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Reportaje:La política exterior del Gobierno

La hora del desencanto

Expertos y empresarios trazan un balance agridulce de la política exterior en los dos primeros años del Gobierno de Zapatero

Se dice que dos años es el plazo peor para hacer balance de una política exterior, porque en el ecuador de la legislatura siempre quedan cosas por hacer y las ya hechas no han tenido tiempo de producir unos resultados que apuntan necesariamente al medio y largo plazo. Ser objetivo resulta aún más difícil cuando Gobierno y oposición andan a la greña. Sobre todo, si, como ocurre hoy en España, no tienen reparo en utilizar las relaciones internacionales como un campo más de su enfrentamiento, sobre el que proyectan visiones irreconciliables de un mundo esquizofrénico en el que unos ven blanco lo que para otros es negro.

El español medio se bandea como puede entre esas afirmaciones, tópicas a fuerza de repetirse, de "la vuelta al corazón de Europa" o su correlativa, en negro, de "la entrega de los intereses de España".

"Habría que ser una mezcla de Churchill y Julio César para tener un balance brillante"
"No hay líneas claras de Exteriores, y el presidente está en cuestiones internas"
"Los empresarios españoles actuamos solos. El Gobierno ni apoya ni resta"

Los expertos, académicos, analistas profesionales y periodistas especializados, pueden elaborar opiniones más matizadas. Pero tampoco son inmunes al síndrome de la mitad de la legislatura, de la botella medio llena o medio vacía.

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Las entrevistas con una decena de estos profesionales dejan traslucir un cierto desencanto, sobre un panorama jalonado por varias coincidencias: se apunta una opinión mayormente favorable en relación con temas tan importantes como la política de apoyo a las empresas, de atención a Asia y África, de mejora de las relaciones con Marruecos y de lucha contra la inmigración ilegal.

La política europea, especialmente la respuesta a la OPA de E.ON sobre Endesa, las relaciones con EE UU y con América Latina centran las mayores críticas, que con frecuencia desembocan en llamamientos a una implicación más activa en el campo exterior por parte del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. No falta quien le señale oportunidades perdidas de asumir el liderazgo europeo y de encarnar efectivamente el siempre retórico papel de puente entre Europa y Latinoamérica.

Darío Valcárcel, director de Política Exterior y columnista del diario ABC, opina que "el balance exterior de dos años de Zapatero no es brillante, pero su gestión tiene rasgos de perspicacia, de astucia". "Zapatero es lo contrario del bobo solemne [como le calificó el líder de la oposición, Mariano Rajoy]. No es solemne, mucho menos bobo. Moratinos es un ministro todo terreno, con experiencia, muy trabajador, que comprende que la gran política exterior es dominio reservado del Rey y del presidente del Gobierno. Lo que ocurre es que habría que ser una mezcla de Churchill y Julio César para obtener un balance brillante, en un mundo tan enormemente difícil como el de 2006 y dado que los equipos no están integrados por dioses, sino por hombres más o menos adecuados", añade.

Celestino del Arenal, catedrático de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, recuerda los "gestos" iniciales de Zapatero en Rabat y París que pusieron de manifiesto las grandes líneas que perseguía el Gobierno socialista. "Pensé que realmente estábamos ante un nuevo modelo, en relación con la era Aznar. Pero al cabo de dos años, creo que, o bien el modelo no se ha llevado a la práctica, o bien no existió más allá de aquellos gestos iniciales que marcaban la ruptura", estima. "Mi valoración actual es bastante poco positiva. Creo que no hay unas líneas claras de actuación por parte de Exteriores. No se sabe bien lo que se quiere y el presidente ha dejado un poco abandonada la política exterior por cuestiones internas, como la reordenación territorial del Estado o la negociación con ETA. Puedo comprenderlo, pero no justificarlo", precisa Arenal.

Emilio Lamo de Espinosa fue director del Real Instituto Elcano desde su fundación, en 2001, hasta abril de 2005. "Si en el plano interno las cosas son más discutibles, en el de la política exterior las oscuridades son bastantes más extensas que las luces", responde este catedrático de Sociología de la Complutense. "Se puede decir que este Gobierno ha hecho 'todo menos Aznar', como se dijo 'todo menos Clinton' para describir la política exterior de la primera etapa de George W. Bush. Zapatero ha dado grandes giros, pero no tanto hacia donde estuvo Felipe González, sino hacia posiciones socialistas anteriores al referéndum de la OTAN de 1986, anteriores al consenso. Creo que, sobre todo en lo que afecta a Europa, a América Latina y a la relación transatlántica, hay un diseño equivocado, acompañado con frecuencia de una mala ejecución", sentencia.

