Un valle laberíntico
El valle de Zeberio vive en un anonimato privilegiado, pese a su cercanía a los núcleos urbanos de Llodio y Arrigorriaga. Este laberinto de barrios (hasta 70, según recoge la página web del Ayuntamiento: www.zeberio.net) conserva el sabor de la Vizcaya rural y su entramado permite recuperar aquellos tiempos (por lo menos hasta fines del XIX) en que su población estuvo dividida entre patronos e infanzones.
La separación entre ambas clases era radical y quizá su mejor expresión contemporánea sea la confrontación entre la iglesia de Santo Tomás de Olabarrieta y el barrio de Zubialde, donde se encuentra el Ayuntamiento. En torno a la primera se concentraron durante siglos los labradores y pequeños propietarios, que vivían, sobre todo, en las laderas del Mandoia y el Upo, principales cumbres de la cresta que separa el valle de los vecinos pueblos de Zaratamo, Bedia y Lemoa.
El entramado de Zeberio permite rescatar los tiempos en que su población se dividía en patronos e infanzones
Mientras, en Zubialde, en el fondo del valle, residían los infanzones vinculados a la villa de Ugao-Miraballes, de menor peso demográfico, pero mayor poder socioeconómico. La historia del valle ha estado ligada durante siglos a la relación entre ambas clases, pero hoy aquellos enfrentamientos se han diluido ante el único enemigo que amenaza al pueblo: el despoblamiento del valle y la desaparición de sus mayores dedicaciones durante centurias: la agricultura y la ganadería.
Buena prueba de ello se obtiene durante el recorrido por el valle. Lo mejor es adentrarse por la cabecera y seguir el río que da nombre a la cañada. El acceso, desde Artea, en Arratia, supone la inmersión en los bosques de pino insignis (que, afortunadamente, se van complementando con repoblaciones de árboles autóctonos) que acompañarán toda la travesía. Las praderas han desaparecido y los caseríos se adivinan entre las copas de los pinos, pero merece la pena adentrarse por estas carreteras locales que invitan a su descubrimiento sobre todo en estas fechas.
El primer barrio que se presenta es Ugarte, parada agradable que anuncia lo que irá ofreciendo el valle: caseríos centenarios de construcción peculiar que indica su uso fundamentalmente ganadero, con fachadas teñidas de añil; alternancia de prados con pequeñas explotaciones frutales, en las que todavía siguen algunos incombustibles como Andrés Akesolo, que produce lo mismo mermelada de kiwi que hamburguesas de carne ecológica.
Pero, sobre todo, Zeberio es un laberinto. La moderna señalización de barrios y caseríos confirma esa red de caminos, la mayoría ya asfaltados, que une las principales localidades que jalonan la carretera que cruza el valle. Pronto se deduce que es imposible en una jornada, ni siquiera en una semana, descubrir todos los rincones habitados del lugar.
Pasado ese primer cruce de Ugarte, van llegando otros que llevan a Barañano o Ibarrondo, hasta que aparece el primer núcleo importante del municipio, Ermitabarri, junto a Santo Tomás de Olabarrieta, la anteiglesia de Zeberio, verdadero centro religioso y núcleo de los agricultores que vivían en lo alto del valle.
Santo Tomás de Olabarrieta se presenta como el principal templo de un valle que llegó a tener hasta una quincena. Se trata de una iglesia de una sola planta, sita sobre un altozano, que le da una espectacularidad confirmada con unas cuidadas bóvedas de crucería. Es una buena introducción para seguir por otras iglesias de la localidad, como la ermita de Andra Mari, en plena montaña, el humilladero de San Antonio o la ermita de la Santa Cruz, que cuenta con una populosa fiesta que motiva todos los años la publicación de un pequeño folleto que recoge anécdotas históricas.
Antes de seguir la ruta de los templos, hay que hacer una parada en la de los balnearios. Zeberio tuvo fama a principios del siglo pasado por las aguas sulfurosas y saladas que manaban de sus montes. Más de un barrio habilitó pequeñas casas de baños, llamadas un poco pomposamente balnearios, que perdieron su uso con el abandono de la hidroterapia. Una buena muestra se halla en el barrio de Gezala, hasta el que se puede llegar andando desde Ermitabarri.
A la sombra del Upo, Zeberio tiene su centro en el barrio de Zubialde, donde se acaba el encanto rural y comienza a aparecer la presencia industrial con el colofón que es la desembocadura del río que le da nombre en el Nervión. El humo y la polución indican definitivamente que ha concluido el itinerario previsto.
Senderismo y una 'txala torta'
Cómo llegar: El valle de Zeberio está recorrido por una carretera local, la BI-3524, que une Miraballes y Artea. La primera supone el enlace más corto con la capital vizcaína, a través de la A-68 o la BI-625; la segunda puede ser un buen acceso desde Vitoria, por el puerto de Barazar.
Alojamiento: Zeberio cuenta con un establecimiento de turismo rural, Ametzola, (629429870 y 609457016; www.ametzola.net). Además cuenta con un hotel, el Artanda (94 6481208; www.hotelartanda.com).
Comer: Repartidos por todo el valle existen cuatro restaurantes, además del Artanda: la Taberna Zaharra, situada en el barrio de Ermitaberri (94 6481991), la Herriko Taberna (94 6481998), Olatxu Taberna (94 6480827) y el Batzoki (94 6480313).
Actividades: Zeberio es un valle para pasear por sus barrios y realizar pequeñas ascensiones a los montes que separan este valle del de Arratia. Sin embargo, también se pueden encontrar algunas sorpresas, como las que ofrece Andrés Akesolo, ganadero y agricultor ecológico, quien elabora unas peculiares hamburguesas, las txala tortak, en las que todos los ingredientes (carne, sal, perejil y ajos) son de producción ecológica. Vende carne de vacuno, ovino y porcino, además de mermeladas y almíbares. Más información: 608878780.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.