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La reforma del Estatuto
Columna
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Terrorismo verbal

Según parece, media España se ha quedado perpleja por la decisión del Parlamento andaluz, tomada en comisión , de utilizar el preámbulo del proyecto de Estatuto de autonomía para definir a nuestra comunidad como una "realidad nacional". Con esa especial capacidad para retorcer palabras y hacer terrorismo verbal, España ha sometido el preámbulo estatutario andaluz a un centrifugado durante toda una semana. Afortunadamente Maragall nos ha echado una mano con su enésima torpeza y ha sacado el debate andaluz del centro de los focos. Como dijo Franco en el entierro de Carrero "no hay mal que por bien no venga". Hemos visto un carrusel declarativo al que sólo han faltado los de "Salsa rosa" y los futbolistas. Ni que decir tiene que todo el mundo puede opinar .No hace falta ser andaluz para poder expresar un punto de vista. Ni siquiera es necesario que las opiniones sean respetuosas. Cada uno opina como es. Aquí no nos vamos a escandalizar ni le vamos a exigir a nadie "dos dedos de tocino de cristiano viejo" como se hace en Cataluña cada vez que alguien ajeno a la comunidad osa expresar su opinión en voz alta. Lo que sí es recomendable es que no se trate con desdén lo que decida el Parlamento andaluz, aunque las insidias, las bromas y maledicencias no creo que afecten mucho a los andaluces. O al menos les afectan tan poco como ser declarados "realidad nacional". De repente una mañana nos levantamos hechos una nación y nadie nota el cambio, no hay ninguna metamorfosis. La gente sigue considerándose andaluza y española y si siente que forman parte de una nación, esa es España. Que la gente no quiera ser menos que otra comunidad no quiere decir que para ello tenga que apelar a derechos históricos, a una lengua o a no se sabe qué atávico rh. Los andaluces queremos el mayor autogobierno para conseguir el progreso. Se retuercen las palabras nación, nacionalidad, realidad nacional, cada cual en el sentido de su conveniencia, casi como si Humpty Dumpty se hubiera hecho carne y habitase entre nosotros con la exigencia de que las palabras signifiquen lo que desee cada quien. Toda esta tormenta va a tapar el articulado del texto donde se amplían y mejoran los derechos sociales, se garantizan las competencias y se consolida la financiación y las inversiones del Estado. Un conjunto de mejoras que perdurarán en el tiempo aunque nadie les preste atención.

El autogobierno conquistado el 28 de febrero ha mejorado la vida de los andaluces y queremos estar presentes en esta segunda etapa en pie de igualdad con el resto de comunidades. Es cierto que el 95% de los andaluces rechazan el término nación para nuestra tierra, la misma contundencia con la que reclaman un trato igualitario entre comunidades. La llamada "fórmula Clavero" es absurda por sí misma, por muy bienintencionada que esté. Creo que la redacción anterior a la comparecencia de Clavero en el Parlamento era más atinada. Lo cual no quita para poder sorprendernos por la cantidad de tonterías dichas al calor de la decisión de definir Andalucía como "realidad nacional". La primera, la de los andalucistas, que están haciendo uno de los ridículos más espantosos de la historia, incluso con una publicidad diseñada por sus peores enemigos. Luego Rajoy, con ese trato peyorativo a los andaluces, el 20% de esa nación española que dice defender y a la que quiere gobernar. Bargalló, primer consejero de la Generalidad, que al ver la definición de Andalucía reclama otra para Cataluña porque a su entender no pueden igualarse ambas comunidades. Es lo que tienen el nacionalismo, que siempre puede ir un paso más allá a la hora de hacer el ridículo. Hasta el cardenal primado de Toledo, Monseñor Cañizares, tan preocupado por la unidad de la patria que nos hace recordar el palio que le ponían a Franco estos mismos defensores de los valores eternos, la Santa Cruzada, la familia, el municipio y el sindicato. Como todo puede ir a peor a Cañizares ya sólo le falta lesionarse con un bote de colonia, como el auténtico.

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