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Reportaje:

A Holanda le viene grande Hirsi Alí

La dureza de la ministra de Inmigración al aplicar la ley a la diputada de origen somalí destapa la fragilidad del Gobierno

Isabel Ferrer

"Fantástico, Holanda entera a mis pies". Rita Verdonk, ministra liberal de Inmigración, explicaba así esta semana la sensación que le produjo llegar en helicóptero a una cita de empresarios. Horas antes, un áspero debate parlamentario le había obligado a revisar su decisión de privar de la nacionalidad a la diputada de origen somalí Ayaan Hirsi Alí. Verdonk a punto estuvo de perder el cargo por desdeñar el margen humanitario de maniobra ofrecido por las leyes de asilo. Hirsi Alí, miembro de su mismo partido (VVD) y amenazada de muerte por sus críticas al islam, conseguía mantener el rumbo a pesar de tan serio vaivén. Catorce años después de su petición de refugio en Holanda, donde deja su casa por el miedo de los vecinos, se marcha a Estados Unidos. Un penoso cierre de su segundo trayecto vital -pasaportes al margen- más reconocible en el exterior.

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El primer viaje de Ayaan, hija de Hirsi, nacida en Mogadiscio en 1969, ocurrió cuando tenía seis años. Huyó con su familia, opuesta al régimen comunista somalí, a Kenia. Allí residió durante una década en un campo de refugiados y consiguió luego colaborar en el programa de desarrollo de la ONU para Somalia y la propia Kenia. Con 23 años, el padre acordó su matrimonio con un primo lejano residente en Canadá. Por el camino, decidió entrar en Holanda y pedir asilo político. Por miedo a que su progenitor la buscara, falseó la fecha de nacimiento (dijo que era 1967) y el apellido (dio el de uno de sus antepasados, Alí). Una mentira que ella misma reconoció en 2002 y en la que nadie parecía haber reparado hasta que llegó Verdonk.

Rita la Firme, uno de sus apodos más conocidos, ha ganado adeptos con una estricta política de inmigración. "La ley es igual para todos", suele decir. Empeñada en liderar su partido, no le parece inalcanzable una candidatura a la jefatura del Gobierno en las legislativas previstas para 2007. Así que en el caso de Hirsi Alí no ha dudado un instante. En cuanto supo que había mentido en su solicitud de refugio, le dijo que la habría echado de haber tenido la potestad en 1992. Menos de 72 horas después de esta conversación privada, la diputada recibía una carta donde Verdonk le notificaba que no podía considerarse holandesa.

Fuertemente protegida a raíz del asesinato de su amigo, Theo van Gogh, director de su corto Submission, que denunciaba la opresión de las musulmanas, Hirsi Alí tuvo que precipitar el anuncio de la segunda escala de su vida adulta: Estados Unidos.

Lo curioso es que ambas políticas coincidían en la línea dura adoptada por el Gobierno para favorecer la integración de las minorías musulmanas. Además, la ministra sabía desde hacía tiempo que su colega no sería candidata en 2007. Cansada de no hacerse oír en Holanda y de tener que esconderse, deseaba trabajar en Washington. "Cambio de podio, pero mi lucha contra el terror religioso y por la emancipación de la mujer musulmana continúa", aseguró el lunes al despedirse. Lo que no pensaba era tener que hacerlo como una apátrida. De no recuperar su nacionalidad, cosa que el Parlamento prácticamente exigió a Verdonk a cambio de no forzar su dimisión, sólo le queda un pasaporte de refugiada. Pero al margen de sus actuales problemas jurídicos, su aventura holandesa ha estado marcada por la controversia.

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Duras críticas

Para sus críticos (un 49% de los holandeses aprobaba que perdiera la ciudadanía en los sondeos de esta semana, un 43% lo veía mal y cerca de un 80% aplaudía la firmeza de la ministra) es una mala diputada porque encona el debate sobre el islam. Eso, y también una aprovechada que apretó la mano tendida en 2003 por el VVD para hacerse un nombre y ganar dinero.

"Habrá sido holandesa según los papeles, pero a mí no me representa", decía una de las muchas oyentes que llamó a los debates radiofónicos que proliferaron al saberse que dejaba Holanda. Para otro sector crítico, algo más pragmático, su relación con los liberales ha sido un matrimonio de conveniencia truncado. Cuando la mayoría del sufragio inmigrante fue a parar en las pasadas elecciones municipales a la oposición socialdemócrata (PvdA), el VVD reconsideró su contrato con Hirsi Alí.

Menos sutiles han sido sus detractores en el seno de la comunidad musulmana holandesa. El Centro Musulmanes y Administración, por ejemplo, ha asegurado que por fin podrá comenzar el diálogo con las autoridades. En Internet, los términos usados por jóvenes también musulmanes para despedirla destacan por su rudeza. "Ha sido demasiado jaleada y adorada por diablos y blasfemos", rezaba uno de los mensajes en el sitio El Qalem.

Sus seguidores, por el contrario, sostienen que ha tenido el valor de plantear por fin el debate sobre la integración de las minorías étnicas y criticado el lado oscuro del islam sin atender a pactos políticos. "Es posible que en ningún otro país una refugiada hubiera llegado al Parlamento en tan poco tiempo. Pero también lo es que se la ha despellejado por no atenerse a las normas tradicionales del consenso", ha dicho el pensador Paul Scheffer. Otro de sus amigos, el filósofo Afshin Ellian, ha calificado de inédito en la historia reciente del país que una diputada de su calibre "sea acallada de esta forma".

Al final quedan las maletas de Hirsi Alí por hacer y una profunda crisis de liderazgo nacional. Ni el primer ministro, el democristiano Jan Peter Balkenende, ni el titular de Justicia supieron convencer a Verdonk de que interpretara bien las leyes de asilo. Su falta de autoridad y el hecho de que el Parlamento temiera provocar una crisis de Estado de pedir la dimisión de la ministra ilustran el parecer de los íntimos de Hirsi Alí: "A Holanda le viene grande su figura".

La diputada holandesa de origen somalí Ayaan Hirsi Alí, durante la rueda de prensa que ofreció el martes pasado en La Haya.
La diputada holandesa de origen somalí Ayaan Hirsi Alí, durante la rueda de prensa que ofreció el martes pasado en La Haya.EFE
La ministra de Inmigración de Holanda, Rita Verdonk.
La ministra de Inmigración de Holanda, Rita Verdonk.AP

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