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Reportaje:

Arranca la tercera crisis del petróleo

La fuerte demanda confiere a la situación actual un perfil más complicado que en los años setenta

El desafío que plantean las aspiraciones nucleares de Irán ha desencadenado una escalada del crudo que ha llevado los precios a máximos históricos, en el entorno de los 75 dólares por barril. Pero la causa última es la pujanza de las economías desarrolladas y emergentes, con China a la cabeza, que ha puesto de manifiesto la incapacidad del sector para hacer frente a la demanda y la deficiencia de las infraestructuras de producción y refino.

El sector petrolero necesitaría invertir seis billones de dólares hasta 2030
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Hace dos semanas, las informaciones publicadas por varios medios estadounidenses acerca de la posibilidad de un ataque militar de EE UU contra Irán desencadenaron la tormenta en los mercados de petróleo. Días más tarde, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, admitía que ya está en marcha un programa de enriquecimiento de uranio. El brent, crudo de referencia en Europa, y el West Texas intermediate emprendieron una escalada que los ha llevado a romper máximos históricos día tras día. El pasado viernes, el brent alcanzó los 74,79 dólares por barril, mientras el crudo tejano tocó los 75,35 dólares, niveles jamás vistos y ya muy lejos de los 30 dólares que costaba el barril a principios de 2004.

Pero, más allá de los titulares apocalípticos, las causas de esta nueva fiebre del oro negro son más complejas. A diferencia de lo sucedido en las crisis de 1973-1974 (embargo de los miembros árabes de la OPEP) y 1979-1980 (Revolución Iraní e instauración del régimen de los ayatolás), la situación actual no tiene su origen en un corte del suministro. En esta ocasión, la causa última hay que buscarla en el fuerte tirón de la demanda.

El caso de China, con ritmos de crecimiento anual del 10%, es emblemático. El gigante asiático, que ha arrebatado a Japón el título de segundo mayor consumidor de petróleo del mundo, ha pasado de demandar 5,6 millones de barriles diarios en 2003 a 6,9 millones a finales del año pasado, según datos de Citigroup, y este año se prevé que necesite 7 millones de barriles diarios. Pero no es el único país emergente que necesita petróleo. Rusia, India, Brasil y otros países asiáticos y latinoamericanos están desarrollando una incipiente clase media, y eso significa, entre otras cosas, que sus ciudadanos compran automóviles, aparatos de aire acondicionado y hacen turismo.

Pero las economías desarrolladas también necesitan energía para mantener su nivel de vida. Estados Unidos demandó 24,5 millones de barriles en 2003, 25,5 millones a finales del año pasado, y se estima que este ejercicio la cifra suba a 25,8 millones. Europa necesitaba 15,4 millones en 2003, 15,9 millones a finales de 2005, y este año requerirá 15,6 millones.

Ese tirón de la demanda ha dejado al descubierto la incapacidad del sector para satisfacerla. La razón última es que en los últimos años se han hecho insuficientes inversiones para adecuar la capacidad de producción y refino. "Las grandes inversiones se hicieron en las décadas de los sesenta y los setenta. Pero tras el choque de oferta de principios de los ochenta se dejó de invertir porque las economías desarrolladas empezaron a suplir sus necesidades con gas natural y energía nuclear", señala Francisco Blanch, responsable mundial de Materias Primas de Merrill Lynch. La Agencia Internacional de la Energía (IEA) estima que sería necesario invertir seis billones de dólares hasta 2030, tan sólo para cubrir la demanda esperada. Eso implica un gasto anual de 220.000 millones de dólares. Según estimaciones de Schroders, el año pasado el sector gastó 150.000 millones de dólares y este año la cifra podría situarse en 200.000 millones.

