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Columna
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Jaque a Zaplana

Es probable que el ex presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, no se haya visto a lo largo de su carrera política en un aprieto tan fastidioso -por describirlo sin acentuar la gravedad del trance- como las confesiones de unos contratistas de Terra Mítica que, grabadas y divulgadas, han propiciado la denuncia de dos diputados del PSPV y las consecuentes diligencias penales por la presunta percepción de comisiones ilegales por parte del hoy portavoz del PP. El episodio delictivo, como ha sido relatado en numerosos medios informativos, acaeció entre 1999 y 2001 y, según los aludidos confesos, supuso el recargo y expolio de miles de millones de pesetas en obras del mentado parque benidormí.

No vamos a reproducir, ni siquiera resumir, las cuitas de los aludidos empresarios, sobradamente aireadas por los agitadores mediáticos del PSOE. No obstante, sí hemos de anotar que de las mismas se desprenden dos conclusiones bastante claras a nuestro entender. La primera es que, de todas esas confidencias, no se desprende imputación alguna verificable contra quien fuera titular de la Generalitat. En parte, por la catadura de los contratistas que desvelan el posible enredo y, además, por la inconsistencia de sus afirmaciones. No se da razón creíble de cuándo y cómo se ensució las manos el entonces molt honorable. Todo son suposiciones o testimonios de terceros, por ahora al menos. Zaplana podrá ser reo de otros cargos, pero no es un estúpido, por más que les pese a sus inquisidores.

Otra cosa es la esperpéntica gestión del parque temático durante el periodo señalado y que se decanta de las referidas grabaciones enviadas a la fiscalía. De creer lo que se dice en ellas, estamos ante un remedo de la cueva de Alí Babá y se comprende mejor que haya tenido que suspender pagos, requerir refinanciación constante hasta la rebeldía de sus accionistas y verse abocado a la subasta de solares. Una realidad que caricaturiza la afirmación de Zaplana defendiendo esta instalación lúdica como la mejor y más rentable de España. Claro que no ha puntualizado para quién o quiénes era más rentable, pues los indicios revelan que algunos se han puesto las botas con los sobrecostes, los destinatarios de "las bolsas de dinero", al decir de los cuitados.

¿Superará el ex presidente este jaque mate en que le han puesto los socialistas y las circunstancias?, es la pregunta que sobrevuela en los círculos partidarios de Valencia. Y no es fácil contestar. Si nos atenemos a su fuste político diríamos que saldrá adelante, a pesar de las andanadas que está padeciendo. No olvidemos la escandalosa y rocambolesca compra de una tránsfuga que le propició la alcaldía de Benidorm y que ha sido un baldón en su carrera pública. Eso no impidió que, después, fuese un presidente autonómico audaz e imaginativo -y también dilapidador- al margen de cómo le juzgue cada cual según su particular criterio. En todo caso, sus mandatos nunca expelieron el pestazo a poquedad y sacristía que hoy se percibe, ni su partido anduvo dividido en facciones encontradas.

Pero lo tiene crudo. El parque temático es un grano que no deja de supurar y resulta imposible disociar sus quebrantos y la paternidad de Zaplana, aun cuando no se le puedan imputar aprovechamientos irregulares. Él siempre debió estar informado de las trapacerías, si las hubo, pues allí tuvo a su gente de confianza. Además, es evidente que las huestes del actual presidente, Francisco Camps, lo han dejado en la estacada, pues han salido en su defensa después de una significativa pausa, la suficiente para marcar la distancia y dar el pego de solidaria.

Por último, y acaso lo más decisivo, la maniobra mediática y judicial que glosamos está administrada en Madrid, donde han dispuesto del material acusatorio -parece que desde febrero último- hasta que han juzgado oportuno encender la mecha. De las grabaciones, decíamos, no se desprende inculpación alguna, y menos tan grosera como llevarse el dinero en crudo, pero va a resultar prodigioso que el portavoz del PP salga indemne. En política hay cornadas sin que haya toro.

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