Hogar, dulce hotel

¿Qué puede hacer una pareja mayor si su hijo, que ya ha sobrepasado holgadamente los treinta, no da la más mínima muestra de querer irse a vivir solo? Esta premisa, que es también un dato sociológico incontestable, sirve para que Tom Dey hilvane una comedieta romántica que, con la excusa de la estulticia del hijo (el más bien sosote McConaughey), ponga en marcha toda una compleja operación para hacer que se vaya de casa.

Y como vivimos en un mundo en el que todo se compra, qué mejor que contratar a una especialista para que realice la, digamos, buena obra. De ésta (Parker, que se aprovecha mucho mejor de su personaje) sabremos más bien poco, porque, en la previsible lógica de la comedia romántica, importará menos lo que hace que hacer plausible el happy end. Lo demás suena todo a muy conocido: el chico tendrá, claro, un secreto que explicará que no es un caradura, ella tendrá su corazoncito y, como postre, algún detalle complementario (el personaje de Zooe Deschanel, lo más rescatable de la función). Todo muy manido, todo muy previsible, todo visto ya mil veces: avisados quedan.