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Columna
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Otros púlpitos

El colegio público de San Juan de la Cruz, de Baeza (Jaén), ha retirado de sus aulas los crucifijos y otros símbolos religiosos, como consecuencia de una orden de la delegación de Educación de la Junta. Acoge la reclamación de un grupo de padres de alumnos que exigieron cumpliera su derecho constitucional a una enseñanza laica. Es una decisión que ha causado un cierto revuelo, representado por el malestar de determinadas asociaciones católicas y una queja del obispo de Jaén muy sensible contra la opinión favorable a la retirada por parte del Defensor del Pueblo andaluz que, para más inri, es sacerdote. Pues, bien, lo cierto es que hay cuestiones que no se entienden muy bien. Sin duda ésta es una de ellas. No ya por las quejas que han surgido, sino por el hecho de que sean unos padres los que tengan que recordar a los poderes públicos que tienen la obligación de mantener el principio de neutralidad religiosa en este ámbito. Menos aún se entiende que hayan hecho falta varios informes de la Inspección de Educación y de la propia Delegación, para que el derecho de unos padres a la libertad religiosa pueda hacerse efectiva.

No trato con esta afirmación decir -ni digo- que tengan que desaparecer del ámbito público cualquier expresión con connotaciones religiosas. España cuenta con una tradición religiosa fuertemente arraigada y sus expresiones en arte y en simbología ni pueden ni van a desaparecer, como consecuencia de la declaración constitucional de neutralidad religiosa. El problema no es éste. No lo es porque no se pretende, ni se ha pretendido por los padres denunciantes, que este colegio -y otros- suprima el nombre del colegio por llevar el de un santo, San Juan de la Cruz. No. El problema es que la enseñanza pública no trasforme un colegio en un lugar de culto.

La religión como tal, y no como asignatura, consiste en la ejecución de una serie de actos hacia un ser superior y no es el colegio público el templo que debe cobijar estos actos. En este sentido, y no en otro, es en el que entiendo que la retirada de los crucifijos de este colegio de Baeza era completamente obligada, si se quiere respetar el derecho fundamental a la libertad religiosa que se contiene en el artículo 16.3 de la Constitución. Un derecho fundamental que conlleva la exigencia de neutralidad de lo poderes públicos en estas cuestiones, sin que pueda existir mezcla entre las funciones religiosas y las estatales. Una confusión se estaba dando en la enseñanza pública si se tolera que presidan sus aulas un símbolo religioso, tan representativo del catolicismo, como es el crucifijo. Una retirada, además, más que obligada si no se quiere desconsiderar a las demás confesiones que desarrollan su actividad religiosa dentro del Estado y de la Comunidad, sin que por ello se tengan que alterar las relaciones de cooperación con los poderes públicos.

Después de todo, si no se alteran, pese al posicionamiento de los obispos andaluces, copiando del programa del PP-A los argumentos que han dado para su oposición al proyecto de Reforma del Estatuto de Andalucía, haciendo coincidir su voz el mismo día que el PP la manifestaba en el Congreso en lo que han llamado "pura coincidencia", difícilmente se van a alterar por el hecho de que la Consejería de Educación haya dictado una orden constitucional.

En cualquier caso, a veces pienso, si aquello que me enseñaron en un colegio de curas hace muchos años, después de rezar tres padrenuestros y formar militarmente para entrar en clase, de "ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio" se habrá olvidado a aquellos enseñantes. Es posible que sí, pues confunden el cielo con la tierra. Y alguna confusión hay, si se rasgan vestiduras por el hecho de que en los colegios públicos se respete la neutralidad religiosa del Estado y no se la rasgan cuando los obispos, en sede institucional y no como ciudadanos, se reúnen y se quieren convertir en garantes de España mediante unos mensajes episcopales que más parecen de este mundo que del que dicen representar, cuando hoy los púlpitos de los ciudadanos no están en la Iglesia institucional -que ya los tuvo en tiempo pasado-, sino en las instituciones que les representan.

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