ambos marcos de referencia, ya que si no las políticas sin relato resultan poco "emocionantes".

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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