'Fake'
Si hay un bonito problema artístico, filosófico y absolutamente actual, ése es el del Original. Atacado por todas partes, el Original retrocede y se refugia en su madriguera, desde donde observa el pavoneo de las novedades. Lo han visto pasar cubierto de harapos y abrazado al último cuadro pintado al óleo en el hemisferio occidental. El Original ha sido suplantado por el Simulacro, el cual sale bastante más barato, permite la reproducción sin poner cara de asco, no cambia de valor aunque se hagan millones de copias y gusta más a la gente.
Mi primera admiración por el Simulacro me tomó de sorpresa cuando visité el Pabellón alemán de Barcelona de Mies van der Rohe, de Ignasi de Solá Morales et alii. Ojo a los genitivos. Aquella joya de acero, cristal, mármol y ónice era muy superior al Original. Por ejemplo, se podían dar fiestas finas y celebrarse bodas. El llorado Ignasi repitió la proeza con el Liceo de la Barcelona del Ochocientos del año Dos mil. Un Simulacro con todos los artilugios mecánicos y electrónicos de un moderno teatro, incluido un bar de diseño, que nos ha permitido olvidar el vulgar, mediocre, cursi, tronado, teatro burgués de la ciudad.
Sólo en Barcelona, además del Pabellón y el Liceo, se encuentran también el otro Pabellón, el de Sert (de la exposición de 1937 del año 2000), el Palacio de Montjuich (de Alfonso XII, de Oriol Bohigas i Aulenti), el centro histórico en estilo culebrón arqueológico de Folch i Torres de Joan B. Cullà, y en la actualidad están construyendo el Simulacro de la Plaza de Toros, la caraba, porque en esta plaza no sólo no podrá entrar ni un solo toro extranjero, sino que además se podrá comprar, bailar, comprar, ligar, comprar, pasear, comprar y comprar. Pronto habrá guías del Simulacro y Barcelona será una capital irrenunciable.
Las elites catalanas son las grandes especialistas del Simulacro. De hecho, la próxima Cataluña de los independentistas es un Simulacro muy superior al Original. Quizás tarden un poco más en acabar la pieza ya que, como ha dicho un maestro del arte contemporáneo, Rubert de Ventós, los catalanes "aún no están preparados". Ya lo estarán. La modernización, es lo que tiene: el pueblo va despacito, pero la vanguardia aprieta y empuja.
También yo, más modestamente, en mis investigaciones universitarias sobre el arte contemporáneo sin apenas ayuda del Estado, me he permitido marcar un hito. He localizado el primer ejemplo de Original sustituido por un Simulacro. Data de 1967. La pista me la dio mi colega en estos caprichos, Jordi Ibáñez, de la otra universidad. El resto viene en un libro de Tobias Wolff titulado In Faraoh's Army.
Cuenta en estas sutiles memorias cómo lograba hacerse con aparatos de TV, alcohol, impermeables, latas de caviar, refajos, navajas suizas y todo lo que hiciera falta, mediante el intercambio de recuerdos de guerra, los cuales eran muy valorados. En Viet Nam, opina Wolff, dado que los soldados americanos iban de la Ceca a la Meca pegando tiros, saltando por los aires o huyendo de su propia artillería sin ver jamás al enemigo, tenían muy pocas posibilidades de conseguir un recuerdo de guerra. El Vietcong era invisible. Si en alguna ocasión se dejaba ver, no parecía un ejército, sino un grupo de campesinos con sus señoras y los niños de paseo. Como es lógico, un sombrero de paja o unas abarcas de esparto no eran recuerdos de guerra muy valiosos. De modo que en My Toh, primera base a la que fue destinado Wolff, los soldados vietnamitas (del sur) se dedicaban a fabricar falsos recuerdos de guerra del Vietcong para los soldados americanos que tenían la fortuna de regresar a su casa sin que los metieran forzosamente en un ataúd.
Al cabo de unos meses de provechoso intercambio, Wolff descubrió que My Toh era también una base de producción de objetos verdaderos para el Vietcong. Banderas, carnets del partido, hebillas de cinturón con la hoz y el martillo, en fin, ese tipo de bibelots. De modo que Wolff se hizo la pregunta filosófica del siglo: ¿qué diferencia puede haber entre un Original y un Simulacro, cuando lo hacen las mismas manos y exactamente de la misma manera? El párrafo es digno de mención:
"Lo que se puede falsificar se falsifica. Si los indígenas eran capaces de poner en marcha mecanismos de relojería (con caparazón de Rollex), no tendrían ningún problema en copiar banderas del Vietcong o carnets del partido. De hecho, muchos de ellos los producían para el Vietcong, lo cual ponía el asunto de la autenticidad bajo una luz nueva: si estaban hechos por las mismas manos, ¿acaso el equipo militar del enemigo iba a ser menos real si se lo encargábamos nosotros?".
La cuestión es pertinente. ¿Cambia el Original en Simulacro según la persona que lo encarga? ¿Si lo encarga el Vietcong es Original, pero si lo encargan unos vivales del ejército de los EE UU es un Simulacro? No podría contestar a esta pregunta en menos de cincuenta páginas de EL PAÍS, casi un artículo de Ferlosio. Sin embargo, podemos establecer una diferencia científica. Las falsificaciones antiguas eran honradas. Se copiaba un Canaletto para colocarlo como Original. Ahora el asunto se ha enviscado. Es como si Canaletto pintara canalettos para venderlos como falsos.
Aplicado a lo anterior, ¿es el Simulacro de Dresde menos auténtico que el Original reducido a cenizas por los aliados? Lo han construido las mismas manos alemanas, fue encargado por el mismo ayuntamiento de Dresde y tiene un servicio de alcantarillado muy superior al Original. El asunto es severo y no sólo afecta al departamento de Estética, sino también al de Ética, que ése sí tiene fondos. Véase.
Cuando el día 18 de junio los catalanes voten el Estatuto, y luego lo hagan los andaluces, los gallegos, los vascos y así sucesivamente, estarán votando sobre la autenticidad de un Simulacro de reciente construcción. Este Simulacro se llama España (confederal), y seguramente será mucho mejor que el Original, cómo vamos a dudarlo. Si las cosas no fueran a mejor, si no existiera el progreso, se hundiría el casino. Los tahúres, los croupiers, los ludópatas, la mafia y las empresas turísticas y de restauración se quedarían sin clientes. No sería justo. Viva el progreso.
Obsérvese, además, que todo Simulacro se pretende más Histórico, más fundado en la Verdad originaria, más Real, más Justo, que el pobre Original, de modo que ni siquiera se presenta como un invento, sino como la más antigua antigüedad, lo que es debido, lo que latía en el fondo prehistórico del Pueblo, lo cual viene certificado en el recibo y garantizado por grandes firmas locales. Conclusión: contra el Simulacro no hay quien pueda. Va a conquistar el mercado nos pongamos como nos pongamos. Es lo que está mandado. Aunque, eso sí, tendremos muchas dificultades para tomárnoslo en serio. Ni como recuerdo de guerra.
Félix de Azúa es escritor.
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