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Un Boss eufórico cautiva en Badalona

10.000 personas bailan y cantan con Bruce Springsteen en su único concierto español

Si en el repertorio folk, jazz o gospel existe una canción con auténtico, profundo e histórico componente festivo, ésa es When the saints go marchig in. Y ése fue el tema escogido por Bruce Springsteen prácticamente para cerrar de forma sencillamente apoteósica su actuación de ayer en Badalona. Una elección nada casual porque, más que un concierto, fue, de principio a final, una auténtica fiesta, escrito con gigantescas letras mayúsculas y luces de colores centelleando a su alrededor. El polideportivo olímpico de Badalona pareció hundirse ante los gritos, los cantos y los bailes de un público enfebrecido.

En realidad, el público que llenaba la cancha del Juventut estuvo todo el concierto de pie, bailando y cantando y exteriorizando de forma eufórica sus ganas de fiesta. Y Springsteen les trajo la fiesta ya desde el mismo inicio del concierto. Y la fiesta no decayó en ningún momento, sólo cambió de tono cuando un respetuoso silencio conventual se apoderó del recinto ante una versión, con mucho de iglesia, de We shall overcome.

Las primeras notas del clásico 'John Henry' prendieron mecha, e inmediatamente todo estalló
Entre los temas tomados del repertorio de Pete Seeger, el Boss deslizó alguna de sus propias composiciones
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Pasaban cinco minutos de la hora anunciada, las nueve y media de la noche, y el público se dividía entre los que gritaban "¡Bruce! ¡Bruce!" y los que entonaban, ¡ya antes de comenzar!, el estribillo de Pay my money down, la canción que iba a cerrar en una explosión de euforia compartida el concierto antes de la larga tanda de bises.

Cuando se apagaron las luces y, en la penumbra, los músicos comenzaron a ocupar el escenario, la unanimidad se hizo en la sala y una ovación encendida como pocas, decir de gala se queda corto: puro terremoto, saludó la aparición del Boss y sus 17 acompañantes. Las primeras notas del clásico John Henry interpretado a un ritmo vertiginoso prendieron mecha e inmediatamente todo estalló.

Ese John Henry fue ya como una declaración de intenciones con toda la banda acercándose al público y poniendo un énfasis especial en los solos de banjo, guitarra slide y violín. Nada iba a ser igual a cualquier otro concierto anterior de Springsteen, solo o con banda. Nada de rock and roll, el Boss había venido a mostrar su cara folky y rendir tributo a uno de sus mentores: el gran Pete Seeger. Y lo curioso no fue que el público se rindiera sin concesiones ante la propuesta, sino que ya llegó al polideportivo con la lección bien aprendida y conociendo todos los estribillos de memoria para poder cantarlos con el jefe o, incluso, antes que él, como sucedió con el clásico Erie Canal, que sonó con un estruendo sorprendente en las gargantas de una mayoría de presentes antes de que Springsteen la cantara.

Reivindicar la venerable figura de Pete Seeger no sólo es justo y necesario, es un acto de salud mental que muchos artistas actuales deberían realizar con una cierta frecuencia. No es la primera vez que Bruce Springsteen lo hacía en voz alta, pero un disco entero lanzado a bombo y platillo (We shall overcome. The Seeger sessions) y una gira internacional es bastante más de lo que cualquier otro deudor del patriarca del folk ha hecho hasta la fecha. El Boss ha decidido reivindicar a su mentor y, como buen Rey Midas, ha convertido el filón tradicional en una caja de sorpresas. Ayer, a su grito de atención acudieron casi 10.000 personas (según fuentes de la organización, se pusieron a la venta 9.663 entradas).

El polideportivo olímpico de Badalona volvió a convertirse en una olla a presión a punto de explotar, es lo habitual en los conciertos de Springsteen, pero no lo es tanto que el material sonoro que pone en ebullición al personal proceda directamente del patrimonio popular y mezcle hábilmente la protesta social con los bailes de pueblo de la Norteamérica más profunda, los sonidos jazzísticos de las calles de la Nueva Orleans de bastante antes del Katrina, el gospel contemporáneo o el soul más danzante. Ése es el poder de Springsteen: conseguir hacer creíble cualquier cosa que toque y fue ese poder, más que cualquier otra cosa, el que se demostró de forma contundente en su nueva actuación en Badalona. Ese poder y la sensación reconfortante de comprobar que un público joven y entregado, sobre todo muy entregado, podía a primeros del siglo XXI excitarse con canciones con tanta historia a sus espaldas como John Henry, Jesse James, Buffalo Gals, Erie Canal, We shall overcome o Mary, Don't you weep. Temas a los que Springsteen ha añadido un toque colorista y festivo que les sienta de maravilla, incluso, a los temas más reivindicativos.

Entre los temas tomados del repertorio de Pete Seeger, el Boss deslizó alguna de sus propias composiciones, pero escogidas con sumo cuidado para no romper el equilibrio global, Johnny 99 o una My city of ruins escalofriante.

Badalona fue una fiesta, más de dos horas y media de fiesta, y Bruce Springsteen -que al final prometió que volverá a España en otoño- volvió a poner el listón muy alto, como si ya fuera una costumbre: su último concierto volvió a superar a todos los anteriores en potencia, ritmo, comunicación, alegría y un puñado más de etcéteras que podrían resumirse en emoción repartida / compartida a manos llenas.

Bruce Springsteen, anoche durante su actuación en Badalona.
Bruce Springsteen, anoche durante su actuación en Badalona.VICENS GIMÉNEZ

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