Isabel González, 34 años - "No puedo cuidar a mis hijos sola"
La semana pasada, Isabel González, de 34 años, plantó cuatro petunias -"cuatro, contadas"- en el jardín de su casa, en Ponferrada (León). El día siguiente se lo pasó en cama. Tenía nueve años cuando se envenenó. Su familia vivía en un poblado minero por el que pasaban vendedores ambulantes. A uno le compraron varias garrafas de aceite de colza que usaron también para hacer conservas.
Enfermaron también su madre y su hermano. A ella, los brazos y las piernas se le quedaron inútiles -"se me engarrotaron"-, tenía tales escozores que le molestaba la ropa... Consiguió volver a utilizar las extremidades, aunque ahora no tiene fuerza ni movilidad en la muñeca izquierda. Y ese no es el único recuerdo: "Ando con analgésicos todos los días, problemas de espalda, anemia, la tensión baja. No puedo llevar una vida normal. Necesito ayuda para cuidar a mis hijos, no puedo cuidarlos sola". Por ellos, un niño de 5 años y una cría de 8, ha vuelto a rehabilitación para intentar combatir los "mareos y los vértigos" que le provocan desmayos.
Tiene la piel pigmentada y un eccema. "De adolescente me he pasado veranos con camisas de cuello alto, sin ponerme un bañador", relata. Y hoy, todavía siente el peso de las miradas. "Miran mis manos, más delgadas de lo normal. Las manchas en la piel. En la peluquería preguntan por qué tengo tan poco pelo". Ella nunca menciona el síndrome tóxico. Necesita, dice, la pensión que dejó de recibir tras la indemnización. "Con el sueldo de mi marido no podemos vivir los cuatro, ni hacer frente a los gastos de mi enfermedad: el fisioterapeuta para la espalda (si no, no podría andar), los jabones especiales..."
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