Contra el infierno, contra el olvido
Ripollet rinde homenaje a la luchadora antifascista Neus Català
En febrero de 1944, Neus Català (Els Guiamets, 1915) dejó este mundo para entrar en otro, el infierno que Dante, ha asegurado en más de una ocasión esta deportada, nunca conoció: Ravensbrück, el mayor campo de exterminio nazi para mujeres. Han transcurrido más de 60 años, y ayer, a esta mujer de aspecto frágil pero de mucho carácter, obstinada, que nunca olvida a sus compañeras, las que no sobrevivieron al horror y cuyas cenizas están en el fondo de un lago a 90 kilómetros de Berlín, se le rindió un merecido homenaje. Ripollet le dedicó una escultura, su rostro tallado por Salvador Mañosa, y una frase: "Espai Neus Català. Lluitadora per la llibertat. 75è aniversari de la proclamació de la II República".
Català aseguró ayer respecto a su persona: "Es demasiado pequeña para representar todo lo que me decís, tan sólo soy un testimonio". Ella lleva años luchando para que ninguna de las españolas que tras el exilio lucharon contra los nazis en la vecina Francia caigan en el olvido. Mujeres valientes, como su querida amiga Alfonsina Bueno, sometida a los inenarrables experimentos de los sádicos médicos del campo. Bueno, que murió en 1979 tras un largo recorrido por los hospitales, nunca supo qué era aquel líquido amarillento que le inyectaban en el cuello del útero y le quemaba la piel.
Las imágenes de Ravensbrück que Català guarda en la retina son en blanco y negro. Fueron 15 meses de horror, de hambre, de gritos de desesperación y de dolor, de alaridos y latigazos de los SS, de enfermedades y de olor a carne quemada. Ravensbrück, que significa 'puente de los cuervos' (había muchos porque los crematorios no daban abasto), fue liberado el 30 de abril de 1945 por el Ejército soviético. Más de 132.000 mujeres y niños fueron a parar al campo y se calcula que de ellos murieron 92.000. Català logró sobrevivir y contar lo que había visto.
Hija de una familia de campesinos del Priorat, formó parte de las Joventuts Socialistes Unificades de Catalunya y durante la Guerra Civil trabajó como enfermera. En 1939 cruzó la frontera con 180 niños, se involucró en la resistencia francesa y luchó con los maquis de Turnac. Una noche los nazis la detuvieron junto a su marido. Lo volvió a ver por última vez en una estación de tren, él moriría en otro campo de exterminio.
Fue condenada a cadena perpetua. En las prisiones francesas la sometieron a todo tipo de torturas, hasta que a finales de enero de 1944 subió a un vagón de ganado con otras 80 mujeres. Una madrugada el tren paró en Ravensbrück. En su lucha para conseguir un día más nunca se rindió. Incluso, como prisionera, se entregó a labores de sabotaje en la fábrica de armamento y con sus compañeras organizó una huelga de hambre.
La consejera de Interior, Montserrat Tura, y el consejero de Relaciones Institucionales, Joan Saura, reconocieron ayer que el homenaje llegaba tarde. Tura señaló que los actos de rememoración de la II República se celebraban "30 años después de la muerte del dictador". En opinión de Tura, Català "simboliza la resistencia". La consejera aseguró: "No hay palabras para agradecerle todo lo que ha hecho". "Gracias a Neus, ahora algunos podemos hablar en nombre del pueblo", añadió Tura. Saura recordó que Català, en su libro De la resistencia a la deportación, donde recoge el testimonio de 50 mujeres españolas que lucharon contra los nazis, escribió que en Ravensbrück "se acabó su juventud". Pero "la vitalidad y la energía" que demuestra a sus 91 años "la convierten en joven". Català se despidió de los que le homenajearon con el mismo grito que lanzó en su trayecto al infierno: "Visca la República!". Pero antes recordó: "Hay que luchar sin parar porque la libertad se conquista cada día". Ella es todo un símbolo de esta batalla diaria.
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