Con el trasfondo de esa deficiencia estructural del sector petrolero, no es de extrañar que cualquier interrupción del suministro físico lance el precio del barril a la estratosfera. Prueba de ello fue la experiencia de los huracanes Katrina y Rita, que el pasado agosto arrasaron el golfo de México y obligaron a cerrar refinerías, oleoductos y plantas de extracción en alta mar. Los huracanes dejaron fuera del mercado el 25% de la capacidad de refino. Ahora se calcula que un 4% de la producción sigue paralizado y que el 2% de las plataformas petroleras marinas seguirá fuera de servicio en 2006.

Más recientemente, los brotes de violencia en el delta del Níger por parte de las milicias rebeldes han reducido la producción de Nigeria en marzo en 460.000 barriles diarios, la quinta parte de su capacidad. Nigeria, el mayor exportador africano, produce el 3% de la producción mundial, precisamente de un tipo de crudo con bajo contenido en azufre, idóneo para la fabricación de la gasolina que demanda Estados Unidos. El país africano aporta el 12% de las importaciones de crudo de EE UU.

Por eso, las ambiciones nucleares iraníes han venido a encrudecer la situación. Los mercados han reaccionado con pánico a la posibilidad de que el caso acabe dirimiéndose en la ONU, el Consejo de Seguridad decrete sanciones e Irán -cuarto exportador mundial, que aporta más de 2,5 millones de barriles diarios con destino, primordialmente a China, India y Japón- recorte su producción como represalia.

La OPEP (40% del crudo mundial) difícilmente podría suplir ese recorte, puesto que sus miembros ya bombean al límite de su capacidad. Tan sólo Arabia Saudí dispone de margen, pero su petróleo es pesado, menos apto para la fabricación de gasolina. La inestabilidad en Irak, en abierta guerra civil, también imposibilita que la ayuda venga por ese flanco y, fuera de la OPEP, tampoco cabe esperar un aumento de la producción en Rusia, que se ha estancado por la falta de inversiones. Chad ha sido el último en sumarse al carro de los riesgos geopolíticos sobre el mercado de crudo, al amenazar con un recorte de su producción.

Por si fuera poco, los mercados de petróleo cuentan en esta crisis con un invitado ausente en las dos anteriores: los fondos de inversión, que se estima han invertido en los mercados de materias primas entre 100.000 y 120.000 millones de dólares, el doble que hace tres años y considerablemente por encima de los 6.000 millones de 1999, según cálculos de Barclays Capital. Estos inversores están apostando por que el petróleo siga subiendo en el futuro, dado que no cabe esperar una ralentización de la demanda.

¿Qué efectos tendrá la subida del petróleo en las economías desarrolladas? Los choques petrolíferos de 1973 y 1979 fueron seguidos de sendas recesiones, acentuadas por unas drásticas subidas de tipos de interés por parte de los bancos centrales. Pero en esta ocasión cabe esperar un comportamiento más cauto por parte de las autoridades monetarias. Ahora, las tasas de inflación son mucho más moderadas que en la década de los setenta. "Y no hay que olvidar que China, hoy por hoy, exporta deflación con sus bajos costes a las economías desarrolladas", señala David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI).

El mayor temor de los bancos centrales es que el encarecimiento del crudo se filtre al resto de los precios de la economía y desencadene una espiral de precios-salarios. Pero, como señala Goldman Sachs, "la economía es mucho menos dependiente de la energía, las presiones inflacionistas son mucho más moderadas y la economía es más flexible". Prueba de ello es que el precio del petróleo, ajustado a la inflación, es hoy mucho más caro que en 1974, cuando se colocó en unos 44 dólares y se acerca a los 78 dólares que marcó tras la Revolución Iraní de 1979. ¿Se superarán los 82 dólares a que se llegó en 1980, cuando estalló la guerra entre Irán e Irak? Los expertos hacen números y no descartan que incluso llegue a 100 dólares por barril.

En esta atmósfera se inauguró ayer en Doha -terminará hoy- el Foro Internacional de la Energía, que reúne a los productores y consumidores de petróleo. Mañana, los miembors de la OPEP celebrarán reuniones informales. Pero pocos esperan un solución mágica. Al menos, mientras la economía mundial no aminore su ritmo.

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