Bush y Blair se reúnen en Washington para hablar del regreso de las tropas de Irak
La presión política en EE UU y Reino Unido obliga a sus líderes a pensar en una retirada militar
Agobiados por la guerra de Irak y con sondeos que demuestran que su actual debilidad política está en buena parte determinada por el conflicto, George W. Bush y Tony Blair se reunieron ayer en Washington para concertar una estrategia común sobre el proceso político iraquí y sobre las posibilidades de escalonar el regreso de las tropas a corto y medio plazo. "Ninguno de los dos va a salir corriendo y anunciar 'volvemos a casa", dijo Tony Snow, portavoz de Bush, antes de la entrevista. Sin duda, nadie espera algo similar, pero ya empiezan a enviar señales de que las tropas van a ir volviendo.
La presión que sufren en sus países tanto el presidente estadounidense -cuyo partido corre el riesgo de sufrir un revolcón en las legislativas de noviembre- como el primer ministro británico les obliga a moverse. Aparte de las repercusiones políticas inmediatas para sus partidos, los legados de Bush y de Blair están absolutamente condicionados por Irak, y ninguno ahorrará el menor esfuerzo para tratar de que el balance no sea tan catastrófico como parece ahora. Sin caer en la fijación de un calendario explícito, lo que los dos líderes forjaron ayer fue una estrategia de salida de Irak.
El encuentro estuvo precedido por la visita de Tony Blair a Bagdad, donde dijo que los soldados de la coalición pueden empezar a ceder el control a las fuerzas iraquíes en algunas provincias, y por la declaración del miércoles, después de ver a Blair, del nuevo primer ministro iraquí. Nuri al Maliki aseguró que sus fuerzas serán capaces de asumir todas las tareas relacionadas con la seguridad del país a lo largo del próximo año y medio, lo que sitúa una posible fecha de salida del grueso de las tropas extranjeras a finales de 2007. Pero también advirtió de que la policía y el Ejército de Irak necesitan más entrenamiento y equipamiento.
Para el portavoz de Bush, el primer ministro iraquí "ha hablado con mucha claridad de lo que quiere que haya y de que sus tropas podrán asumir todas las responsabilidades a finales de 2007, pero lo que en última instancia va a ser decisivo son las condiciones sobre el terreno". Y ni Bush ni Blair, reiteró Snow, "van a entrar en detalles sobre el repliegue, ninguno va a hablar de irse en uno, dos o cuatro años". Lo que habrá, anticipó, "es una confirmación de los principios bajo los que las tropas se quedarán o se retirarán".
Hay algo más de 130.000 soldados estadounidenses y 8.000 británicos en Irak, y en los próximos meses -éste era uno de los objetivos de la reunión de ayer- podría llevarse a cabo un primer repliegue. En todo caso, los principios de los que habló Snow son claros y se resumen en lo que Bush ha dicho en varias ocasiones: a medida que los iraquíes asuman el control de la seguridad, la coalición se retirará. El pasado martes no descartó una reducción a finales de este año, y señaló que los mandos iraquíes y estadounidenses establecerán sus necesidades en cuanto al número de tropas. En el panorama que los republicanos afrontan en noviembre sería inestimable para la Casa Blanca jugar con la carta del comienzo del repliegue.
Tanto Bush como Blair -su conferencia de prensa estaba prevista para la madrugada- tenían pensado, según la Casa Blanca, realzar la reciente formación del nuevo Gobierno iraquí y su propósito de asumir progresivamente las tareas de seguridad. "Van a hablar en términos muy concretos de lo que significa la llegada de Al Maliki, de la disposición de las tropas iraquíes y de cómo seguir entrenándolas y del afianzamiento de las instituciones del Gobierno", señaló Snow.
Otro asunto pendiente es la iniciativa iraquí de convocar una conferencia internacional de respaldo.Bush aprovechó también ayer, en un escenario más amplio, para poner al tanto a Blair de la conversación que mantuvo el martes con el nuevo primer ministro israelí, Ehud Olmert. Otro de los asuntos sobre la mesa es Irán, en un momento en el que los países del Consejo de Seguridad de la ONU tratan de establecer una estrategia eficaz de presión para disuadir a Teherán de seguir adelante con su programa de enriquecimiento de uranio.
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