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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Basta de temporalidad

Se mire por donde se mire, la elevada tasa de temporalidad -un tercio del empleo, muy por encima de la media europea- es el principal y más dañino problema del mercado laboral español. Tiene efectos nocivos directos sobre el crecimiento económico, puesto que retrae el consumo; reduce la productividad de los trabajadores, ya que los priva de estímulos y de un ambiente cómodo para trabajar; y además está directamente relacionado con la vergonzosa tasa de siniestralidad laboral española, que se cobra casi 1.400 vidas al año y abochorna a la sociedad española en Europa. Estas razones bastarían para felicitarse de que el Gobierno, los empresarios y los sindicatos estén a punto de firmar una reforma laboral que pretende aumentar las oportunidades para que los trabajadores temporales se conviertan en fijos. Los mecanismos para conseguirlo son los que se pueden considerar razonables en estos casos: que las empresas estén obligadas a convertir en fijos a los trabajadores que hayan firmado dos o más contratos temporales para el mismo puesto con duración superior a dos años en un plazo de 30 meses, subvencionar la conversión de los contratos temporales en fijos y rebajar las cotizaciones para las contrataciones fijas.

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La presentación y difusión de esta parte de la reforma llega en vísperas de la celebración hoy de la Fiesta del Trabajo. Hay razones para suponer que esta vez el Gobierno se toma en serio el problema de la temporalidad. Así se desprende, por ejemplo, del hecho de que la obligación de convertir a los temporales en fijos cuando hayan pasado por más de dos contratos temporales se recogerá en el Estatuto de los Trabajadores. Como cualquier cambio laboral que se quiera dotar de oportunidades de éxito, el primer requisito es que esté pactado al detalle entre los agentes sociales -empresarios y trabajadores- y, en especial, que sea plenamente aceptado por los primeros, que son en última instancia quienes tienen la iniciativa y la voluntad de aplicar la norma. Deben entender y aceptar las empresas que las ventajas en competencia, calidad y productividad que se derivan del empleo más estable son muy superiores a los beneficios a corto plazo que se pueden obtener de las rotaciones eternas de trabajadores de usar, despedir y malpagar.

La reforma será buena si se demuestra eficaz; y la eficacia sólo puede comprobarse con el paso del tiempo. La economía española se merece relaciones laborales más serias, más respetuosas y también, por qué no decirlo, más flexibles; para que, sin ir más lejos, los empresarios no tengan que pensarse el elevadísimo coste del despido cuando contratan a un trabajador. Así pues, el primer paso, el de la contratación estable, ya está dado y, en principio, para bien.

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