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Fracasa la primera votación para elegir presidente en Italia

Romano Prodi y Silvio Berlusconi buscan un candidato de consenso

Enric González

El gran cónclave laico del parlamentarismo italiano comenzó ayer con una fumata negra. La primera votación para elegir al jefe del Estado concluyó en nada, porque Romano Prodi y Silvio Berlusconi optaron por darse una jornada adicional de reflexión para seguir buscando un candidato procedente del centro-izquierda que resultara aceptable para el centro-derecha. Para demostrar su no beligerancia, Prodi y los suyos votaron en blanco.

Los grandes electores (senadores, diputados y representantes de las regiones) se tomaron la jornada relajadamente. En las tres primeras votaciones, la Constitución exigía una mayoría de dos tercios, es decir, 673 papeletas favorables, para que la elección tuviera validez. Era un límite demasiado alto, y se hizo del todo imposible en cuanto Prodi anunció que el centro-izquierda votaría en blanco para dar tiempo a proseguir las negociaciones.

El resultado final fue de 438 papeletas blancas, 369 para Gianni Letta (mano derecha de Berlusconi), 27 para Massimo d'Alema (el dirigente poscomunista que para algunos seguía siendo el auténtico tapado) y un centenar para personajes variopintos: desde la mujer de D'Alema y la senadora Franca Rame, esposa de Dario Fo, hasta un elenco de cronistas parlamentarios. Giorgio Napolitano, el candidato más o menos oficial de la coalición prodiana, quedó por detrás de D'Alema.

Hacia el final de la jornada, cuando las urnas parlamentarias estaban ya cerradas y la sesión había quedado aplazada hasta esta mañana a las 11.30, la opción de Napolitano volvió a tomar fuerza. Las reuniones paralelas mantenidas por los máximos dirigentes de las dos grandes coaliciones parecieron concluir en un mismo sentido: Giorgio Napolitano era lo bastante anciano (81 años), tenía la suficiente experiencia institucional (fue presidente de la Cámara de Diputados, ministro del Interior, europarlamentario y ahora ocupa un escaño senatorial vitalicio) y ofrecía, pese a toda una vida de militancia comunista y poscomunista, el perfil de moderación necesario para ocupar el puesto más alto de la República Italiana.

El principal informativo de Mediaset, el grupo televisivo de Silvio Berlusconi, abrió su edición nocturna con la noticia de que el centro-derecha estaba dispuesto a volcarse a favor de Napolitano y, por tanto, su elección podría realizarse hoy con una amplísima mayoría, por encima de los 673 votos necesarios. Ese sistema de consenso fue utilizado con el presidente saliente, el prestigioso Carlo Azeglio Ciampi, y dio óptimos resultados.

En la elección presidencial italiana, sin embargo, nunca pudo darse nada por seguro. Políticos tan influyentes como Giulio Andreotti creyeron que su camino estaba allanado y acabaron en la cuneta. Aunque Giorgio Napolitano suscitaba una opinión favorable casi unánime entre los grandes electores, faltaba que se concretara el giro a su favor de los berlusconianos. Si se produjera hoy, el proceso habría terminado antes de lo previsto. Si el giro no se concretara y hubiera que prolongar las votaciones (con una exigencia limitada ya a la mitad más uno) al miércoles y más allá, se multiplicarían las posibilidades de que surgieran imprevistos y de que rebrotara la opción de Massimo d'Alema.

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El líder del Partido Radical Italiano, Marco Pannella, grita al principio de la votación presidencial en Roma.
El líder del Partido Radical Italiano, Marco Pannella, grita al principio de la votación presidencial en Roma.REUTERS

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