Ética y estética
La crisis del Ayuntamiento de Marbella se ha convertido en un culebrón de escándalos y sobresaltos sin límites. Ni siquiera la comisión gestora constituida hace apenas una semana para gobernar hasta las municipales de mayo de 2007 ha podido eludir el pesado aire de sospecha y de complicidad con los asuntos de corrupción que han asfixiado la ciudad andaluza. A la dimisión, tras las presiones del PSOE, de Salvador Guerrero, uno de los vocales presentados por el PP y que formaba parte del bufete de abogados que defiende a dos de los imputados en la Operación Malaya, se suma ahora la delicada situación de uno de los vocales de nominación socialista, tras conocerse que trabajó como consultor del equipo del ex alcalde del pueblo malagueño de Manilva, imputado en la Operación Ballena contra el blanqueo de dinero en octubre pasado.
Rafael Duarte, cuyo nombre se ha visto involucrado en esta historia y que fue elegido como vocal de Urbanismo por el PSOE, ha declarado estar dispuesto a dimitir para no dañar la imagen de la gestora, pese a que, según él, no tiene de qué arrepentirse. Duarte redactó dos convenios urbanísticos sobre una finca de Pedro Tirado, ex alcalde de Manilva, imputado por prevaricación y cohecho en el caso Ballena Blanca, que multiplicaron en un 1300% el valor del terreno en sólo dos años. El presidente de la gestora, el socialista Diego Martín Reyes, afirma por su parte que la presencia de Duarte en el órgano municipal temporal no le genera ningún problema ético. Al comparar el caso de Duarte con el de Guerrero, el dirigente gestor hace una singular interpretación: "Una cosa es una relación profesional de presente, decente, pero que puede resultar inconveniente [Guerrero], y otra cosa es una relación profesional en el pasado que, además, que se sepa es decente [Duarte]".
Duarte afirma que si dimite lo hará por una "cuestión de estética antes que de ética". Sea como fuere, haría bien él, el presidente de la gestora y, en definitiva, el PSOE de resolver sin más dilaciones la cuestión con su salida de la corporación municipal. Lo mismo que lo hizo antes su colega Guerrero. Se lo exigen la ética y la estética, conceptos ni mucho menos antitéticos pero que han desaparecido por desgracia de Marbella desde hace más de 15 años.
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