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Columna
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Desarrollo insostenible

Estrategia Mediterránea de Desarrollo Sostenible es el título del informe elaborado a lo largo de tres años por la Comisión de Medio Ambiente del Alto Consejo Consultivo en I+D de la Generalitat. Se trata del trabajo de cuatro muy cualificados expertos en sus respectivas especialidades que tienen en común haber sido galardonados con el Premio Rey Jaime I a la Protección del Medio Ambiente y, asimismo, compartir la autoría del citado documento, presentado estos días por el Consejero de Territorio y Vivienda, Rafael Blasco.

Lo primero que debemos decir es que celebramos la elaboración de dicho texto tanto por su caudal informativo como por su rigor científico. Es posible, no obstante, que para algunos lectores resulte un tanto decepcionante, dada la ausencia de juicios radicales acerca de la gestión que se ha hecho de nuestro territorio. Ello se debe, probablemente, a la descripción objetiva y académica de la política medioambiental ejecutada hasta ahora. Tan es así que como corolario del dictamen se diría que en el País Valenciano no ha sido tan grave el desmán. Acaso por eso esta obra ha merecido el patrocinio del Gobierno autonómico, que se ha sentido capaz de aguantar el cortés varapalo.

Sin embargo, los autores, aunque con sumo tacto, no ocultan ni disfrazan realidad que conocemos y que se ha traducido en la transformación abrupta, lesiva y a menudo disparatada de un paisaje mediterráneo del que ya resulta imposible rastrear "la huella creadora de una mano milenaria", por decirlo con el ramalazo lírico de los eminentes informantes. Es probable que el cambio fuese ineluctable, pero bien hubiera podido ocurrir de otro modo menos arbitrario y sin primar de una manera tan escandalosa el criterio económico y la especulación desmadrada en la administración de un espacio tan frágil y de recursos tan escasos como el nuestro.

De poco vale, de no ser para alentar la aflicción o el masoquismo, recrearnos en el pasado e insistir en las causas y causantes de las agresiones a nuestro litoral, que ya se extienden con brío tierra adentro, como es evidente. Luis Fernández Galiano sintetizaba así este aspecto el sábado pasado, día 22, en las páginas del suplemento Babelia: "El territorio", escribía, "es siempre un retrato físico de la cultura que lo ha modelado y, nos guste o no, los nuevos paisajes españoles [léase valencianos] reflejan con exactitud lo que hoy somos: acomodados, vulgares y satisfechos". Pues eso. La política de los grandes partidos, además, no ha sido otra cosa estos años que la colaboradora necesaria cuando no entusiasta de la predación implacable o progreso opulento, según la óptica.

Algunas de las críticas formuladas en el estudio que glosamos no han de ser gratas al Gobierno autonómico del PP, pues cuestionan iniciativas mollares de su programa, como los trasvases hidrológicos, los parques temáticos y el mismo turismo de sol y playa tal como se viene explotando. Hubiera sido muy útil desarrollar con más detalle por parte de los estudiosos estos temas a fin de que al PP se le diluyesen sus obstinaciones. Claro que, sin ellas, igual se queda sin discurso.

Sin embargo, la cualificada reflexión brinda criterios para contribuir a lo que pudiera ser una nueva e inédita estrategia valenciana de desarrollo sostenible, especialmente cuando en estos momentos hay proyectos urbanizadores sobre unos cien millones de metros cuadrados. El titular del departamento arriba citado ha declarado que asumirá las propuestas de los sabios, lo que sugiere algún sesgo en la gestión del territorio. Es una buena noticia que alentaría expectativas verosímiles si, por ejemplo, se diesen pruebas de buena voluntad, como sería la declaración de una moratoria de los PAI previstos y que pudieran resultar afectados mientras se debate el Plan de Acción Territorial del Litoral (PATL). Lo ha instado el Colegio de Arquitectos de la C.V. Pero eso es muy parecido a pedir que frene un Tren de Alta Velocidad en pleno orgasmo, que es, más o menos la inercia a la que avanza y arrolla el sector inmobiliario, a pesar de las ligeras nubes que se empiezan a avizorar.

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