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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un litro de agua sin gas

Jordi Gracia

Ni una portada marcadamente disuasoria ni el título de enfadosas resonancias escolares deberían bastar para echarse atrás ante este libro manejable y peligroso: al margen del agua de Vichy que recrea la infortunada portada, contiene unos pocos buenos cuentos, demasiados muy flojos, escolares, y no deja de ser una mínima, microscópica inspección de lo que da de sí hoy mismo la literatura catalana en la cuarentena. Todos la cumplen y sólo los dos últimos están en los treintaipocos. En este sentido el resultado es poco esperanzador (aunque no sé bien si fiable, que es cosa muy distinta) y casi parece querer dar la razón a quienes deploran la influencia que ha ejercido la política cultural sobre la especie protegida escritor catalán por parte de las instituciones democráticas. Son mecanismos difusos, es una atmósfera viciada e invisible, y es de hecho inatacable porque nadie puede (ningún político catalán puede, quiero decir) discutir la conveniencia de subvenciones o ayudas creativas justificadas en la vecindad intimidatoria y rica de otra lengua. En todo caso, la antología cambia bruscamente de nivel cuando se aparta de los cuatro autores mejores: o bien no había otros candidatos posibles y mejores (alguno ha rechazado estar en el libro, sin que Care Santos diga quién es) o bien los mejores muy jóvenes están entre estos seleccionados, y ésa sería una mala noticia.

UN DIEZ. ANTOLOGIA DEL NUEVO CUENTO CATALÁN

Care Santos (editora)

Páginas de Espuma. Madrid, 2006

183 páginas. 14 euros

Edición en catalán y castellano

La mejor de todas es, para

la antóloga al menos, que Eduard Màrquez naciese, en Barcelona, en 1960, que es el límite cronológico de la antología, y está entre los cuatro autores destacados del volumen. Otros incluidos son escritores célebres, y permítanme la hipérbole hablando de asuntos literarios catalanes. Uno de ellos es Toni Sala (Sant Feliu de Guíxols, 1969), que hizo un libro de éxito y no escaso valor sobre la experiencia de un profesor de instituto, pero sus relatos tienen muy poco relieve literario o imaginativo. El otro es Màrius Serra (Barcelona, 1963), que es un eminente y divertido animal lingüístico-literario, periodístico y televisivo, bien conocido en Cataluña y traducido al castellano en más de una ocasión. Su relato es brillante, cómplice de lecturas y capaz de crear lectores cómplices. Y Jordi Puntí (Manlleu, 1967) y Vicens Pagès (Figueres, 1963) son otras dos casi celebridades; al primero lo conocen también los lectores de este periódico, y es autor de buenos relatos, como el que incluye la antología, y Vicens Pagès es autor de varios libros y crítico en ejercicio en el Periódico de Cataluña, con otro relato que flirtea entre lo verosímil y lo insólito.

Después viene el cambio

brusco que he mencionado, y baja la edad, aunque no siempre y no siempre con seguridad, porque de Flavia Company -nacida en Buenos Aires y residente en España desde los diez años-, que aparece en segundo lugar, se calla su fecha de nacimiento. Es la única mujer y sus relatos me parecen ejercicios similares a los que representan la obra de Albert Calls (Cabrera de Mar, 1966), Xavier Gual (Barcelona, 1973), David Ventura (Barcelona, 1974) y Pere Guixà (Barcelona, 1973), que es el único que cita expresamente el cuento hispanoamericano. Las ausencias pueden ser también aleccionadoras y en este caso podría serlo que apenas haya menciones a Borges o Cortázar o Bioy o Rulfo o Quiroga o Monterroso o tantísimos otros en las poéticas de los autores, como si en aquel subcontinente (y en lengua española) no se hubiese reinventado el género modernamente, y eso no lo estoy diciendo con los relatos de Eduard Màrquez o Màrius Serra en la cabeza: son los autores de las mejores poéticas, uno por la vía de la cita intencionada y otro por la vía libre del autorretrato literario.

SOLEDAD CALÉS
SOLEDAD CALÉS

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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