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Columna
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Mujeres a la firma

La línea ferroviaria de alta velocidad del País Vasco ha recibido un gran espaldarazo tras la firma esta misma semana de un acuerdo entre las instituciones. En el acto participaron la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, la vicelehendakari y consejera de Hacienda, Idoia Zenarruzabeitia, la subsecretaria de Economía, Juana María Lázaro, y la consejera vasca de Transportes e Infraestructuras, Nuria López de Guereñu.

Llega la hora de confesar que el motivo de estas líneas no es la consagración documental de tan formidable infraestructura sino, precisamente, la calidad de las personas que tomaron parte en la liturgia. Casi toda la información gráfica que con relación al acto se ha distribuido desde los medios constataba una cuidada simetría tribunicia: ministra de Fomento y subsecretaria de Economía formaban el eje estatal, mientras que vicelehendakari y consejera de Transportes daban cuerpo a la delegación autonómica. Aquí la falta de imaginación nos lleva a hablar de las cuatro patas de una mesa. La idea de las cuatro esquinas del cuadrado también acude en nuestro auxilio El trébol de cuatro hojas, muy al contrario, resulta a estos efectos completamente impertinente.

Pero lo que uno venía a observar aquí no se fundamenta en la alegoría mobiliaria, ni en la geométrica (ni mucho menos en la botánica) que podemos observar entre las firmantes del acuerdo, sino en una apreciación estrictamente biológica, vinculada a eso que hoy se denomina, en mal castellano, "el género". En efecto, debido a mi torpeza, sólo después de recepcionar en numerosas ocasiones y en toda clase de soportes el tenor de la noticia, logré por fin ser iluminado y otear en lontananza un poderoso acicate para interpretar correctamente el suceso. Fue una periodista televisiva la que me ayudó a caer de este caballo, en mi particular camino hacia Damasco. Con orgullo mal disimulado, con acerada y didáctica intención, la periodista subrayó, para general conocimiento y el mío particular, que las cuatro protagonistas de la firma eran mujeres. ¿Mujeres?, me pregunté. Mujeres, me respondí. Mujeres, sí, repetí al fin, dispuesto a encarar la verdad y a encajarla sin mueca alguna de dolor sobre mi rostro.

Es una curiosa paradoja, pero en las sociedades abiertas los vindicadores de las causas más justas asombran por su falta de cintura, por su recurrencia, por su obstinación y terquedad. Se diría que, cuando alguien encuentra una buena causa, la agarra del gaznate y no la suelta hasta que la causa en cuestión empieza a dar alaridos, chillidos dirigidos a rompernos los tímpanos a todos los demás. En efecto, entre los defensores de las causas justas se encuentran hoy día los mayores fanáticos. Y, como observó agudamente Winston Churchill, un fanático no se caracteriza tanto porque no puede cambiar de mentalidad, como porque no quiere cambiar de tema.

En la firma de un acuerdo interinstitucional tan importante, el hecho de que las cuatro protagonistas fueran mujeres resultó irrelevante hasta que una concienciada periodista no pudo resistirse a noticiar ese matiz. Sin embargo, la verdadera coherencia feminista habría consistido en considerar el hecho tan normal que no mereciera anotación alguna. Observó Borges una vez que en todo el Corán no aparece un solo camello. ¿Por qué iba a hacerlo? Sólo quien pensara en ese animal con ánimo folclórico lo buscaría ávidamente en un libro concebido en el desierto, del mismo modo que sólo un turista en busca de emociones fuertes esperaría que alrededor del museo Guggenheim todos los paisanos pasearan tocados con txapela.

Hoy somos muchas las personas que caemos en la cuenta del sexo de ciertos personajes tan sólo porque alguien se empeña en la apostilla, quizás deseando suscitar entre los últimos residentes de la Caverna un escándalo ya imposible. Se adivina al fondo de ciertas actitudes una oscura nostalgia por períodos de lucha definitivamente superados. "Contra Franco vivíamos mejor", fue la frase que identificó a toda una generación antifascista. Me temo que ahora llegan generaciones con parecidas añoranzas.

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