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CÁMARA OCULTA
Columna
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Viva Renoir

Cuando en 1997 recibió el Premio Nacional de Cinematografía, el distribuidor Enrique González Macho pronunció un discurso breve en el que contó una falsa anécdota de los hermanos Lumière. Según él, al día siguiente de la presentación oficial del invento del cinematógrafo, en diciembre de 1895, los intrépidos hermanos franceses organizaron una nueva sesión a la que acudieron menos espectadores que a la primera. Deprimidos por su fracaso, Auguste Lumière dijo, presuntamente, a su hermano Louis: "Desengáñate, el cine no es ya lo que era".

La inventada anécdota tiene la retranca propia del humor socarrón de este distribuidor, exhibidor y eventual productor, que comenzó su andadura en el cine como jefe de producción en películas mayormente de bajo coste y calidad discutible, propias de los años setenta. Era lo que entonces predominaba, así como los lamentos por la ya evidente decadencia del cine. Según González Macho, desde la noche de los tiempos se viene hablando de la crisis del cine, y no digamos del cine español. Pese a ello, cada día se ruedan más películas, cada vez son más numerosos los estudiantes que aspiran a tener su lugar en el olimpo de las imágenes y, desde luego, los festivales de cine, que salen de debajo de las piedras. Al mismo tiempo, es una realidad el cierre de muchas salas, a veces por intereses especulativos, con el apoyo de autoridades municipales, como es el caso de Madrid. Pero precisamente en épocas difíciles han surgido ideas con propuestas acordes a los nuevos tiempos. Hace ahora 20 años, por ejemplo, se inauguraron los minicines Renoir, justamente cuando cerrar salas de cine estaba a la orden del día.

Fue González Macho el artífice de estos cines, que parecían un paso siguiente de la tradición de las llamadas "salas de arte y ensayo", en las que a final de los sesenta comenzaron a poder verse películas en versión original, como era ya costumbre establecida en otros países europeos. El Publi de Barcelona y el Rosales de Madrid dieron pie al famoso "círculo A" barcelonés, a los Alphaville en Madrid, y poco a poco a un nutrido número de salas especiales... algunas de las cuales también fueron desapareciendo.

La filosofía de los Renoir, como la de los Golem o los Verdi, entre otros, ha salvado de la penuria cinematográfica a este país, machacado por la vulgaridad mercantil de gentes ajenas al oficio. En los Renoir se verá pronto la película de Ken Loach ganadora de la última Palma de Oro del Festival de Cannes, pero no se puede encontrar en sus pantallas El código Da Vinci, que para eso están las demás salas del país. Cuestión de criterio.

Y dejando por esta vez de lado las quejas y los quebrantos, que hasta González Macho habla de crisis con harta frecuencia, ahí tienen ustedes la iniciativa de cobrar la entrada durante una semana a sólo 1 euro para celebrar el 20 aniversario de sus salas. Bienvenidas sean ideas arriesgadas y tan felices como ésta; 20 años no es nada y hay mucho sitio para imaginación y valentía. Que la afición no decaiga.

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