Nieto del primer ministro de Exteriores de la democracia y asesor de política internacional de Aznar hasta el año 2000, José María de Areilza estima que los dos años de política exterior de Zapatero arrojan "un saldo muy pobre". "Es una diplomacia de nociones, de gestos como la retirada de Irak, o el retorno a Europa, con una apuesta totalmente equivocada por Chirac; y sobre todo es una política de grandes oportunidades perdidas en Europa, donde no se ha aprovechado el vacío dejado por la disolución del eje París-Berlín, y en América Latina, donde, en lugar de haber buscado estrechar lazos con los gobiernos afines de izquierda, como el de Chile o Brasil, nos hemos puesto tras los gobiernos populistas. Con respecto a EE UU, se ha perdido la oportunidad de pactar las diferencias tras la retirada de Irak. No es extraño que las relaciones estén bajo mínimos", afirma Areilza, que hoy es vicedecano en el Instituto Empresa.

La preocupación por las relaciones con Washington está extendida entre los expertos, aunque no es dramática. "Ninguna de las partes ha explicitado ese malestar, pero existe y es evidente", dice Emilio Lamo, tras recordar que el consenso español ha incluido siempre al europeísmo y el atlantismo como orientaciones no opuestas, sino complementarias. "Evidentemente, bien no van las relaciones, pero tampoco están tan mal", considera Valcárcel, que describe a George W. Bush como el presidente más "dubitativo y errático" de la historia americana.

Shaun Riordan, observador extranjero, ex diplomático británico y hoy consultor privado en España, entiende que, aunque el anuncio de la retirada de Irak estuvo plagado de errores, las relaciones entre Zapatero y Tony Blair no son malas, quizás "regulares". "Las relaciones con Washington sí son malas, pero no culpo de ello al Gobierno español. Es muy difícil tratar con los del 'estás conmigo o estás contra mí", señala.

Carlos Malamud, investigador principal de Elcano para América Latina, apunta que la política española hacia Cuba y Venezuela ha condicionado la relación con EE UU, pero en general los expertos no comparten la insistencia apocalíptica de la oposición en ese tema. Es verdad que Lamo dice que "aunque no nos guste, aparecemos como los legitimadores de un populismo de izquierdas muy lamentable", pero el propio Malamud considera que un Gobierno del PP hubiera tenido que apoyar hoy la política de flexibilidad hacia Cuba promovida por Zapatero en el seno de la UE; y Darío Valcárcel piensa que, aunque la técnica de Fidel Castro es "a más desahogo, más represión", la política española ha logrado "algunas cosas" para los opositores cubanos a las que no se debe dar publicidad, gracias a "un gran embajador muy profesional y poco ideológico". Se trata de Carlos Alonso Zaldívar, cuyo cese inmediato ha exigido el PP.

Manuel Alcántara, catedrático de Ciencia Política y director del Instituto de América Latina de la Universidad de Salamanca, cree que, con Cuba, "se ha llegado a una situación mucho más favorable para los intereses españoles que la que había antes"; Celestino del Arenal opina que la política seguida con los tres países del eje bolivariano "es la correcta" y prácticamente ninguno de los consultados respalda las acusaciones de falta de firmeza en la defensa de las empresas españolas en Bolivia o Argentina. Es más, esa política de corte económico es alabada por los analistas de Latinoamérica hasta un punto que no asumen todos los empresarios

Ángel Simón, director general de Aguas de Barcelona, empresa que pleitea con el Gobierno de Buenos Aires por la anulación de su concesión en Argentina, dice: "Los empresarios españoles estamos acostumbrados a actuar solos. En realidad, el Gobierno ni apoya ni resta. Es mejor que los gobiernos hablen entre ellos, pero ese diálogo no resuelve nada". Ésta es su respuesta a la pregunta de si se ha sentido apoyado por la Administración española.

Manuel Valencia, vicepresidente de Técnicas Reunidas, que opera sobre todo en Asia y Oriente Próximo, reconoce que la política no es decisiva para los negocios, pero "coadyuva"; y declara que todo lo que sea abrir más embajadas, más ferias, más campañas "no es la varita mágica, pero viene magníficamente, sobre todo si los esfuerzos son constantes, continuos, como están siendo".

