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Despedida a una gran tonadillera
Columna
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Cantaora

Antes que cantante de registro universal, Rocío Jurado fue cantaora. Nieta del Pililla y ahijada del cantaor Caena. Su padre, Fernando Mohedano, zapatero artesano, fue un gran aficionado a quien llamaban "padre de los gitanos de Chipiona", y organizaba fiestas flamencas en las que su niña cantaba. Su abuela tenía una tienda de comestibles, y ella, en cuanto veía a más de cuatro clientes, le faltaba tiempo para subirse al mostrador, en el que se ponía a cantar y a bailar. Fallecido el padre cuando Rocío tenía 12 años, fue su madre quien la animó a seguir cantando y a participar en concursos radiofónicos, a los que siempre le acompañaba ella. Y a los 16 años ganó en la vecina Jerez de la Frontera el primer premio por cantes de Cádiz y Huelva, en un Concurso Nacional de Cante.

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Enseguida madre e hija se trasladaron a Madrid en busca de más y mejores oportunidades para el talento musical que se adivinaba en la niña. Llevaban 8.000 pesetas que les había prestado el abuelo. La oyeron cantar Pastora Imperio y Gitanillo de Triana, que entonces regentaban el tablao El Duende, e inmediatamente la contrataron. Aquí empezó como casi todas, haciendo palmas y cantando en el cuadro por 300 pesetas diarias. Hasta que comenzó a destacar cantando fandangos de Huelva, que tenían una gran acogida. Un tiempo después fue Manolo Caracol quien se la llevó a su tablao Los Canasteros.

Pronto el éxito y la fama comenzaron a sonreírle, pero no por la vía del cante, sino de la canción, género en el que se convirtió en primera estrella indiscutible de España. No obstante, ella siempre ha conservado el cante vivo, cantando por lo menos un tema en cada una de sus actuaciones. Aquel primer disco flamenco fue un doble volumen que se titula Por derecho, grabado en 1979 y que ha sido el único que grabó en su carrera. En él, la cantante quiso hacer una antología personal de cante, que por razones de extensión no pudo ser completa, pero en la que están representadas todas las gamas del cante, y desde luego en ella no eludió los estilos de mayor dificultad y respeto, como las siguiriyas o las soleares.

Rocío Jurado se mostraba como una cantaora madura y preparada para afrontar con más garantías que éxito cualquier empresa que decidiera abordar en el cante, por problemática que fuera. Lástima que el triunfo grandioso le llegara por el lado de la canción, frustrándose así la posibilidad de que el cante jondo contara en adelante con una voz femenina tan valiosa como la suya. Pese a ello, posteriormente, Rocío Jurado volvió ocasionalmente a la grabación de cante flamenco: el disco titulado Ven y sígueme, junto a Manolo Sanlúcar y Juan Peña el Lebrijano, y un disco de villancicos para la Caja de Ahorros de Jerez. También en su última película, La Lola se va a los puertos, hacía cantes junto a canciones.

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