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Crítica:Feria de San Isidro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Héroes y marrajos

Antonio Lorca

Los marrajos, los toros. ¡Vaya corrida de Dolores Aguirre! Una de las peores, si no la peor, que pueda salir hoy a una plaza. Toros bien presentados, pero muy mansos, cobardes, descastados, peligrosos, que se frenan y huyen de los capotes, barbean las tablas buscando la salida, acuden al caballo con genio, recortan en banderillas y embisten a oleadas, auténticos arreones para desalentar al más valiente. Marrajos de hoy y de siempre, toros impropios de la fiesta de ahora y de la de hace cien años porque adolecen de la casta y la codicia, ingredientes fundamentales para la lidia.

Los héroes, los toreros. Todos los subalternos y los tres matadores merecen el más alto reconocimiento de la afición por su gallardía, su vergüenza, su hombría y su valentía. Uno de ellos, Carlos Hombrados, de la cuadrilla de Robleño, resultó dramáticamente volteado al colocar un par de banderillas, y sufrió erosiones múltiples, pendientes de estudio radiológico.

Aguirre / Ramos, Robleño y Martínez

Toros de Dolores Aguirre: bien presentados, muy mansos, descastados y muy peligrosos. José Ignacio Ramos: gran estocada (ovación); dos pinchazos y estocada (silencio). Fernando Robleño: pinchazo, estocada -aviso- (ovación); media atravesada y un descabello (gran ovación). Sergio Martínez: casi entera (silencio); pinchazo y estocada (ovación). Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 19ª corrida de feria. Lleno.

En tiempos de toros artistas y toreros de pitiminí, afligidos y derrotados a la primera dificultad, destacan estos héroes, auténticos superhombres que, por lo general e injustamente, pasan desapercibidos para el gran público y para la mayoría de los modernos aficionados toreristas que confunden una corrida con un espectáculo de ballet.

Posiblemente, José Ignacio Ramos no será un artista, pero tampoco lo sabremos nunca porque las corridas que mata rara vez le ofrecen la posibilidad de hacer el toreo. Pero es un valiente a carta cabal. A sus dos toros, ambos de embestida muy descompuesta, los banderilleó por derecho, jugándose literalmente el tipo. Muy peligroso fue el primero en la muleta, y el torero no sólo no le perdió la cara, sino que, a la hora de matar, echó el engaño a la cara y se volcó materialmente sobre el morrillo, dejando una estocada hasta la empuñadura en todo lo alto. Sensacional volapié de Ramos, que nada pudo hacer ante su descastado cuarto, que llegó a echarse en la arena en plena faena.

Dentro del absoluto desastre ganadero, parece una ligereza afirmar que a Robleño le tocó el lote menos malo. Quizá sea verdad, pero también lo es que es el torero más experimentado y que mejor entiende las corridas duras. Se dobló con enorme torería por bajo en su primero, cambió de manos con la pierna contraria flexionada y ligó con un pase de pecho en uno de los pocos momentos de auténtica torería. Bien colocado, la muleta plana, desafiante, sometió al toro y consiguió redondos muy templados y, sobre todo, una tanda de naturales largos e intensos que hicieron vibrar a los tendidos. Se justificó sobradamente ante el sexto que embestía a gañafón limpio.

Ni un pase pudo dar Martínez al tercero, que huía de su sombra. Recibió al sexto con unas verónicas bien trazadas, brindó al público, y el toro, escaso de fuerza, embistió con claridad en algunos momentos. Martínez lo toreó con ambas manos en tandas muy decididas, pero rápidas en su ejecución y faltas de hondura.

Héroes y marrajos. Ahí va un imaginario sombrero para los toreros cabales de ayer; recogido el sombrero, ahí, también, la reprobación más absoluta para unos toros, vergüenza de la cabaña brava.

Carlos Hombrados, subalterno del torero Fernando Robleño, tras ser volteado por el segundo toro de la tarde.
Carlos Hombrados, subalterno del torero Fernando Robleño, tras ser volteado por el segundo toro de la tarde.MANUEL ESCALERA

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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