La policía británica investigó a dos terroristas del 7-J, pero no siguió la pista por falta de recursos
Los autores de los atentados del año pasado en Londres gastaron unos 10.000 euros
Los atentados del 7 de julio del año pasado en Londres costaron poco más de 10.000 euros a los cuatro terroristas que los llevaron a cabo, según un informe del Ministerio del Interior británico publicado ayer. Otro informe, de la Comisión de Inteligencia y Seguridad de los Comunes, exime a los servicios secretos de cualquier responsabilidad, a pesar de que dos de sus autores fueron investigados de forma "periférica" meses antes. La falta de recursos y las prioridades del momento justifican, a juicio de los diputados, el que no se investigara con más detalle esa pista.
La oposición y familiares y amigos de las 52 víctimas mortales y los heridos en aquellos atentados han calificado de "enjuague" los dos informes, y han reiterado su exigencia de que se lleve a cabo un informe detallado no sólo sobre los atentados en sí mismos sino sobre las circunstancias que acabaron provocándolos.
El informe ministerial, una mera relación secuencial de los acontecimientos, cita la política exterior como uno de los elementos que provocaron la radicalización de los cuatro suicidas. Pero se abstiene de culpar directamente a la participación del Reino Unido en la guerra de Irak como uno de los elementos que influyó en esa radicalización, para alivio del primer ministro británico, Tony Blair. Empiezan a ser ya incontables los informes que, a pesar del cúmulo de elementos que señalan a Irak como el desencadenante, se abstienen de señalar la invasión como la causa primaria de ese problema.
Los investigadores británicos concluyen que los atentados fueron un acto individual llevado a cabo con materiales comerciales. Su ejecución acabó costando poco más de 10.000 euros y su preparación no sólo pasó inadvertida, sino que difícilmente podría haber sido detectada por los servicios secretos. El comité parlamentario confirma que dos de los autores, Mohamed Sidique Khan, de 30 años, y Shehzad Tanweer, de 22, entraron en el radar de los servicios antiterroristas por un sospechoso viaje a Pakistán y explica que las fuerzas de seguridad tuvieron en su poder el teléfono de un tercer autor, Germain Lindsay.
Pero Sidique Khan, el cabecilla del grupo, llevaba una doble vida que pone en cuestión que pudiera ser detectado incluso aunque hubiera sido sometido a la vigilancia. Y los diputados llegaron a la conclusión de que, dada la limitación de recursos y la prioridad de actuar sobre amenazas más tangibles en aquellos momentos, no se puede reprochar a los servicios secretos el que no siguieran aquella pista. Si ahora se repitiera aquella misma situación se volvería a tomar la misma decisión, advierten.
Según el informe, en aquellos momentos había 800 sospechosos de ser capaces de convertirse en terroristas suicidas, una cifra que hoy se estima que se ha elevado hasta los 1.000. Se necesita una quincena de oficiales para seguir a cada uno, tarea imposible con los recursos disponibles.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.