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Reportaje:

El largo calvario en Libia de 5 búlgaras

Un tribunal libio revisa la condena a muerte de cinco enfermeras torturadas hasta confesar que inocularon el VIH a niños

"Desde hace siete años somos rehenes de una caza de brujas política. Estamos extenuadas. Psicológicamente no estamos nada bien. Usted ha podido comprobar que sólo somos cuatro. La quinta no ha podido venir. Está enferma, agotada, ya no tiene fuerzas". La que habla con la voz quebrada es Kristiana. En una pequeña habitación de la cárcel de Trípoli, se dirige en inglés al ministro francés de Asuntos Exteriores, Philippe Douste-Blazy, que fue, en enero pasado, la primera personalidad occidental que obtuvo un permiso para visitarlas.

Kristiana es una de las cinco enfermeras búlgaras condenadas a muerte hace dos años, junto con el médico palestino Ahmed Achraf al Hadjudj, por un tribunal de Bengazi (noreste de Libia), acusadas de haber atentado contra la seguridad del Estado inspiradas por la CIA norteamericana o el Mosad israelí.

"Desde hace siete años somos rehenes. Estamos extenuadas", declaró Kristiana

Más concretamente se les reprochaba haber inoculado el virus del sida a 426 niños libios y a 20 madres, atendidos en el hospital pediátrico de la ciudad. Cincuenta y un críos han muerto desde entonces.

Todas ellas fueron detenidas, con el palestino, en 1999 después de que se descubriese el contagio masivo de los críos. Habían emigrado a Libia, un próspero país petrolero, para ahorrar dinero y regresar cuanto antes a Bulgaria.

La visita del ministro francés fue un rayo de esperanza para esas mujeres. Ahora tienen otra cita que suscita aún más expectativas entre los seis reos: el próximo martes empieza la revisión de su juicio. El Tribunal Supremo de Libia ordenó, el 25 de diciembre de 2005, que se celebrase un nuevo juicio. Tras constatar que el Derecho procesal no había sido respetado durante el anterior, en mayo de 2004. Su abogado libio, Othman al Bizante, repite ahora hasta la saciedad que es "optimista".

"Es un paso alentador hacia el reconocimiento de la inocencia de nuestros compatriotas", se apresuró, por su parte, en declarar el presidente búlgaro, Georgi Parvanov.

No sólo el Derecho procesal fue transgredido. Las enfermeras fueron torturadas durante los interrogatorios y dos de ellas acabaron confesando su supuesta culpabilidad, aunque después se retractaron.

Una investigación del Consejo de Europa confirma la utilización de la tortura por la policía libia. También la avaló Smilian Tatchev, un ex preso búlgaro que coincidió con sus compatriotas en las mazmorras libias durante 174 días.

"A las enfermeras se las pegaba durante mucho tiempo con un cable gordo", relató Tatchev al diario Troud de Sofía. "Después se las obligaba a correr y arrastrarse y a permanecer de pie sobre una sola pierna". Aunque eso no lo vio, a Tatchev también le contaron que a una de ellas le fueron aplicados electrochoques.

En defensa de las inculpadas acudieron hasta Bengazi, en 2004, nada menos que el profesor francés Luc Montagnier, codescubridor del virus del sida, y el italiano Vitorio Colizzi. Ambos explicaron a los jueces que la epidemia se desencadenó antes de la llegada de las enfermeras y era, probablemente, achacable a la mala higiene del hospital.

No sirvió de nada. Con la severa condena de las búlgaras y del palestino, el régimen del coronel Muammar el Gaddafi quiso disimular las deficiencias de su sistema sanitario, según opinó la comunidad occidental en Trípoli.

Dos años después, Libia intenta con éxito reinsertarse en la comunidad internacional. La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, la ha quitado incluso de la lista de países que patrocinan el terrorismo.

Trípoli da la impresión de buscar ahora una solución negociada, aunque las familias reclaman aún una indemnización de 10 millones de dólares (7,9 millones de euros) por hijo contaminado. La cantidad es, curiosamente, idéntica al total de las compensaciones abonadas por el régimen libio a los familiares de los 270 muertos del atentado perpetrado contra un avión de la PanAm cuando en 1988 sobrevolaba Lockerbie (Escocia).

Bulgaria y sus valedores occidentales rechazan cualquier indemnización, porque equivaldría a reconocer la culpabilidad de los seis presos. Ahora bien, las autoridades búlgaras impulsan una acción humanitaria a favor de los niños, y su ministro de Exteriores, Ivaylo Kalfin, confía en que la comunidad internacional la sufrague.

Francia e Italia han dado los primeros pasos. A principios de mayo se anunció el envío de 200 niños infectados, muchos de ellos ya adolescentes, a cinco hospitales franceses, y de otros 175 a cuatro hospitales italianos. París ha prometido además modernizar el hospital pediátrico de Bengazi. "Acaso hubiese sido preferible empezar por ahí hace siete años", comenta un diplomático europeo que estuvo acreditado en Trípoli.

Aunque se empieza ya a vislumbrar, el feliz desenlace se puede torcer. La pasada primavera, el diario Novinar de Sofía publicó 12 caricaturas de Gaddafi que el régimen consideró "humillantes". El presidente, Parvanov, pidió rápidamente disculpas y logró así evitar que el incidente diplomático degenerase.

Tres de las enfermeras búlgaras, durante su juicio en Trípoli, en febrero de 2002.
Tres de las enfermeras búlgaras, durante su juicio en Trípoli, en febrero de 2002.ASSOCIATED PRESS

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