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Entrevista:Bárbara Dührkop | Viuda del asesinado senador socialista Enrique Casas | El futuro de Euskadi

"Me gustaría contarles a mis nietos con un libro de historia lo que pasó con su abuelo"

Andreu Missé

Bárbara Dührkop cree que el anuncio de alto el fuego es el resultado del creciente aislamiento de ETA. Piensa que los terroristas deben sentirse vencidos y que no es momento de especular. En su doble condición de víctima y diputada asegura que hay que estar esperanzados y dejar actuar al Gobierno.

Pregunta. ¿Qué ha obligado a ETA a plantear el alto el fuego?

Respuesta. Se tienen que dar cuenta de que están vencidos. Tras 40 años extorsionando y matando no están ni un ápice más cerca de su meta. Entonces, ¿por qué este rollo de vencedores y vencidos? Por eso me agobia lo de que tienen que pedir perdón.

P. En su visión, ¿le ha condicionado tener cuatro hijos?

R. Por supuesto. Cuando me preguntan '¿Qué deseo tienes?' Respondo: 'que algún día mis nietos pregunten: Abuela, ¿Qué era ETA?' Y a mí me gustaría contarles con un libro de historia lo que pasó con su abuelo. El homenaje a los muertos es que no haya más, llegar al día en que pueda ir a la tumba de mi marido y decir: 'Enrique, lo hemos logrado'.

P. ¿Por qué hemos?

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R. Ha sido entre todos. Todos hemos estado firmes contra ETA. Hemos visto la gradual falta de apoyo a ETA. Cuando mataron a Enrique la gente que me veía por la calle cambiaba de acera. Me decían 'lo siento', y se iban, por miedo.

P. ¿Percibe el cambio en la sociedad vasca?

R. Sí. La sociedad vasca ha dicho 'esto no sirve de nada'. La gran mayoría quiere que dejen de matar y nos dejen vivir en paz.

P. ¿Qué sensación tuvo al recibir la noticia del alto el fuego?

R. Alivio. Se me caían las lágrimas. Han sido 21 años desde el asesinato de mi marido. Puedes también decir 'no me lo creo'. Pero ya habrá tiempo para la cautela. Yo dije: 'Lo hemos logrado, los políticos, la ciudadanía, España, hemos logrado que ETA diga: hasta aquí'.

P. ¿Cuál debe ser el papel de las víctimas?

R. El calvario de ser víctima y tener niños no es descriptible. La grandeza de las víctimas debe ser decir 'tenemos que superar esto, lograr que no pase más'. Sin que nos humillen, por supuesto. Pero que no me vengan ahora los de la otra parte diciendo: 'Primero te matan y luego te piden no sé qué'. No, no, no. Yo creo que el Estado de derecho tiene la fortaleza para que podamos llevar este proceso a buen puerto.

P. ¿Qué pensaba su marido para el País Vasco? ¿Cómo veía Euskadi un emigrante granadino socialista, licenciado en Física en Alemania que acaba en el País Vasco luchando contra Franco?

R. Quería un país donde nacionalistas y no nacionalistas pudieran convivir. Opuesto al plan Ibarretxe. Recuerdo que me decía: 'Tenemos que lograr que el partido socialista tenga votos para obligar al PNV a pactar'.

P. ¿El proceso es irreversible?

R. Debería. Podemos hacer un símil con Europa, que también ha ido a pasos pequeños, a veces hasta estancándose. ¿Alguien piensa que este proceso de Europa es reversible? Nadie. Quiero creer que en Euskadi pase lo mismo.

P. Desde Europa, ¿ve el País Vasco con otra perspectiva?

R. Es difícil contestar. Yo vengo de Europa. Nací en Alemania en 1945, justo después de la II Guerra Mundial. Me llevaron a Suecia a los tres años. El choque cultural cuando llegué a España en 1978 fue muy fuerte. Encima, a los cinco años de casada me encuentro a mi marido muerto en mi dormitorio. El gran éxito de la UE es que el 'nunca jamás' a la guerra ha funcionado.

P. ¿Qué paralelismo hay entre la posguerra europea y el proceso de paz vasco?

R. La superación de las causas por las que nos hemos matado. Pero también hay que huir de hacer una equiparación entre verdugos y víctimas. Es vergonzoso lo que hizo el Gobierno vasco hace unos días cuando dijo: 'Voy a ayudar a las víctimas, a los torturados y a los presos', en el mismo texto. Hay una diferencia. La equiparación es dolorosa porque yo no me he planteado matar.