Las críticas a la política latinoamericana van por otro lado. Parten de una apreciación casi unánime de que la Cumbre de Salamanca fue un éxito importante, pese a las polémicas suscitadas por la delegación cubana. Pero Iberoamérica, como tal, existe poco y las relaciones con los distintos Estados se descuidan. Malamud plantea que habría que haber hecho mucho más para "profundizar las relaciones estratégicas con México, Brasil o Chile"; Alcántara añade a la lista las repúblicas centroamericanas y Arenal resume el desencanto cuando afirma: "La política española en Latinoamérica es más que las cumbres. El gran problema de la política exterior española es que no se planifica a medio y largo plazo, no se definen objetivos estratégicos país por país. Se actúa día a día, de manera reactiva".

El catedrático de la Complutense dice que esto vale para todos los sectores. ¿También para la política europea? José Ignacio Torreblanca, profesor de la UNED e investigador principal de Elcano para temas comunitarios, ha defendido como grandes éxitos del Gobierno de Zapatero la negociación de la Constitución y de las Perspectivas Financieras, sin dejar de lamentar la reforma del Pacto de Estabilidad y la defensa de un campeón nacional de la energía, tema este último sobre el que todas las opiniones recabadas han sido adversas. Pero parece pensar que también en el sector europeo de la política exterior hay falta de planificación, cuando advierte de que España está desaprovechando la oportunidad de tirar de la crisis actual y lograr un protagonismo en la UE.

"El hueco existe", comenta, "porque Alemania, único de los grandes en condiciones políticas de hacer algo, necesita el apoyo de un país del sur, y España tiene unas características únicas para cubrir el vacío, por su proximidad al modelo británico en lo económico e incluso en el interés hacia América, a los países nórdicos en lo social.... Zapatero podría concitar muchos intereses europeos, pero está centrado en los temas internos".

El británico Riordan respalda esta queja. "El ministro de Exteriores pasa más tiempo en Oriente Próximo que en América Latina, donde España puede tener muchos problemas porque EE UU no toma la región en serio y los chinos están entrando en tromba. También Europa es urgente, y Zapatero ha perdido la oportunidad de ser el líder que la UE necesita. Es el único creíble. No se trata de ser el motor del crecimiento, sino de lanzar el debate intelectual, de apuntar hacia dónde hay que ir. El país que lo haga tendrá una influencia desproporcionada en relación con cualquier otro criterio. Los gobiernos españoles dicen siempre que están a favor de Europa, pero nunca hacen nada", declara.

Foto de familia de los ministros de Exteriores de los países participantes en la XV Cumbre Iberoamericana.
Foto de familia de los ministros de Exteriores de los países participantes en la XV Cumbre Iberoamericana.GORKA LEJARCEGI

Mejorar la ayuda al desarrollo

El Ministerio de Asuntos Exteriores pasó a ser "de Asuntos Exteriores y Cooperación" tras la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, como consecuencia de un empeño por subrayar el compromiso del Gobierno socialista con la lucha contra el hambre y en favor del desarrollo. El Ejecutivo se ha propuesto, en efecto, incrementarla desde el 0,25% al 0,50% del PIB durante la actual legislatura, con idea de llevarla hasta el 0,7% de dicha magnitud en 2012, si es elegido para un segundo mandato.

La cooperación se encuentra ya en el 0,35% del producto bruto, cuando Miguel Ángel Moratinos cumple los primeros dos años al frente de su ministerio.

Nadie discute la importancia de este esfuerzo. Prueba de ello es que todos los partidos apoyaron el pasado jueves una moción de CiU instando al Gobierno a incrementar la ayuda a África el doble de lo previsto. Ningún país africano ha aceptado hasta ahora negociar controles sobre la inmigración si no se le garantiza un aumento sustancial de la cooperación.

Silvia Hidalgo es directora de la Fundación Zeia, un organismo sin ánimo de lucro que evalúa programas de cooperación por encargo de las autoridades donantes, de las ONG y de otros actores, en España y en otros países. Aplaude el aumento de la ayuda, pero señala que "hay que hacer mucho por mejorarla cualitativamente".

"La calidad actual de la ayuda española es baja", dice, "porque sigue pendiente la reforma de la Agencia Española de Cooperación (AECI) y la cooperación actual está fragmentada entre ministerios, comunidades autónomas y entidades locales. Exteriores sólo controla el 30% de la ayuda. Defensa canalizó el 50% de lo que se gastó en la crisis del tsunami".

Las consecuencias son, según la especialista, "derroche, reiteraciones y un enfoque de la ayuda más centrado en los intereses propios que en los del país ayudado". Además, falta transparencia. "Como agencia, tardamos tres veces más en evaluar la cooperación en España que en otros países, porque nos faltan los datos", asegura Hidalgo.

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