Referéndum imposible
El PP presentó ayer en el Congreso los pliegos con cuatros millones de firmas recogidas a favor de un referéndum nacional sobre el Estatuto catalán. Esta iniciativa, iniciada antes del debate en la Cámara Baja, ha sido superada por los acontecimientos: el texto, a punto de ser votado por el Senado tras el visto bueno del Congreso, no es el mismo, y en algunos aspectos es radicalmente distinto que el aprobado por el Parlamento de Cataluña. Pero el PP se mantiene firme, ignorando las enmiendas de hondo calado introducidas durante la tramitación en el Congreso: los riesgos para la unidad de España y la igualdad de todos los ciudadanos siguen en pie, lo cual no deja de ser un ejercicio de ventajismo político destinado a movilizar sentimientos más que razones.
Rajoy defiende la iniciativa como "exquisitamente democrática", pero él y su partido saben mejor que nadie que un referéndum en todo el territorio español sobre una reforma estatutaria es imposible, pues vulneraría las previsiones de la Constitución y de los propios Estatutos sobre los procedimientos de su reforma: propuesta del Parlamento autonómico, aprobación por mayoría absoluta en las Cortes y referéndum en la correspondiente comunidad autónoma. ¿Por qué, entonces, el empeño en seguir con la iniciativa? No cabe otra interpretación que la necesidad de encubrir su aislamiento político e incapacidad para el consenso con el recurso a una iniciativa populista que no lleva a nada constructivo, pues distorsiona la realidad -España sigue siendo constitucionalmente una nación única y sus ciudadanos iguales en derechos y obligaciones- y supone un claro descrédito para los procedimientos democráticos establecidos.
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