P. ¿Y cómo actuar?

R. Si los que matan dicen: 'nunca jamás', de la otra parte se plantea: '¿cómo superamos esto para que haya realmente un nunca jamás sin que eso signifique una equiparación entre asesino y víctima?' Esto es difícil si te has encontrado un ser querido cosido a balazos en el suelo de tu casa. Pero cuando te pregunta un niño de seis años: 'Mamá, ¿por qué no hacemos lo que quiere ETA? porque si lo hacemos, ETA ya no mata a más papás'. Entonces, con esta lógica aplastante, te quedas allí con cuatro monicacos y piensas: '¿cómo se lo explicas?' Por esto digo como John Lennon, que hay que dar una oportunidad a la paz.

P. ¿No teme que en la etapa final todo se complique?

R. En el final de la violencia va a haber no un precio, pero si una salida para los que quieran incorporarse a la vida democrática. Y ahora vienen los carroñeros y dicen: 'Claro, ya tienes el precio político'. No, yo no estoy diciendo eso. Pero si digo 'los asesinos, a la cárcel para siempre', pues entonces, ¿cómo avanzamos? Yo no digo que los que tengan delitos de sangre vayan a la calle. No digo borrón y cuenta nueva, sino 'de aquí en adelante'..., no sé si me explico.

P. ¿Tiene contactos con los nacionalistas?

R. Sí. He hablado mucho, por ejemplo, con Josu Jon Imaz. Me sorprende a veces la teoría de la bondad del buen vasco. La verdad es que el buen vasco es el que debería habernos escoltado y nunca nos protegió. Tampoco la Iglesia ha tenido nunca una actitud valiente frente a ETA y cuando algún cura la ha tenido, lo han desplazado de la parroquia.

P. ¿Negociar, conversar, dialogar?

R. Ésta es otra. Ya no sabemos qué palabras usar: reconciliación ya la hemos gastado; superación del conflicto, eso lo dicen los nacionalistas. Las palabras están gastadas. Pero hay que ser escrupuloso. Nosotros nunca hemos dicho 'vamos a negociar con ETA'. Si se mira en el Congreso la palabra negociación no aparece. Hay diálogo, contacto... Lo mejor que se ha hecho jamás en la política vasca es el Acuerdo de Ajuria Enea, que ahora se ha calcado y habla de 'final dialogado de la violencia fundamentado en actitudes inequívocas'. Eso lo firmó el PP. Estuvieron todos. A veces tengo la impresión de que a algunos no les interesa que esto pueda llegar a buen puerto. Porque cuando uno vive de la carroña y se acaba la carroña ¿de qué vive? Y eso me duele en el alma.

Bárbara Dührkop, asomada al balcón de la sede del PSE en San Sebastián.
Bárbara Dührkop, asomada al balcón de la sede del PSE en San Sebastián.JESÚS URIARTE

Exilios y minorías

"Tengo una historia que empieza en una región de minorías en la antigua República Democrática Alemana y culmina con el asesinato de mi marido en otra región con una minoría que mata". La vida de Bárbara Dührkop es paradigmática del drama que vieron muchos europeos con exilios, cambios de nacionalidades, familias y culturas.

"Mi abuelo", explica Dührkop, "era sorbo, entonces una minoría perseguida, que emigró a la Alemania Federal". Los sorbos constituyen una pequeña comunidad de unos 70.000 habitantes situada entre Polonia y Alemania, cuya lengua y cultura es protegida por este último país. "Mi padre adoptivo", prosigue, "era socialista en la época de Hitler y después de la guerra, en 1948, se fugó a Suecia para evitar los largos trámites con los que se investigaba a todo el mundo. Allí se reunió con mi madre sueca y conmigo, que habíamos escapado el año anterior de Alemania".

Los antecedentes familiares de Bárbara Dührkop son más ajetreados aún. Hija biológica de un piloto de la Luftwaffe, logró conocer muchos años después a sus otras dos hermanas y la dramática trayectoria de su madre en los años de la posguerra. Hasta los 28 años vivió en Suecia, donde se especializó en lingüística. En 1967 conoció en la Universidad de Upsala, (Suecia), al que sería su marido Enrique Casas, un emigrante andaluz que estudiaba Física Nuclear. Luego volvió como profesora a Hamburgo. "A Enrique", explica, "le impresionó mucho la socialdemocracia sueca. Y me decía que quería eso para España". Más tarde, en 1973, Casas fue a Euskadi con el propósito de crear una empresa de ingeniería y acabó comprometido en cuerpo y alma con los socialistas en la lucha antifranquista.

"Con todas estas vivencias", sintetiza la diputada socialista, "de un lado para otro, con constantes cambios de culturas y nacionalidades se te abre la mente. Quizá por esto encuentro cada vez más anacrónicos los nacionalismos".

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