Capotes, toallas y resbalón de Esplá
Capotes, toallas, monteras de distintos tamaños, hombres de oro y plata, y Esplá, que iba de azabache, que resbaló y acabó rodando por la arena. Se trataba de desviar la atención del segundo toro de la tarde, que había recortado peligrosamente a Esplá y Encabo en banderillas, y cuando el más joven lo citó por los adentros, el toro pensó que era la ocasión propicia para hacer diana con el torero. No se entretuvo, entonces, en recortar su recorrido, sino que fue directamente al bulto, pero no contaba el peligroso animal con la avalancha de objetos que evitaría, finalmente, que acertara en el cuerpo de Encabo. No se pudo evitar, sin embargo, la voltereta de Esplá, que también había salido a auxiliar, pero no contó con el suelo resbaladizo que había dejado la lluvia que caía desde el comienzo del festejo. No pasó nada, que es lo importante, pero el susto fue gordo para todos.
Martín / Esplá, Encabo, El Juli
Toros de Victorino Martín, bien presentados y astifinos, mansurrones, descastados y muy deslucidos. Luis Francisco Esplá: casi entera atravesada y un descabello (silencio); pinchazo hondo, media tendida y dos descabellos (ovación). Luis Miguel Encabo: dos pinchazos, media en los bajos y un descabello (silencio); dos pinchazos, estocada y un descabello (palmas). El Juli: estocada trasera y caída y un descabello (palmas); media tendida (ovación). Plaza de Las Ventas, 9 de junio. Cuarta corrida de la Feria del Aniversario. Lleno.
Fue una tarde, eso sí, de sustos y poco más a causa de la mala clase de los toros de Victorino Martín, mansurrones, muy descastados, ásperos y peligrosos. Todos desarrollaron sentido a medida que avanzaba la lidia e imposibilitaron cualquier atisbo de toreo.
Bueno, tampoco ésa es toda la verdad, pues Esplá, que sólo pudo mostrar su muleta siempre retrasada ante el gazapón primero, se plantó frente al manso cuarto en el mismo centro del anillo y consiguió arrebatarle unos redondos cargados de intensa emoción hasta que el toro aprendió y puso fin al trasteo. Momentos antes, había banderilleado con valor y ceñimiento, y se jugó verdaderamente el tipo en un segundo par de poder a poder.
Pero hubo más toreo y corrió a cargo de Luis Miguel Encabo en el quinto, que intentó saltar al callejón por el mismo sitio que lo había conseguido el anterior, muy cerca del burladero de los toreros, provocando la estampida de apoderados y cuadrillas. Toreó Encabo a la verónica, embraguetándose de verdad, bajando las manos, y cerró la tanda con una media de cartel. Si el segundo no tuvo un pase, un toro imposible para el toreo moderno, algo más se dejó el quinto, un buen mozo de astifinas defensas que acudía a la muleta con la cara alta e intenciones muy poco claras. Encabo no le perdió la cara, se colocó bien, muy atento a los esquivos movimientos de su oponente, y se le agradeció su voluntad, que no la quietud, porque no podía haberla, ni el toreo limpio, porque lo impedía el peligroso cabeceo del animal.
Se esperaba con expectación a El Juli ante su reto personal de matar toros de Victorino Martín en Madrid, prueba inequívoca de que el toreo actual está justamente al revés. Si es primera figura debería medirse con toros de casta en las ferias importantes, como ocurría cuando había figuras auténticas, y no las corridas inválidas y descastadas que acostumbran a matar los primeros del escalafón. Pero lo dicho: había gran expectación y el torero hizo lo posible por responder con entrega y gallardía a la difícil papeleta. Distinta cosa es que lo consiguiera. Se llevó al centro del ruedo a su primero, pero el toro era tobillero y su recorrido muy corto. Tragó tinta china en el sexto, igualmente complicado y deslucido, al que aguantó tarascadas, gañafones y parones que desinflarían el ánimo del más pintado. Fue una faena de valiente, desigual y movida, pero intensa porque había un torero entregado ante un toro difícil.
Por cierto, el único que ayer fracasó fue el toro de Victorino, que lució tanta buena fachada como mala condición. Decepcionó por segunda vez este año la corrida estrella en una tarde en la que sobresalió la casta de los toreros.
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