¿Enfermo o drogado?
Para ser la primera, no estuvo mal. El escándalo llegó en el cuarto, un sobrero de Arucci, de pelo ensabanado, chico y sin trapío, que salió de chiqueros con unos andares cansinos que no presagiaban nada bueno. Dobló las manos en el caballo y, entre la protesta general, el presidente decidió dejarlo en el ruedo. Incomprensible, pero así de arbitrarias son, a veces, las decisiones de los que mandan. No podía con su alma en banderillas, y cuando Abellán tomó la muleta se masticaba el escándalo. La faena fue imposible. El animal mordió el polvo al primer cite del torero, y pocos segundos después caía desmadejado, exhausto, a todo lo largo, mientras la plaza entera mostraba su enfado al usía. Llegó, entonces, el deplorable espectáculo de intentar levantar al morlaco con ayuda de la cuadrilla: uno, por los pitones; otro, por el rabo, y el tercero, mirando, como manda la tradición española. Consiguieron darle la vuelta como si estuviera a la parrilla, pero poco más. Al final, el moribundo se levantó para volver a caer tras un feo espadazo del matador.
Martelilla / Abellán, Cortés, Cortés
Toros de Martelilla, el segundo devuelto, mal presentados, flojos, mansos y descastados. El sobrero, de Arucci, chico y absolutamente inválido. Miguel Abellán: estocada (ovación); pinchazo y media tendida (silencio). Antón Cortés: tres pinchazos -aviso-, estocada tendida y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Salvador Cortés: que confirmó la alternativa: media -aviso- y tres descabellos (silencio); estocada perpendicular -aviso- y un descabello (ovación). Plaza de Las Ventas, 10 de mayo. Primera corrida de feria. Lleno.
¿Enfermo o drogado? He ahí la cuestión que alguien debería dilucidar, pues grave daño inflige a la fiesta la autoridad si hace la vista gorda con tales desmanes.
La verdad es que la corrida de Martelilla no se alejó mucho de la invalidez del sobrero. Mal presentados, muy blandos y extremadamente descastados, llevaron el aburrimiento y la desilusión a los tendidos.
Por cierto, que confirmó la alternativa Salvador Cortés, el reciente triunfador de Sevilla, que no pudo refrendar más que una buena dosis de ilusión y su capacidad para conquistar Madrid en ocasión más propicia. Nervioso, quizá; acelerado, tal vez, y ciertamente, sin toro, pero su inválido primero le enganchó el capote de salida y, a partir de ahí, parece que se rompió el encanto. Se entregó el sevillano en la muleta, citó de largo y se empeñó en hacer el buen toreo, pero la amorfa embestida de su oponente impidió la emoción. El trasteo fue aseado, largo y pesado, y contó, además, con una exigencia fuera de lugar de algunos intransigentes.
Salió a por todas en el sexto, un manso con algo más de casta, pero igualmente inválido. Brindó al público, citó otra vez desde muy lejos, y consiguió levantar la tarde con un par de tandas de redondos ligados a un toro que no podía con su alma. Era muy alta la moral del torero, pero los imponderables del toro, que se negó a embestir por el lado izquierdo, imposibilitaron el éxito.
Valiente, como siempre, Abellán, que pechó con el enfermo o drogado, y dejó constancia de su gallardía en el otro, al que recibió de rodillas en la puerta de chiqueros, lo lanceó con empaque a la verónica y se lució en un ajustado quite por chicuelinas. El toro duró muy poco, lo suficiente para que el diestro mostrara raza y voluntad. No fue la tarde de Antón Cortés, unas verónicas hondas, pero insulso, despegado y mal colocado.
Babelia
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