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El debate del estado de la nación
Columna
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El abanico rojinegro

"¿Cuánto tiempo tendrá Mariano en la réplica al presidente?", preguntó el portavoz parlamentario del Partido Popular, Eduardo Zaplana, al presidente del Congreso, Manuel Marín, momentos antes de comenzar el debate. "Serán 30 minutos, como hemos acordado en junta de portavoces", replicó Marín. "Si le das ese tiempo tendrás problemas", sentenció Zaplana. Fue entonces cuando Marín vio acercarse a Rajoy. "Mariano, te mejoraré los 30 minutos...", dijo Marín mientras Zaplana no aceptaba ser abandonado por Rajoy. "Estoy hablando con Mariano", dijo Marín y, finalmente, dirigiéndose a Rajoy, terminó: "Te mejoraré la réplica de 30 minutos en cinco minutos más, pero no admita que tu portavoz me levante el dedo".

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Rajoy, según la advertencia de Zaplana, se fue del podio, tras su segunda intervención, que Marín amplió de 5 a 8 minutos, no sin antes declarar que nunca se había expulsado al líder de la oposición. Fue, por tanto, la crónica de una escena anunciada, la utilización de una táctica derrotista ante la imposibilidad de limitar los daños que le estaba infligiendo Rodríguez Zapatero. Fue toda una admisión.

¿Sorprendente? Sí. La comunicación oficial del Gobierno al Congreso sobre los temas del debate permitía suponer por dónde iría Rodríguez Zapatero. Para atosigar al líder de la oposición, el equipo de la Moncloa preparó una batería de cifras interminable, desde la economía hasta la inmigración, pasando por los índices de criminalidad.

"No era ningún secreto que iríamos por allí. Las cifras son muy buenas, pero es que pensamos que era una buena fórmula para enredar a Rajoy, aunque nunca pudimos suponer que se desplomaría", dijo uno de los asesores de Rodríguez Zapatero inmediatamente después del duelo entre ambos.

El presidente del Gobierno comenzó con fuerza, pero fue perdiendo gas a medida que se adentraba en la jungla de cifras. Aunque había acordado con Rajoy que el diálogo con ETA sería objeto de su próxima comparecencia, la próxima semana, sólo dedicó al tema siete lineas y media antes de terminar su alocución inicial. El rumor en la sala, al terminar Rodríguez Zapatero, un clásico: se reservaba cartuchos para la réplica a Rajoy.

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Rajoy no tomó notas durante la intervención inicial del presidente del Gobierno, y al hablar se ciñó a su discurso. Su método: el discurso negativo. Fue la caricatura de aquella fórmula italiana: ¡Piove! ¡Porco governo! Se mire por donde se mire, la España que describe Rajoy es una nación en estado de derribo, que diría José María Aznar. Pero, sobre todo, renunció Rajoy a una ley elemental de la política: superar el estrecho hemiciclo y dirigirse a los españoles mediante una propuesta de acción política alternativa.

A las seis y media de la tarde, el acto de sentido más común del día tuvo lugar en la planta de invitados. Fue cuando Emma Muñoz, consejera técnica de la Presidencia, que actúa como ayudante de Sonsoles Espinosa, extrajo de su cartera un abanico rojinegro y se lo pasó a la esposa del presidente del Gobierno, visiblemente acalorada, para darse aire. Fue el único abanico del día. Rajoy, no menos acalorado, movilizó a los suyos, a Ángel Acebes, Eduardo Zaplana y Soraya Sáenz de Santamaría, de riguroso blanco, para armar cifras en segunda intervención. Pero al tiempo era un Rajoy tenso, como perdido.

Zapatero, a su vez, invocó en exceso la historia de la ancestral Alianza Popular por su actitud negativa respecto al referéndum sobre la autonomía de Andalucía o la época de Rajoy como ministro del Interior de Aznar en relación con la inseguridad ciudadana y la política de inmigración. Si hubiera soltado el acelerador a tiempo, el resultado habría sido mejor. Al finalizar el duelo, Zapatero hizo un balance y señaló que el debate demostraba las profecías catastróficas incorrectas del PP. Pero el debate seguía. Fue una falta involuntaria de delicadeza con los demás grupos parlamentarios. Otro ejemplo de su elevado nivel de revoluciones por minuto ocurrió cuando dijo que el PP quería ahora entrar a un Gobierno de Convergència i Unió, tras las próximas elecciones, y señaló que eso en todo caso debería decidirlo CiU. Josep Antoni Duran le agradeció que le diera por ganador de las elecciones catalanas del otoño.

Por cierto, ¿y Afinsa-Fórum Filatélico?

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