Fraude
Un fraude, un engaño, una traición a todos los que pasan por taquilla y una puñalada trapera en el mismo corazón de la fiesta de los toros. No admite otro calificativo la mal llamada corrida que abrió ayer la feria del 75º aniversario de Las Ventas. ¡Vaya cumpleaños más infausto! Todo un desfile de inválidos, lisiados o enfermos, bueyes moribundos y tullidos, la más deprimente imagen, bochornosa y vergonzosa, del encastado y poderoso animal bravo. Pero las preguntas permanecen sin respuesta: ¿Qué ocurre para que un toro se torne en una piltrafa en un par de minutos? ¿Qué ocurre para que se tambalee como un borracho? ¿Qué para que sea un auténtico muerto en vida el animal que momentos antes ha saltado al ruedo vivo, retador y aparentemente fiero? ¿Por qué nadie, ni autoridad, ni ganaderos, ni toreros, muestra el más mínimo interés en analizar las razones de tal desastre? ¿Acaso con esta afición tan mustia como poco exigente interesa esta triste caricatura desde la convicción de que pocos dejarán de asistir a este atribulado acto social? ¿Qué comen estos toros? ¿Qué beben? ¿Por qué la autoridad no aplica el Reglamento y ordena que se tomen muestras biológicas para analizar las razones de la gravísima invalidez? ¿A quién beneficia este pernicioso espectáculo de los toros rodando por la arena?
El Pilar / Ponce, Morante, Marín
Cinco toros de El Pilar -2º y 4º devueltos-, justos de presentación e inválidos. Primer sobrero, inválido. Segundo sobrero, de Juan Manuel Criado, y tercer sobrero, de Ana María Bohórquez, devuelto; 4º sobrero, de Hato Blanco, inválido. El 6º, de Moisés Fraile, encastado. Enrique Ponce: bajonazo (silencio); dos pinchazos, casi entera baja y tres descabellos (pitos). Morante de la Puebla: cinco pinchazos y siete descabellos (pitos); estocada (oreja). Serafín Marín: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo y metisaca (silencio). Plaza de las Ventas, 6 de junio. 1ª corrida del 75º aniversario. Lleno.
Y en el cartel, tres figuras cómplices del desastre, y una autoridad incompetente e incapacitada para defender los derechos de quienes mantienen con su bolsillo este negocio del que muy bien viven muchos enemigos de la fiesta.
¿Qué pretende demostrar Enrique Ponce cuando intenta justificarse ante un toro derrengado? Otro paripé hizo Morante con su primero, al tiempo que el torero ofrecía la imagen misma de la desgana y el desaliento, reconvertida en la de un pinchaúvas a la hora de matar. También quiso limpiar su mala conciencia Serafín Marín ante la birria que mató en primer lugar.
Y llegó el cuarto, que fue devuelto. Y devolvieron también al sobrero, pero en banderillas, cuando la plaza amenazó con la rebelión ante la desidia presidencial. Y también fue devuelto el siguiente. Y el que hizo cuarto fue otro inválido con el que el torero valenciano quiso, otra vez, justificar lo injustificable. Lo que debe hacer Enrique Ponce es anunciarse en Madrid con toros de verdad.
El quinto era otro muerto en vida al que el citador no le hizo ni sangre. Morante quiso remediar lo que no tenía solución, y, desmadejado, aprovechó las escasas embestidas del animal y, entre muchos pases astrosos, consiguió algunos naturales largos que provocaron un desmesurado delirio en los tendidos. A pesar de la verbenera oreja que le concedieron, todo fue una pura farsa.
El sexto fue el único que llegó con un hálito de vida a la muleta, y Marín lo aprovechó en tandas rápidas con la mano derecha que, en modo alguno, redimieron una tarde perdida en el más absoluto de los fraudes.
Babelia
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