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Violencia en Irak

Bush visita Bagdad para sacar el máximo rendimiento a la muerte de Al Zarqaui

El presidente de EE UU da su apoyo al primer ministro iraquí en un viaje sorpresa

Con la audacia que le caracteriza y consciente de que la suerte de su partido a corto plazo -las legislativas de noviembre- y su propio lugar en la historia van a juzgarse por el desenlace de la invasión, George W. Bush toma la iniciativa. El presidente de Estados Unidos se plantó ayer en Bagdad para apoyar al primer ministro, Nuri al Maliki, que completó su Gobierno hace una semana -el mismo día en que cayó, delatado y bombardeado, el líder de Al Qaeda en Irak, Abu Musab al Zarqaui- y que es clave para que los soldados puedan volver a casa.

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"Me alegro de verle", le dijo a Bush el primer ministro, Nuri al Maliki, tratando de superar la sorpresa de la visita, de la que fue advertido cinco minutos antes de que el helicóptero presidencial aterrizara en Bagdad. "Gracias por recibirme", le dijo el presidente mientras le estrechaba la mano. Fue el segundo viaje de Bush a Irak -aunque el Día de Acción de Gracias de 2003 estuvo en el aeropuerto tomando el pavo con los soldados- y su primer encuentro con Al Maliki. "He venido no sólo a verme con usted cara a cara, sino a decirle que cuando América da su palabra, la mantiene".

Ante las cámaras que realzaron el golpe político y de imagen, el primer ministro le dijo al presidente que Irak "está decidido a triunfar y a derrotar el terrorismo y las dificultades" y añadió: "Dios mediante, todos los sufrimientos pasarán. Y todos los soldados volverán a su país con nuestro agradecimiento por el sacrificio que han hecho". Música celestial para los oídos de Bush, que afirmó que no sólo a los iraquíes, sino a EE UU y a la gente que ama la libertad "les interesa que Irak salga adelante", y elogió después a Al Maliki: "Estoy impresionado con el Gobierno que ha formado, con su personalidad y con su estrategia. De las decisiones que tomen dependerá que su país triunfe".

Es el doble mensaje de ayer: a los iraquíes, de apoyo, y a los norteamericanos, de que Irak puede avanzar en el autogobierno. Para Bush, bajo la presión de la opinión pública, los demócratas y los propios republicanos que tienen que defender su escaño en noviembre, es vital que comience cuanto antes el repliegue de los 130.000 soldados; es fundamental que se difundan las imágenes de los uniformados que vuelven y abrazan a sus familiares.

La Casa Blanca había anunciado una reunión, pero virtual, entre el equipo reunido en Camp David y Al Maliki y sus ministros en Bagdad. Con el mayor de los sigilos, por obvias razones de seguridad, Bush salió de su residencia el lunes por la noche, fue a la base de Andrews y abordó allí el Air Force One que 11 horas después le dejó en la capital iraquí.

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Sorpresa en la Zona Verde

Desde el aeropuerto se desplazó en un helicóptero Nighthawk hasta la Embajada de EE UU, en la ultra fortificada Zona Verde, donde se reunió con el primer ministro en el Palacio Republicano. Al Maliki estaba allí para asistir a la videoconferencia, la trama con la Casa Blanca despistó a todo el mundo. Superada la sorpresa -y seguro que el embajador Zalmay Khalilzad se empleó a fondo para que los iraquíes no se molestaran- Al Maliki contó a Bush su plan de seguridad para Bagdad: 70.000 soldados -en su mayoría, iraquíes- se despliegan a partir de hoy en la capital para intentar que deje de ser la más peligrosa del mundo. Policías, fuerzas especiales y militares con un nuevo uniforme -para evitar las trampas de la insurgencia- controlarán calles y edificios y vigilarán el toque de queda, entre las 9 de la noche y las 6 de la mañana, y la prohibición de llevar armas. La operación coincide con la ofensiva de acoso después de la información obtenida tras la muerte de Al Zarqaui.

Con su visita sorpresa de cinco horas de duración -preparada desde hace semanas y pendiente de la formación del Gobierno iraquí, y de la que estaban al tanto el vicepresidente, los secretarios de Estado y Defensa, algunos colaboradores y un puñado de periodistas norteamericanos que tuvieron que jurar guardar el secreto- Bush pasa a la ofensiva y trata de contrarrestar el caudal de malas noticias de Irak, a pesar de las tres elecciones celebradas en 2005: la violencia entre los grupos étnicos, los casi 2.500 soldados muertos, los atrasos en la reconstrucción... Para la Casa Blanca, es imperativo que el nuevo Gobierno logre la reconciliación con los suníes, que reduzca la violencia, mejore la seguridad y facilite la reconstrucción y la explotación petrolera. Si esta difícil y múltiple perspectiva avanza, será posible reducir el despliegue de las tropas. El apoyo al presidente y a la guerra se limita a un tercio de la opinión pública, y ningún mensaje de Bush o de los suyos calará entre los estadounidenses si estos sondeos no cambian.

George W. Bush saluda al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, ayer en Bagdad
George W. Bush saluda al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, ayer en BagdadEFE

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